«No somos unos 'limpiaculos', educamos para que sean autónomos»
María Ángeles Cachorro, Ayudante Técnico Educativo en Segovia, reivindica esta función clave en la inclusión de niños con discapacidad
Un estudiante de Secundaria que controla a duras penas sus esfínteres pide que llamen a María Ángeles Cachorro. «Por favor, ven rápido, si me hago ... caca en clase lo paso muy mal». No es solo su ATE (Ayudante Técnico Educativo), sino un asidero de confianza en un contexto tan hostil como un instituto. Su tarea va más allá de evitar ese escenario, es una misión a fuego lento para mejorar su vida. «No se trata de llevar a un niño al baño, le bajo los pantalones, los calzoncillos y le pongo a hacer pis, sino de que yo le enseñe a que todo ese proceso lo haga él. Hay gente que nos considera unos 'limpiaculos' y no lo somos. Educamos para que sean autónomos, no quitamos pañales y ya está», reivindica su labor. Por eso, reclama un puesto cada vez más necesario que, en su caso, es vocacional. «Son niños muy agradecidos, siempre con una sonrisa. Tú les das mucho, pero ellos más».
Nines es maestra de Educación Especial y ha trabajado dos décadas con adultos con discapacidad en el sector privado. Se presentó por casualidad a las oposiciones a ATE en Castilla y León en 2016 sin ninguna esperanza, ni siquiera miró su plaza en las listas. Recibió la llamada en 2017 para trabajar en Cuéllar (Segovia), su pueblo. Así que descolgó la teléfono del destino, lleva ocho años en cuatro centros distintos y obtuvo su plaza fija en 2023. Ha vivido el aumento de los diagnósticos, una tarea difícil de asumir por las familias. «Como madre me pongo en su situación, es muy duro», admite.
La jornada de Nines, que ahora mismo atiende a un solo niño en un colegio, empieza acompañando a la tutora a la entrada del centro para recoger a su alumno, con problemas de movilidad. «Él anda, pero yo le llevo agarradito de la mano». Así van a la fila, con el resto de compañeros. Ya en clase, se quita el abrigo, la mochila, coge el almuerzo, llega al aula y se sienta en un sofá adaptado. «Lo hace él, pero si lo necesita, tiene mi apoyo», comenta. Lo de quedarse en clase lo decide el profesor.
«Son niños muy agradecidos, siempre con una sonrisa. Tú les das mucho, pero ellos más»
María Ángeles Chamorro
Ayudante Técnico Educativo
No es su caso, pues la educación especial es su vocación. Su alumno necesita apoyos específicos. Por ejemplo, solo lee en mayúsculas. «Él está en clase, normal, con sus compañeros. Hace sus fichas adaptadas; la profe está con él y cuando no puede, estoy yo».
Su ATE le acompaña en el almuerzo, después de la rutina de pasar por el baño y lavarse las manos. «Estamos aprendiendo a que él abra sus 'tuppers'. Es muy fácil que llegue yo y se lo haga». Su función en el recreo es de supervisión, por si se hace pis o necesita sonarse los mocos. «Estoy en el patio y él juega con sus compañeros. Si tuviese unas necesidades más marcadas, a lo mejor tendría que estar yo jugando con él y otros niños», expone. El procedimiento de salida es como el de entrada, en la fila con el resto. «Se trata de darle los apoyos para que su vida sea igual que la de los demás».
«Estamos aprendiendo a que él abra sus 'tuppers'. Es muy fácil que llegue yo y se lo haga»
María Ángeles Chamorro
Ayudante Técnico Educativo
La relación con las familias es clave. «He tenido niños que no se comunican. Que digas a la mamá que ha hecho caca parece una chorrada, pero está bien que lo sepa porque el niño no se lo va a decir», afirma la ATE. Entre su diversa experiencia —desde síndrome de down a espina bífida—destaca una niña con una enfermedad rara que no hablaba. «Al final creas un vínculo muy fuerte, a mí me costó un montón irme del cole. Seis años todos los días, cinco horas de septiembre a junio. Y sigo en contacto con la mamá».
Esas pequeñas batallas del día a día como cuando consiguen ponerse el abrigo solos. O el control de esfínteres. «Cada vez que íbamos al baño y conseguía que ella hiciera pis en el váter, montábamos una fiesta ella y yo solitas. Nos cantábamos una canción, se lo contábamos a la tutora y toda la clase aplaudía», recuerda.
Su relato es que la inclusión es mayor cuanto más pequeños son los niños. «En Infantil son conscientes de que es diferente, pero lo aceptan y ayudan un montón. A medida que van creciendo, se van sintiendo más solos», precisa Nines. Juegos en los que no pueden entrar, por ejemplo, por problemas de movilidad. «Cuando están en un centro de educación especial es distinto, hay niños con pañales, que no se mueven o que no comen solos; en un cole ordinario, las diferencias se hacen cada vez más grandes. Cuando hay que elegir compañeros, no los eligen. Son conscientes de que el resto no le ven como un igual». Por eso necesitan un apoyo que, en realidad, es tan moral como logístico.
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