El legado solidario de un padre fallecido

«Cuando era una niña veía las cosas que hacía mi padre en Cruz Roja y ahora las hago yo», afirma la recién nombrada presidenta de la organización en Cantalejo. La toma de posesión llegó mucho tiempo antes de lo que ella hubiera deseado. Al principio dudó en aceptar la propuesta. No se asustó y tampoco sintió miedo, más bien «pena» por no poder meditar esta decisión junto a su padre. Pero luego pensó en el orgullo que le produciría a su progenitor saber que iba a continuar con su legado.

La misma noche que apostó por embarcarse en esta aventura tuvo un sueño. «Estaba con mi familia sentada en el salón de casa e iba corriendo a mi padre para decirle que iba a ser presidenta, que iba a seguir sus pasos. Él contestó que se alegraba mucho», relata entre lágrimas. Esas palabras significaron mucho para Carlota, ya que tuvo la certeza de que su progenitor seguía presente, a su lado. «La única manera que tengo de verle ahora mismo es en sueños», apostilla.

Desde el principio sabía que volcarse en este reto iba a requerir sacrificio y largas horas de trabajo y formación. «Cuando mi padre murió, muchos voluntarios se desapuntaron», lamenta. A su juicio, estas bajas también estuvieron motivadas por los grandes cambios que ha experimentado Cruz Roja en los últimos tiempos, como es la digitalización. Otras personas, por el contrario, «me veían, les recordaba a él y se quedaron».

Los rostros de la organización ya eran conocidos para Carlota. Su padre la presentaba a sus compañeros de voluntariado como «su niña» en todos lados, lo que ha hecho más fácil su debut. La joven lleva la solidaridad en la sangre, en los genes, pues participa de forma activa en Cruz Roja desde los 17 años. «Me apuntó mi padre un año antes sin saberlo», bromea.

Aunque es consciente de que tendrá que enfrentarse a otras dificultades, confía en mantener «muy vivo» el recuerdo de Javier Lobo. De hecho, hasta hace muy pocas semanas, vestía el chaleco rojo que tanto caracterizaba a su progenitor. Su foto con esta indumentaria está enmarcada y la guarda con un lugar privilegiado, a la vista de cualquier invitado, en su casa.

La presidenta hace hincapié en los hitos que su padre consiguió en su dilatada trayectoria. Se apuntó con tan solo 16 años en Cruz Roja con motivo del servicio militar y fue la cara visible de la organización en Cantalejo durante más de 25 años. «Era muy querido en el pueblo, se le daba muy bien motivar a la gente para colaborar, ya fuese como voluntarios o con aportaciones económicas», remarca. Su compromiso permitió que el municipio briquero llegase a tener dos ambulancias, algo inaudito en la comarca. «Nos acaban de entregar un coche que pidió él hace unos meses», señala.

Carlota ha organizado y ya se ha asentado en el despacho que tenía Javier Lobo en la sede briquera. Muchos días se la puede encontrar en el proceso de firma de documentos o al teléfono, entre otros encargos. «Ahora tengo muchas llamadas», relata. De carácter risueño, confiesa que esta nueva etapa, aunque feliz, también ha sido agridulce. No obstante, «en vez de pasarme toda una vida llorando por él, prefiero pasarme toda la vida viviendo por él», insiste. Después de momentos muy duros, la joven ha orientado todas sus fuerzas a desarrollar multitud de proyectos e implementar novedosas ideas.

En primer lugar, pretende alentar a los jóvenes a que se comprometan como voluntarios. Precisamente, los primeros pasos que dio en Cruz Roja fueron en el área de Juventud. «Cuando entré éramos tan solo tres y al cabo de unos pocos años llegamos a siete», recuerda. Según considera, la labor que realiza esta organización humanitaria muchas veces es «desconocida», aún cuando muchos universitarios pueden sumar experiencia y convalidar créditos de las asignaturas con el voluntariado.

Su lucha durante los próximos meses estará dirigida a «cambiar esta tendencia y reflotar de juventud» en Cruz Roja Cantalejo. Para ello, se apoyará en los 36 pueblos de la comarca en los que presta servicio. «Quiero que entiendan que se puede salir de fiesta, pasarlo bien y compaginarlo con el trabajo de voluntario: yo lo hago», traslada a los jóvenes.

Sin embargo, advierte de que esta decisión conlleva una gran implicación y responsabilidad. «No está bien que algunas personas quieran apuntarse solo para entrar gratis a los toros, hay que tener interés, formación y cumplir con los protocolos cuando estás de servicio», asevera de forma rotunda.

En el caso de Carlota, estudia un Doble Grado de Comercio con Relaciones Laborales y Recursos Humanos en la Universidad de Valladolid, pero contempla además apuntarse al curso de Primeros Auxilios y comenzar el ciclo de Técnico en Emergencias Sanitarias. Pronto se pondrá manos a la obra para configurar el organigrama de la organización, comprobar los roles, afianzar su relación con Cruz Roja Segovia y reanudar actividades que existieron hace tiempo en la localidad, como es el programa Releo.

El fallecimiento de un padre es un suceso «que te fuerza a cambiar», reconoce. En concreto, su experiencia y afán de superación sirven de consuelo para multitud de personas que se encuentran desamparadas por una pérdida de un ser querido. En estos últimos meses, los intereses de Carlota han cambiado: «Hay que preocuparse por lo verdaderamente importante», refiere. En este sentido, «noto que el pueblo y todos los voluntarios me apoyan a seguir la labor de mi padre», se alegra.