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La invasión rusa de Ucrania ha multiplicado las necesidades de la red asistencial, como ilustra la estadística de Cruz Roja en Segovia, encargada del programa de Acogida e Integración de solicitantes y beneficiarios de protección internacional, financiado por el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y ... Migraciones. A lo largo de 2022, la ONG ha atendido en la provincia a 328 ucranianos o residentes en Ucrania cuando estalló el conflicto hace casi doce meses. Entre ellos, 114 hombres y 214 mujeres. Más de un tercio del total (119) son menores. La demanda se ha desbordado porque Cruz Roja Segovia tenía antes de la invasión unas 40 plazas de acogida temporal y ha sumado otras 140; es decir, la guerra ha triplicado la demanda de solicitudes de acogida en la provincia.
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La base del programa es una atención personalizadam ofrecida por un equipo multidisciplinar que ha proporcionado a los solicitantes atención social, psicológica, jurídica, acompañamientos sanitarios, educación, aprendizaje de idioma, orientación y búsqueda de empleo y de vivienda. Además, también cubre las necesidades básicas de los beneficiarios, entre ellas, la de vivienda.
El objetivo final del programa es que alcancen su plena autonomía e integración en la sociedad. Para ello, desde Cruz Roja Segovia se trabaja el aprendizaje del castellano y la búsqueda de oportunidades laborales, los dos principales obstáculos a los que se enfrentan en sus nuevas vidas a miles de kilómetros de sus hogares.
El momento álgido de llegada de refugiados fue a finales de marzo, casi un mes después del inicio de las hostilidades bélicas. La principal necesidad de esos 328 solicitantes de protección internacional era el alojamiento; todos ellos han necesitado soluciones de emergencia, fundamentalmente en hoteles. El primer nivel de atención también incluye cubrir la manutención.
El desembarco desde Ucrania ha obligado a Cruz Roja Segovia a aumentar su red asistencial en la provincia. Empezando por los voluntarios. «Al aumentar el número de personas atendidas, necesitábamos más voluntarios, sobre todo para clases de castellano», resume Silvia Estévez, trabajadora social responsable del programa. Las 140 plazas nuevas de acogida temporal no solamente incluyen a ucranianos llegados tras la invasión rusa –también hay refugiados de otros países, fundamentalmente América Latina–, pero son inmensa mayoría.
La circunstancia ha obligado a la ONG a una mayor inversión en capital humano. «Igual que ha aumentado el voluntariado, hemos tenido que aumentar el personal». Hablamos de recursos materiales y de personal laboral, con una decena más de trabajadores, lo que ha supuesto duplicar la plantilla. Con todo, la proporción es menor al aumento exponencial de las plazas, que se han triplicado.
También hay más intérpretes. «Había alguna persona que hablaba ucraniano, pero al principio fue muy complicado encontrar traductores para facilitar la atención a los solicitantes.
La atención psicológica por los efectos de la guerra, tanto en lo que se refiere a abandonar el país como a la relación con las familiares que se quedaron, es crucial. También la atención jurídica para gestionar su petición de asilo. O los acompañamientos, claves ante la barrera lingüística. Con todo, la ONG subraya que la mayor necesidad que tienen radica en los alquileres: falta vivienda disponible y su precio es alto. «Para que sean independientes necesitamos gente que alquile. Sabemos que el mercado está muy tensionado, pero nos cuesta muchísimo porque hay mucha demanda, poca oferta y mucha desconfianza».
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