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Han pasado diez años de la integración en Bankia de la histórica Caja de Ahorros de Segovia y ocho de la conversión de su Obra Social y Cultural en fundación patrimonial. No han sido años fáciles, ni mucho menos. Quienes recogieron el pesado legado social y cultural de la entidad de ahorro han tenido por delante un trabajo titánico, muchas veces en la sombra, para ordenar y asegurar el futuro del vasto patrimonio inmobiliario y artístico heredado. Hace unas semanas, la Fundación Caja Segovia se convertía en Fundación Torreón de Lozoya. Era el último paso hacia la normalización de la situación. Con un presupuesto de 900.000 euros (muy alejados de los casi 12 millones de euros que llegó a presupuestar la extinta Obra Social en los años más prósperos de comienzos de siglo), sus gestores tratan de mantener y rescatar lo bueno que Caja Segovia aportó a la sociedad segoviana, aunque sea imposible llegar a todo.
Tiempos difíciles
«Desaparecida Caja Segovia, la única posibilidad de sobrevivir para su Obra Social y Cultural era convertirse en fundación. Pero no había ley que lo legislara, así que estuvimos un tiempo sin saber muy bien lo que éramos. Regulada la cuestión, nos convertimos en una fundación patrimonial, de carácter ordinario, en marzo de 2014», recuerda el director de la Fundación Torreón de Lozoya, Rafael Ruiz, a la sazón coordinador de la Obra Social. Por el camino, hubo mucho trabajo que hacer. Y solo quedaban seis de los veintitantos empleados que la Obra Social había llegado a tener en tiempos mejores.
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«Fue titánico. Primero, hubo que poner en orden todo el patrimonio, que era inmenso, tanto inmobiliario como de obras de arte. Y a partir de ahí, buscar la viabilidad económica, garantizar la supervivencia de la nueva fundación, que debía vivir de sus propios recursos. Empezamos por ceder el uso de los veinticuatro locales que tenemos en la provincia, desde pequeños centros de reunión social a grandes complejos con auditorio y biblioteca. Después se alquilaron los locales de Cortefiel, en la Calle Real, o la oficina bancaria de Ayllón... Con los años llegaron otros alquileres menores y el del Palacio de Mansilla, donde IE University quiere instalar una residencia de estudiantes. El próximo objetivo es dar en alquiler los locales de la antigua Facultad de Informática, en Santa Eulalia (se firmará con un supermercado, próximamente) y los de Mahonías, además del Palacio de Villafañe, sede originaria de la Caja. Nos hemos desprendido asimismo de algunas propiedades, la última un medio chalet que teníamos en la carretera de Valdevilla. Gracias a este patrimonio inmobilirio sobrevivimos».
Lo que era la Obra Social y lo que queda
El presupuesto de la Obra Social de Caja Segovia solía oscilar entre los 3 y 4 millones de euros (en los años del despegue económico y la burbuja inmobiliaria se llegaron a presupuestar entre 8 y 12 millones), un auténtico lujo para una provincia como Segovia. «La Obra Social ayudaba en todo, estaba absolutamente en todo: en el teatro Juan Bravo, en el Esteban Vicente, en la Juan de Borbón, en el Consorcio Agropecuario, en la Cruz Roja... Siempre fue un apoyo muy grande para el llamado tercer sector, social y cultural, para el deporte, para el medio ambiente, para la integración. Estábamos en todo porque el dinero daba para mucho. Yo llevé personalmente la función editora.... Seguro que no me equivoco si digo que éramos la primera editorial de Castilla y León, con años en los que llegábamos a publicar 40 títulos dedicados a Segovia. Esa labor daba salida a investigaciones sobre historia, arte, medio ambiente...», recuerda Rafael Ruiz.
rafael ruiz
Director de la Fundación Torreón de Lozoya
Para siempre se perdieron iniciativas tan populares como el Día de Campo y Paz, que reunía a personas mayores de toda la provincia y constituía un importante elemento de cohesión, además de colaboraciones muy necesarias con los ayuntamientos del medio rural y todo el respaldo que se daba al deporte base. «Si, ahora, la Fundación Torreón de Lozoya maneja un presupuesto de 900.000 euros, es evidente que ha habido una pérdida, pero es algo que forma parte de la evolución que la sociedad española ha experimentado durante estos años. El país ha asumido que las Cajas de Ahorro ya no existen, que ahora el modelo de negocio es otro y que estamos en otra cosa. Sí es verdad que en lo peor de la resaca de la crisis económica, y después durante la pandemia, me he preguntado muchas veces qué podía haber hecho la Obra Social, y no tengo la menor duda de que hubiéramos estado ahí, ayudando».
No todo se ha perdido. La Fundación Torreón de Lozoya, con sede en el emblemático Torreón de la plaza de San Martín que hubo que salvar de una hipoteca, ha mantenido muchas actividades sociales y culturales, que en estos momentos, pasada ya la pandemia, retoman el ritmo que tuvieron antaño. El Centro Social Corpus es un buen ejemplo. Hasta 400 grupos mueve dentro de una programación anual que ronda las 150 actividades, incluidos talleres de todo tipo y cursos. Lo mismo ocurre en los dos centros sociales que la Fundación posee en el barrio del Cristo del Mercado. «El nivel de actividad y de complicidad con la ciudadanía es muy grande», apunta Ruiz. También se mantiene el programa de ayudas al tercer sector del que se beneficia casi una treintena de asociaciones al año. En este caso, el apoyo económico de Caixabank es clave.
Por su parte, el Torreón de Lozoya ha recuperado la actividad cultural con la apertura del Museo, donde se exhibe buena parte del patrimonio artístico que tenía Caja Segovia, y el aumento de la programación de exposiciones temporales de tipo histórico, «un nicho menos explorado por otras salas que nos permite tener nuestra propia personalidad y contribuir a traer visitantes a la ciudad».
Retos inmediatos
Para 2023, la Fundación ha aprobado ya ese presupuesto de 900.000 euros. «Contamos con unas pérdidas de entre 70.000 y 100.000 euros, pues todavía no hemos conseguido el equilibrio que nos gustaría. La mitad de los ingresos procede de los alquileres y la otra mitad, casi toda, de las matrículas de cursos y talleres, tal es el volumen. La ayuda de Caixabank también es muy importante, fundamental. La conservación de los edificios, muchos de ellos de carácter histórico, es lo que más gasto supone», desvela Ruiz.
El Museo del Torreón de Lozoya es, junto al propio inmueble que lo alberga, la joya de la corona. Abierto desde septiembre de 2021, Rafael Ruiz admite que le falta promoción. «El turismo está aumentado tras la pandemia, pero es un turismo muy irregular y reticente a meterse en sitios cerrados. Nos queda hacer una promoción en firme que hasta ahora no hemos podido afrontar por limitaciones presupuestarias. Es uno de nuestros grandes retos para este año: promover la visita al Museo y a la torre del Torreón, que ofrece una panorámica única de la ciudad». El Museo alberga 1.200 de las 3.500 piezas, aproximadamente, que posee la Fundación. El grueso son obras de arte contemporáneo. Ruiz admite que se están tasando muchas que tienen guardardas con el objetivo de venderlas. «Consumen una parte importante del presupuesto porque deben estar aseguradas. Lo estamos haciendo con absoluta delicadeza», asegura el director.
Otro objetivo es dinamizar la Salla Caja Segovia, uno de los focos antaño fundamentales para la cultura segoviana, por ser un espacio de encuentro, de tertulias, de conferencias, de presentaciones de libros, de actividades de todo tipo... «Retomar aquello no es fácil. Por un lado, por razones de presupuesto, y por otro, porque los equipos de imagen y sonido empiezan a estar obsoletos. En poner en marcha esta sala como merece tenemos un desafío grande», dice Rafael Ruiz. El salón de actos, renovado en 2002, ha vuelto a denominarse Sala Caja Segovia tras el cambio de nombre de la propia Fundación. «Es un recuerdo, un homenaje, porque la memoria de la Caja es muy positiva. La Fundación cambió de nombre porque los bancos y fundaciones bancarias son y seguirán siendo un apoyo para nosotros y no es cómodo -porque en parte se presta a confusión- asociar el nombre de una Caja que ya no existe con el de un banco que ayuda. La mayoría de las fundaciones no bancarias que estuvieron vinculadas a Bankia han ido cambiando el nombre. Pero no olvidamos, ni nos sonrojamos por ello, que la Caja de Ahorros forma parte de nuestra historia, está en nuestro ADN».
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