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Los fotógrafos que se dedican exclusivamente a hacer disparar su cámara en Segovia se cuentan con los dedos de dos manos. A Juan Luis Misis, que aúna en sus vitrinas medio siglo de aparatos, le cuesta llegar a ocho. La nómina de estos negocios, la ... mayoría de heráldica familiar, se amplía con profesionales parciales que tienen en las imágenes un ingreso más entre otros de la contabilidad familiar. Hay menos bodas, menos comuniones y todo el mundo tiene una cámara de calidad en el bolsillo. Así que los negocios tienen que diversificar ingresos para hacer cuentas. «Nos mantiene el día a día. La venta de marcos, las fotos del carné, el revelado digital». Habla de la globalización de la fotografía, de unos tiempos en los que disparan diez veces más y editan 3.000 imágenes en busca de la perfección. La mirada que no se puede comprar con el móvil.
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Presidente de la Asociación de Fotógrafos Profesionales de Segovia, un cargo que ha ostentado casi cuarto de siglo en dos etapas, Misis habla una «bajada del asociacionismo» hasta los 19 socios actuales, una cifra que tampoco superó en exceso la veintena en los mejores tiempos. «Segovia es una ciudad muy pequeña». El principal activo de pertenecer a una red nacional es defender como colectivo sus intereses. Por ejemplo, oponerse al proyecto de hacer las fotos del carné en las comisarías, uno de los pocos que el sector trata de salvaguardar.
Misis recuerda con nostalgia los ochenta, «cuando la fotografía era una profesión», por el dominio que exigían aquellos equipos manuales, desde la luz al enfoque. «Tenías un fotómetro en el ojo. Ahora, con las máquinas que hay, lo único que tienes que hacer es encuadrar y disparar». Antes bastaba con el formato de 35 milímetros, el más habitual desde el siglo XIX, y un medio formato. «Los flashes eran muchos más grandes y las máquinas, más pesadas. Ahora la mayoría de las cámaras profesionales no tienen espejo, con lo cual quitas peso de las manos». De llevar 16 kilos en la mochila a cargar en estos momentos tres. Así que la tecnología ha liberado las lumbares de los fotógrafos. A eso se une una gama infinita de sensibilidad. Frente a una época en la que había que cambiar de carrete para pasar de color a blanco y negro, «ahora haces lo que te da la gana».
Si la instantánea se ha simplificado, los fotógrafos han sumado carga de trabajo en la posproducción. Lo que antes era relevar negativos y seleccionar las copias ha pasado a visionar en ocasiones miles de archivos para elegir el óptimo. La munición infinita de la tecnología obliga a disparar más a fotógrafos que se han formado eligiendo las balas, con carretes de 24 o 36 instantáneas. Donde antes había un disparo seguro, ahora hay cinco. Y eso hace que el cliente exija perfección. «A lo mejor te salían los ojos cerrados y no había más remedio porque era la única que había. Ahora puedes seleccionar una foto mejor». Hay tarjetas que permiten hasta 1.000 disparos.
Define al profesional por su anticipación, su mirada. Y reivindica la figura, aunque asume que «ahora mismo la fotografía está al alcance de todo el mundo». Y pone el ejemplo de dos personas que andan por el mismo camino y ven cosas distintas. Descendiente de fotógrafos, asegura que su visión no tiene nada que ver con la de su hijo. «Como tenías 50 o 60 fotografías, tenías que ir con la película contada». Es decir, asegurar la historia, que no faltase nada. Mientras él asegura el intercambio de anillos en una boda, su hijo busca la mirada de la novia, las manos que se agarran. Habla de una mirada «más fotoperiodística». Es un contexto en el que todo el mundo tiene su cámara, las nuevas generaciones buscan la foto diferente. «Como puedes hacer más fotografías, te permite estar pendiente de más cosas».
Las bodas siguen siendo una fuente crucial de sus ingresos, aunque haya cambiado el formato –más civiles, menos religiosas– y haya bajado su número. Como el de las comuniones. «Antes tenías 40 niños en una parroquia para hacer en una hora las fotos». La organización ha mejorado y las sesiones actuales rara vez superan la decena. «Hay menos nacimientos y menos niños». Quizás es el evento que más disparos exigía, con la responsabilidad de tener siempre en mente cuántas fotos quedaban en el carrete para no cambiarlo en plena comunión.
El descenso de estos grandes eventos ha obligado a diversificar a los negocios, que mantienen los ingresos con añadidos como el trabajo en tienda, desde elementos decorativos al revelado digital, un mucho durante décadas que se ha pasado a ser un poco. «No se puede comparar el revelado con el de hace 30 años. La gente venía de vacaciones con cinco carretes y revelaba todas las fotografías. Ahora vienen con diez veces más imágenes en el móvil y revelan cuatro». Con todo, el formato físico sobrevive, sobre todo en las generaciones mayores. «Si quieres buscar fotos de hace 15 años, en el móvil no las vas a encontrar. Se está empezando a revelar bastante más porque los recuerdos se están perdiendo. Los álbumes de nuestros padres siguen ahí. ¿Qué va a pasar con un disco duro dentro de 40 años? ¿Lo vas a poder enchufar?».
Juan Luis Misis
Fotógrafo
La conversión al formato digital marcó una selección natural en la fotografía segoviana. «Tengo compañeros de mi edad que no supieron adaptarse y poco a poco han ido desapareciendo». Misis, de 62 años, calcula que ha visto cerrar al 20% de los negocios, muchos miembros de la asociación, en lo que va de siglo. Su relato es que los supervivientes tocan un abanico amplio –fotografía de estudio, industrial o reportaje– ganan menos porque la «competencia» en un mundo lleno de cámaras. «Estamos cobrando trabajos con el mismo coste que hace ocho años».
Así que hay que cuadrar cuentas con las pilas o los carretes. Porque Misis cuenta con esperanza el auge de la fotografía analógica en los jóvenes. «No sé si están buscando la imperfección, pero se ha notado en los últimos dos o tres años». Ríe al recordar a algún cliente que paga 20 euros por carretes que antes se regalaban con el revelado. «Casi les cuesta dar con el dedo. No tienen ni idea de lo que es, que la película que vela, qué es un diafragma». Habla con romanticismo de la incertidumbre de aquellos años en los que tiraba una fotografía y no sabía cómo iba a salir hasta una semana después.
Misis defiende la profesión del «intrusismo» y cree que la gente asegura el tiro y llama a un profesional cuando hay un evento importante. «En general no escatiman, es algo para toda la vida». Lo dice alguien con el relevo generacional asegurado, algo que ve como una excepción en el sector segoviano cuya edad media sitúa entre los 45 y 50 años. «Hay compañeros con hijos que han cambiado de profesión porque han visto lo difícil que es y otros con hijos pequeños que no saben qué paso van a dar». Después de pasar de carretes a gigas, no hace apuestas de futuro.
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