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Daniel Lucas Segovia (Madrid, 23 de mayo de 1985) nació para jugar en a Segoviana. Un apellido que no se explica por la relación de ningún antepasado conocido por la provincia, pero que se convirtió en su nombre deportivo porque sonaba mejor a las ... aficiones de Austria, India o Azerbaiyán, los países en los que ha jugado alguien para el que el fútbol es «lo primero, lo segundo y lo tercero». Un profesional que desmiente a su edad jugando una temporada de 30 partidos tras otra, como su última el año pasado en el Adarve. Su tanto en Badajoz refuerza el objetivo en su primer año como azulgrana: superar los diez goles.
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–¿El apellido le ha hecho interesarse más por Segovia?
–Al estar cerca, he tenido la suerte de venir con mis padres muchas veces. No es un apellido muy común y siempre me han hecho el chascarrillo: «¿Eres de allí?».
–¿Por qué lo convirtió en nombre deportivo?
–En mis inicios en el Rayo, hasta que llego al primer equipo, se me conocía como Lucas. Pero cuando me marché fuera, Segovia sonaba como más español, era un reclamo para la afición. Me fue bien y ya se quedó así.
–¿Cómo es pasar del juego del Adarve al de la Sego?
–Me llamó Ramsés a finales de junio y bastó con una conversación para convencerme. Es un cambio grande porque la Sego da más prioridad a jugar con la pelota por abajo, pero gracias a los compañeros casi no lo he notado. Cuando estás con buenos jugadores, te adaptas rápido.
–¿Los Adarve-Segoviana son especialmente intensos o era un día normal para ustedes?
–Es un gen que tiene el Adarve. Al final es un club de un barrio de Madrid, no tiene la afluencia de público que puede tener la Segoviana. Los propios jugadores se motivan para salir a cada partido como una batalla, como si fuese el último partido, para que no se note ese poco respaldo.
–¿Qué comparten Ramsés y Manu González?
–Me he dado cuenta que mucho. Más o menos la misma filosofía de juego, los entrenamientos son muy parecidos, son dos grandes entendedores de fútbol. Muy metódicos, lo viven mucho. Eso a mí me gusta, que el fútbol sea lo primero, lo segundo y lo tercero en tu día a día.
–¿Cómo se gana un entrenador el respeto de sus jugadores?
–El respeto lo tiene cada persona, por educación. Para mí, lo más difícil es que el equipo crea en él, convencer al futbolista de lo que tienes en la cabeza, tanto si salen bien las cosas como si no. Cuando no salen es cuando se ve si el vestuario te respeta. Llegar al futbolista y que vaya a muerte para defender tu mensaje.
–¿Su racha de una victoria en ocho partidos fue uno de esos momentos?
–Yo tengo los tres títulos de entrenador, pero los que salimos al campo somos los futbolistas. El míster pone una alineación y te da unas pautas, pero no salta, no corre, no mete gol, no despeja. Si las cosas no salen, algo no estaremos haciendo bien nosotros.
–¿Qué dudas aparecieron?
–Tú mismo te empiezas a presionar, a ver fantasmas donde no los hay. Miras al compañero y a lo mejor no confías como antes. El fútbol es como la vida, pero multiplicada por diez porque pasa en menos tiempo. Cuando van bien las cosas, metes gol con el culo. Lo importante es mantener una línea de tranquilidad. Ni tirar fuegos artificiales como este domingo ni ahogarte en un mar de penas. Es una liga más competida que el año pasado. Mi experiencia me dice que si eres sacrificado, la vida te lo va a dar.
–En esa liga con más nivel, ¿cuál es su objetivo con la Sego?
–Mínimo, poder repetir el 'play off' del año pasado, yo he venido a eso. No hablo por mis compañeros, pero cada uno aspirará a lo máximo posible. Si no, vaya rollo. Hay equipo para eso, pero el fútbol no son estadísticas y cada domingo es una batalla diferente. El que más regularidad tenga, estará arriba, no hay más.
–Tiene fama de diésel, de regularidad en las temporadas.
–Es verdad que me ha costado tres partidos volver a coger la forma de antes de la lesión, pero suelo jugar 30 o 32 cada temporada. Vivo por y para el fútbol, me cuido, trato de estar lo mejor posible porque esto, aparte de mi profesión, es mi pasión. Quizás por eso siga jugando tan longevo.
–Viniendo de un campo tan pequeño como el del Adarve, ¿se le hace larga La Albuera?
–No especialmente. El año pasado jugábamos 4-4-2 y los esfuerzos son menos cuando juegas con otro delantero. Ramsés juega con un punta y un media punta por detrás, es un estilo diferente. Pero no se me hace largo. La Albuera es un estadio muy bonito y me encanta jugar en césped natural, es donde se juega el verdadero fútbol.
–¿Se le debe juzgar a usted por sus goles?
–Yo creo que sí. A mí me encanta meter goles y creo que si un delantero no mete goles algo no está haciendo del todo bien. Es la realidad. A lo mejor es tirarme piedras sobre mi propio tejado, pero un delantero vive de los goles, aparte de lo que luego puedas dar al equipo, que yo se lo doy o intento dárselo. Pero no solo los delanteros, los futbolistas somos número, estadísticas. A un delantero se le exigen goles, pero a un portero se le exige encajar menos, a un mediocampista o a un extremo se le piden números de partidos jugados y asistencias. Vivimos bajo esa presión, llámalo como quieras. Y cuanto mejores sean tus números individualmente, mejores van a ser los del equipo. Un buen colectivo se basa en buenas individualidades. Y un buen delantero tiene que hacer goles. Yo tuve la suerte de hacer diez el año pasado y espero mejorar este año esa cifra.
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