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Una furgoneta eléctrica para repartir en la ciudad: «Es una maravilla»Un repartidor de paquetería, un sector en el que cada minuto cuenta, no puede parar media hora en Boceguillas para cargar su furgoneta, pero el vehículo eléctrico se abre paso en las rutas en las que no supone un obstáculo. La empresa GLS adquirió una ... furgoneta azul muy famosa en Segovia, por su forma y por su particular sonido, con la que cubre el reparto en la ciudad gracias a que implantó un punto de carga en sus instalaciones y a que la ruta, por su escaso kilometraje y por las facilidades de recarga autónoma que da al vehículo circular en poblado, pues recupera batería al frenar. Una batería cargada que dura hasta cuatro días.
«El problema que tiene Segovia son las distancias. Eso para pueblos, no vale», subraya la gerente de GLS en la provincia, Patricia Sanz. Su cálculo es que el vehículo plenamente cargado en una ruta diaria por carreteras –sin la pausa de los atascos, sin las recargas de batería– aguantaría unos 200 kilómetros y para afrontar con garantías la tarea necesitaría aproximadamente el doble. «Pero para la capital y el casco histórico es una maravilla». La idiosincrasia de la ciudad eleva su autonomía hasta los 350 kilómetros.
La Maxus de GLS costó 38.000 euros frente a los 43.000 inicialmente presupuestados, una rebaja que fue posible porque varias delegaciones provinciales encargaron un total de 60 vehículos. «Ya lo veníamos barajando para ir electrificando la flota. Nosotros tenemos mucha furgoneta de combustión [20] y al final generamos una huella de carbono importante». Sanz cree que el formato sería viable en rutas cercanas –por ejemplo, el alfoz–, pero no lo ve rentable por los puntos de carga: subraya que son pocos y caros. «Y tampoco puedes estar en una ruta dos horas parado cargando. Nosotros vamos con prisa siempre. Tienes que poder tirar todo el día con el reparto y cargarlo por la noche».
Patricia Sanz
Gerente de GSL en Segovia
Dos años para una furgoneta que no ha pisado el taller y limita su mantenimiento al desgaste de frenos o neumáticos. «No nos ha dejado tirados nunca». Aunque los repartidores han tenido que adaptarse. «Es un aprendizaje. Lo primero, tienen un tirón tremendo, despegas. Y tienes que acostumbrarte a que no hay marchas, como un automático. Los primeros días es complicado. Tu tendencia es a pisar el embrague en una rotonda y la mayoría de las veces lo que pisas es el freno».
También ocurre al revés: cuando un repartidor pasa de la eléctrica a una ordinaria, raro es que no se cale. «Si lo coge alguien nuevo, vamos un rato con él para que vea la diferencia. Sobre todo, por el reprise que tiene. Acostumbrado a los otros coches, es que aceleras y te puedes empotrar. Pero es cómodo; de hecho, les gusta».
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Una furgoneta que no pasa desapercibida en la ciudad. «Es muy llamativa. El sonido que hace a menos de 20 kilómetros por hora, como un silbido, a la gente le llama muchísimo la atención». Así que les tienen fichados: «¡Vosotros sois los de la eléctrica!» Sanz habla de «un mundo aún por desarrollar» en el que no valen los apaños que el repartidor hace para seguir con su ruta. «Si se te pone en la reserva, vas a una gasolinera rápido, echas un poco y ya está. Pero muchos de los que anuncian puntos de carga no los tienen activos».
Su experiencia es positiva. «Si tuviese que cambiar un vehículo para Segovia, lo reemplazaría por uno eléctrico, seguro. Aunque me gaste bastante más, a la larga lo ahorras, tanto en combustible como en mantenimiento».
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