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Fuente el Olmo de Fuentidueña multiplica por cinco su padrónSi no fuera por los temporeros, Fuente el Olmo de Fuentidueña sería otro pueblo más que agoniza. O quizás sea un espejismo. Tiene dos localidades: ... Los Valles, con nueve residentes fijos, y Fuente el Olmo, con menos de 60. Pero su padrón tiene a 357 habitantes gracias a los temporeros, aunque la mayoría viva en barracones acondicionados. «Tenemos que dar más servicios de agua o basuras, pero para lo que es el Ayuntamiento tampoco son unos gastos excesivos», subraya su alcalde, Francisco Javier Andrés. El hecho de que esta mano de obra sea principalmente femenina convierte al municipio en uno de los que más mujeres tiene en sus registros: aunque haya altas y bajas constantes, siempre oscila el 90%.
Planasa, que trabaja la planta de fresa, frambuesa, espárrago o ajo, es una de las empresas del sector con más trayectoria en la provincia. El Consistorio recibe un listado con los trabajadores, que en muchos casos llegan en autobús a empadronarse. En estos meses de temporada baja suma entre 150 y 200 empleados, una cifra que en la alta —entre octubre y diciembre, también entre enero y febrero— supera los 800 y roza el millar. En verano llega otro empujón, pues solo trabajan la planta y hace falta personal para quitar la flor. «Están dos, tres o cuatro meses y luego se van para su país», explica Andrés. O se mueven por España a otras plantas de la propia empresa.
El requisito para el empadronamiento es un contrato de trabajo y un certificado de la empresa de que reside en sus instalaciones. Su fluida metodología sorprende a otros pueblos con más dificultades. «Al final, solo tienes que tener buena sintonía con la empresa. ¿Para qué les vas a poner pegas? Es que si no lo hacen así tampoco pueden tener tarjeta sanitaria». El principal reto, pues el alcalde lamenta «el déficit de médicos en toda la zona». En Los Valles va un día al mes y en Fuente el Olmo de Fuentidueña, tres días a la semana. «El día que hay mucho trabajo allí, al final dejan ciertos pueblos más abandonados porque no pueden llegar a todos, está claro».
El problema son los trámites. «La gente del pueblo, aunque sea mayor, ya está concienciada de que tiene que pedir cita previa, pero ellos necesitan a alguien que se la pida». La empresa tiene traductores, clave para interceder en los barracones o explicar los problemas al médico. Sin embargo, «hay veces que no entienden nada, las cosas como son».
Las generaciones anteriores, fundamentalmente búlgaros, rumanos o polacos, se quedaron a vivir y hasta han abierto negocios como uno de los dos bares del pueblo. «Muchos han ido alquilando y comprando casas. Pero no solamente en Fuente el Olmo, también en Torrecilla de Pinar, Cuéllar, San Miguel de Bernuy o Cantalejo. Ya han creado su familia y no tienen que andar yendo y viniendo».
Ante la falta de oferta en estos países, las últimas llegadas son hombres de Senegal y mujeres de Marruecos. La mayoría —más de 500— viven en unas viviendas prefabricadas acondicionadas por la empresa, que ha sumado otras que el pueblo reformó y sacó a subasta como las escuelas o la casa del médico. Entre ambos espacios públicos hay cama para otras 60 o 70 personas, algo necesario para respetar las costumbres culturales; desde separar los alojamientos entre hombres y mujeres a facilitar espacios en el suelo, desde comer a rezar. «Cuando se quedan temporadas un poco más grandes o saben que les van a volver a contratar, ya alquilan a particulares para estar con la familia».
La recogida de basuras la realiza la Comunidad de Villa y Tierra de Fuentidueña, con 21 pueblos de la provincia de Segovia. «Si hacen falta más contenedores, lo gestionan ellos; no andamos diciéndoles que ha venido más gente. Estamos muy bien servidos». El pueblo dimensionó el abastecimiento de agua con un depósito más grande hace unos años. «Aunque venga gente, damos abasto con ello».
Sumar esos vecinos al padrón supuso el año pasado 50.000 euros más de ingresos procedentes del Estado. «Es dinero. Habrá quien dice que es trampa, pero nos ha venido así y no podemos negarnos. Para el secretario es más trabajo, que está empadronando gente todos los días que viene». Algo que a fin de cuentas agradece. «Un día por la tarde vienes desde Cuéllar y no te encuentras a nadie por los pueblos. En cambio, aquí ves gente moverse. Para bien o para mal, pero es lo que hay».
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