Las familias monoparentales piden ayudas para la conciliación y tener más hijos

Sin nada cercano a una asociación que defienda sus intereses, la muestra segoviana pide que se reconozca su estatus: quizás no equipararlo al de las familias numerosas, pero sí apoyar su existencia como fomento a la natalidad y a la conciliación. Porque estas madres –la inmensa mayoría son mujeres– asumen su odisea a costa de su bolsillo o de la generosidad de su familia, que sirven el apoyo necesario. Y se quedan con la espinita de no tener un segundo hijo.

Esther Bermejo presentó una moción en el pleno del Ayuntamiento de Segovia del 2 de febrero de 2019 cuando era concejala por Centrados pidiendo bonificar a las familias monoparentales en las tasas municipales. Se encontró entonces un colectivo huérfano y buscó información en una asociación madrileña. «En Segovia no había nada, y en Casilla y León se considera familia monoparental cuando tienes dos hijos solo y las ayudas son por renta». Su relato desde entonces es que este modelo familiar está en auge, aunque no esté organizado. «Y no tenemos ayuda de ningún tipo», incide Bermejo.

Cinco años después, solo consiguió un descuento del 50% en la escuela municipal de música: de 11 euros al mes a 5,50. «No salimos de pobres», bromea.

«La mayoría de familias monoparentales tiramos de abuelos, tíos o primos mayores», resume esta madre segoviana, que se quedó en el puesto 17 de la lista de reserva para entrar en las guarderías de la Junta. «Todo es cuestión de renta, pero si no tienes un trabajo un poco decente no te metes a ser una familia monoparental», explica.

El salario mínimo anual (15.876 euros) se queda corto. «Ni de coña, por lo menos, el doble. Con una renta normalita no te lo puedes permitir», añade Esther Bermejo. Defendió aquella moción porque el aumento se esta figura no se traslada en ayudas. «En el curso de mi hijo hay tres familias, no soy una excepción». Pone como ejemplo la prioridad en guarderías o comedores en la Comunidad de Madrid, sin tener en cuenta la renta, o el carné de la Comunidad Valenciana, con derechos que no distan en exceso de las familias numerosas. «Equipararlo, a lo mejor no; pero sí que hay que estudiar la realidad que tenemos», reclama.

Una familia puede convertirse de forma forzosa en monoparental por la desaparición de uno de los progenitores, ya sea por decisión propia o por fallecimiento. Pero la mayoría son deseadas, es decir, responden a la voluntad de una mujer por ser madre, alimentada por su independencia económica y el cambio social en las relaciones. «Ahora no aguantamos ni una», resume Bermejo. «Antes las relaciones parecían para toda la vida, quizás más basadas en la interdependencia entre ambos. Llegas a una edad, has tenido relaciones que no han salido bien y como espere un poco más ya no puedo tener hijos», reflexiona la segoviana.

Su propuesta iba orientada a facilitar la conciliación: aliviar los gastos para invertir ese sobrante en apoyo. «Es una persona sola para cuidar a otra, al final tienes que tirar de alguien;pero hay gente que no puede y tienes que contratar a alguien para que te eche una mano», subraya. Más puntos para guarderías públicas, elegir el colegio más cercano, comedores escolares o campamentos. El tiempo es la divisa más preciada. «¿Por qué no te dan la baja maternal y la paternal? Estaría muy bien que nos doblaran los permisos», y así se evitaría que tuviera que ir a la guardería con cuatro meses y medio, apunta Esther Bermejo.

Actividades extraescolares como la piscina (unos 12 euros al mes), inglés (80), deportes de equipo como fútbol o baloncesto (unos 50) o la música, esos 5,50. El colegio suma con el tramo de Madrugadores (15), comedor (70) o el tramo entre el fin de las clases y el comienzo de la jornada de tarde. La lista de gastos es extensa. «Contratar a alguien para que le recoja del cole, juegue un rato con él y le lleve a la extraescolar son unos 400 euros al mes», calcula esta madre. Hay que sumar gastos de ropa –estima unos 400 euros al año– o material escolar –unos 300– porque el criterio de renta aparta a las familias de las ayudas para libros de texto.

«Si cada vez hay más familias monoparentales, en vez de dar ayudas a discreción a lo mejor hay que plantearse de qué manera puedes ayudar a la sociedad a que tenga más hijos», afirma. Porque la natalidad va vinculada directamente a los ingresos. «Yo me voy a arrepentir toda la vida de no haber tenido tres, pero hipoteco la vida de mi familia». Algo que no solo explica por el ámbito económico.

«Al final, dependen solo de ti. Como me pase algo, la que lío. Por eso las familias son de uno o a lo sumo dos si ha tenido mellizos. Y no por falta de deseo, sino porque no hay un soporte más que el familiar», explica Esther Bermejo. Ante esta realidad, la decisión de construir una familia depende de los cimientos, pero la presión sobre esos tíos y abuelos se duplica cuando solo cuenta el árbol genealógico de un progenitor para repartir tareas.

La conciliación mejora con la edad. «El primer año es duro, pero luego puedes hacer muchas cosas con ellos». Porque una familia monoparental genera miembros independientes. «Más conscientes, tienen que madurar antes, hay que ayudar. Yo tengo un niño de seis años y hace cosas en casa. Esto es un equipo», asevera. Un formato que rara vez muda a biparental. «La gente que conozco ha podido tener pareja, pero no hacen familia tradicional. El hijo es tuyo».