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Jugadores del Caja Segovia celebran el título de campeón del Mundo en Moscú. Antonio de Torre

Diez años sin el Caja Segovia

De la Escuela a sentar cátedra en 32 años

Esta es la historia de cómo una aventura amateur para futbolistas en retirada se convirtió en referente mundial

Domingo, 9 de julio 2023, 09:21

Si los 32 años de historia de La Escuela Caja Segovia hubieran sido los de un club de alguna zona, por más recóndita que fuere, de los Estados Unidos, la gran maquinaria hollywoodiense ya se hubiera encargado de arrancar alguna lágrima en todos los rincones del planeta. Se trata de una aventura única, en la que un grupo de futbolistas en su ocaso, aprovechando la entrada en España de la variante del fútbol sala, terminaron convirtiendo una experiencia vital personal en un club referente que brilló en lo más alto del panorama mundial y supo darle una vuelta de tuerca única a dicho deporte.

Para buscar un punto de partida en la línea temporal hay que indagar, porque ni siquiera los propios fundadores se terminan de poner de acuerdo, tan informal fue aquella puesta en escena. «Realmente no existe documentación como tal de esas fechas», comenta el periodista e investigador Álvaro Gómez, autor de la biografía del club segoviano 'El triunfo de los imprescindibles'. «El año clave, 1981. Es donde aparece reflejado por primera vez el nombre de La Escuela. En este caso fue un torneo de Ferias y Fiestas. Hasta entonces habían sido Cocinas San Millán, Horno San Millán habían sido un año antes; y anteriormente estaban diseminados en varios equipos como el CNS o el Minerva».

Uno de los que, tras haber jugado en la Gimnástica Segoviana, marcó el hito fundacional y se mantuvo durante todos los años de vida del club como motor de la directiva fue Malaquías del Pozo. Sus recuerdos de aquella época permanecen más que vívidos: «Eso nace por aquellos jugadores de fútbol que ya el campo nos venía grande y teníamos que refugiarnos en un campo de 20x40 metros, que era más fácil que uno de 45x90. A partir de ahí fue una verdadera aventura en todos los órdenes, porque en los inicios nosotros nos gestionábamos nuestras propias competiciones, íbamos a jugar donde nos decían, nos pagábamos nuestros gastos o parábamos a comer en cualquier área de servicio porque muchos de los componentes eran del gremio de la restauración».

La aventura ganó envergadura de verdad cuando el equipo se embarca, desde el primer momento, en la Liga Nacional de Fútbol Sala (LNFS) a partir de 1989. Sin embargo, no se pueden pasar por alto dos temporadas en las que de alguna manera aquellos pioneros entrenaron lo que era manejar una máquina económicamente muy fuerte. Fueron los años con una empresa que algunos de los directivos de entonces no terminan de tener claro si era legal del todo o no: Prodiecu. «Nos tenemos que ir a la temporada 1986-1987. Les patrocinó con 7 millones de pesetas», comenta Álvaro Gómez entre risas. «Al siguiente llega Juan Montero, que entonces era seleccionador nacional y se pasa de 7 a 20 millones de pesetas. Estamos hablando de 120.000 euros de aquellos años. Te traes al seleccionador nacional y haces un equipo en el que tiras la casa por la ventana». Ese dinero casi se marchó igual que vino porque «parecía que éramos el Real Madrid», como rememora un hombre que ha pasado por todos los puestos de la directiva como es Jesús Fernández. «Hacíamos concentraciones en el hotel Puerta de Segovia, viajábamos como los mejores y el equipo se cayó». Por entonces todavía se jugaba en el pequeño pabellón del colegio Maristas.

De Elías a Daniel

La construcción del pabellón Pedro Delgado y la mudanza del equipo desde los Maristas a aquel coso, mucho mayor, supuso un salto inmenso en el arraigo social; pero también una preocupación.

No obstante, aquella directiva había ido aprendiendo con el tiempo sobre cómo ir dando pequeños pasos hacia la profesionalización. En el año 85, por ejemplo, descendieron deportivamente pero se salvaron por una reestructuración. Aquello les sirvió para ver que necesitaban una primera vuelta de tuerca y fue cuando aparecieron los primeros jugadores extranjeros, dos paraguayos como Ricardo Rojas y 'Poroto'; o el primer fichaje de un jugador internacional con España como Anselmo Vicioso. Por tanto, cuando se vieron ante esta nueva tesitura, supieron qué hacer y volvieron a dar con la tecla o, mejor dicho, con el nombre apropiado.

Elías dos Santos celebra un gol en el pabellón Pedro Delgado. El Norte

Para pasar de 600 ó 700 personas osadamente metidas en los Maristas a alcanzar los 5.000 espectadores, de forma también quizá algo inconsciente, en los mejores momentos del Pedro Delgado, hubo que firmar al brasileño Elías dos Santos. «Era fantasía, era magia», recuerda Gómez. «Con su encanto, su magnetismo. Con todo lo que tenía, el equipo esos años unas veces estaba en 'play off', alguna luchaba por eludir el descenso; pero lo que tenían claro es que se enganchó». «Para mí ha sido el mejor jugador que ha pasado por aquí», reconoce su sucesor, Daniel Ibañes. «Ha hecho que el fútbol sala creciera. Sin él, nosotros no estaríamos aquí».

¿Quiénes son esos jugadores englobados en la expresión 'nosotros' que utiliza Ibañes? Pues son el núcleo que, de una manera completamente inesperada, iba a construir los años de gloria absoluta de Caja Segovia. Daniel Ibañes, en su momento reconocido en dos ocasiones como Mejor Jugador del Mundo, llegó a Segovia con apenas 18 años y tras una experiencia nada buena en Mejorada. José Luis Montero, más conocido como 'Pepelu', «se machacaba todas las pistas de Madrid», en palabras de 'Susi' Fernández, para encontrar jugadores. Y yendo a por otro brasileño llamado Alexandre, que a última hora se marcharía al Barcelona, topó con Daniel. «Yo creo que fue la casualidad de coger a tanta gente joven, la unión que hemos tenido nosotros. Siempre he dicho que no voy a ver a otro equipo jugar como Caja Segovia».

9 titulos en 946 días

La reflexión anterior de Daniel Ibañes forma parte de alguna manera del imaginario colectivo del fútbol sala de finales de la década de los noventa y principios de siglo. Javier Lozano era, cuando el Caja Segovia ganó el primer título, seleccionador nacional. Había saboreado una Eurocopa, pero el primer Mundial no llegó hasta el año 2000. «Caja Segovia era frescura; posiblemente la mejor época del fútbol sala a nivel nacional. Identidad, porque Segovia no sólo fue un proyecto deportivo, sino de identidad de una ciudad. Y como seleccionador, como técnico, contribuyó enormemente con su cambio de chip a que España fuera por primera vez en la historia campeona del Mundo».

La columna vertebral de aquella selección mítica era la del Caja Segovia. Sin embargo, aquello no fue fácil. Se dieron varias circunstancias. Una, el hambre de la plantilla. «Luis Amado, que era un jugador que había ido cedido, volvía. Era un chico que quería demostrar», cuenta Ibañes. «César, Orol y yo mismo no lo habíamos hecho bien el año anterior y nos gustaría demostrar. Serpa estaba dando vueltas y quería estar en un sitio estable. Riquer no jugaba tanto en Talavera». Y de lo que más hablan todos ellos a día de hoy, a través del grupo de whatsapp por el que todavía se comunican, es que sabían el rol de cada uno. «A mí me decían que no defendía, pero al final yo metía goles. Se cambiaba una cosa por otra. Igual que yo a Orol o a Adeva no les decía que tenían que meter gol, porque sabía que no podían». Daniel, ahora entrenador profesional, lamenta que hoy día es más difícil de encontrar ese entendimiento mutuo.

Desde el primer título, la Copa de España lograda el 6 de marzo de 1998, se vivieron tres años meteóricos. «Son 9 títulos en 946 días», dice Malaquías del Pozo de una manera quizá automatizada con el tiempo, pero plena de orgullo. «Jesús Candelas estuvo con nosotros poco más de un año, pero fue el que aglutinó ese proyecto deportivo al que llegaron una serie de jugadores que no eran titulares en sus equipos y que llegaron al Caja Segovia con dos cosas fundamentales para ellos. Una, poder jugar. Y otra, la ilusión de poder conseguir algo. Aquella novena Copa de España fue lo que hizo despegar, creer en las posibilidades reales de un equipo y, sobre todo, en las posibilidades reales de una ciudad. La gente estaba volcada y participó de un modo tan maravilloso que a nosotros nos hizo ilusionarnos».

En aquella temporada del despertar, la temporada 1997-98, el equipo levantó la Copa y cayó eliminado por Talavera en semifinales de Liga. La siguiente lo ganó todo: Liga, Copa y Supercopa. En la 99-00 cosecharía otros tres títulos: su tercera Copa, su segunda Supercopa y el campeonato de Europa. La 2000-01 sería la última histórica, el momento culminante. Cayó la tercera Supercopa consecutiva y sería por primera y única vez Campeón del Mundo. Doce temporadas después, y tras varias campañas en las que volvió a pelear por títulos,el club desaparecería por completo.

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