Diez años sin en el Caja Segovia
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Diez años sin en el Caja Segovia
De la cima del mundo a la desaparición«Si analizamos como si fuera un diagrama, como cuando ves la Bolsa, Caja Segovia tuvo un pico», levanta Javier Arranz su mano izquierda de forma pronunciada; «hay un momento de incertidumbre y, cuando yo llego, intentamos que haya otro pico». Al que fuera concejal de Deportes del Ayuntamiento de Segovia entre 2011 y 2014 le tocó vivir unos momentos en los que Caja Segovia de fútbol sala volvió a estar cerca de la gloria, pero terminó en la lona. La institución internamente estaba planteada casi como una sociedad anónima deportiva, aunque fuera un club. Muchos abonados, pocos socios y una directiva capaz de tomar decisiones de consenso. Con los años de eclosión meteórica, se había convertido en un club vendedor, con lo que había logrado generar otra fuente de ingresos paralela. Ocurre que, al vender talento, terminaban llegando al club jugadores con futuro, pero por hacer. Con los entrenadores pasaba lo mismo y, aunque la verdadera clave de la desaparición estribó en la absorción de Caja Segovia por parte de Bankia, quizá en lo deportivo se iban dando síntomas.
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Jesús Candelas terminó decantándose por Inter Movistar tras ganar el primer título con Caja Segovia y su lugar lo iba a ocupar un entrenador absolutamente desconocido para todos, menos para Javier Lozano. El entonces seleccionador nacional, ante la llamada de Jesús Fernández para pedir consejo, le recomendó a un entrenador joven que estaba en aquel momento dirigiendo a un equipo femenino en Castrourdiales. Cuando le dijo que se llamaba Venancio, lo primero que pensó el directivo segoviano es que «con ese nombre no puede ser buen entrenador». Venancio culminaría la labor comenzada por Candelas. A su marcha, Carlos Sánchez o el brasileño 'Beto' dirigieron etapas inciertas en las que fueron saliendo del club los jugadores que hicieron historia. Tras una transición con el segoviano Ladislao Peñas en el banquillo, llegarían las etapas de Miguel Rodrigo, Jesús Velasco o David Madrid. Técnicos jóvenes que buscaban que Segovia fuera su trampolín. «La gente mucho, mucho valor, no sé si le da a lo que hemos hecho nosotros», dice Daniel con un tono duro al ser preguntado por el equipo después de su salida. «Nosotros hemos llegado a decir que han venido equipos mejores que los nuestros, por nombre de jugadores, y no han sido capaces de hacer lo que hemos hecho nosotros. Voy a la comparación con Inter. Era un equipo profesional, era un equipo campeón. Pero era entrenar e ir a casa. Sin embargo aquí éramos un equipo que estábamos todos unidos, nos quedábamos después del entrenamiento y eso fue lo que ganamos».
Todavía, apenas dos temporadas antes de aquel fatídico 9 de julio de 2013, Caja Segovia rozó un nuevo hito. Alcanzó la final de Liga, a cinco partidos, contra el Barça. La gran estrella del equipo era un jovencísimo Matías. Pero también estaba un tal Sergio Lozano, que luego marcaría una época en el fútbol sala nacional, pero que en aquel momento estaba cedido precisamente por el Barça. «Para mí tiene muchísima importancia porque, después de diez años –señala Malaquías del Pozo– un equipo muy consolidado con dos jugadores estrella que fueron para nosotros Lozano y Esquerdinha, jugó una final de Liga que yo no olvidaré jamás. Porque parecía que era fácil que Caja Segovia pudiera perder directamente tres partidos pero fuimos a Barcelona, ganaron uno y nosotros otro, y llegamos a Segovia y nos ganaron el primer partido. Con 2-1 a su favor, llamaron a Sandro Rosell, a su presidente, porque entendían que el cuarto partido iba a ser igual de fácil que el tercero. Rosell vino a recibir el trofeo y dimos la campanada». La lástima es que, todos los protagonistas entrevistados coinciden, Sergio Lozano llegó a Barcelona fuera de las condiciones mentales deseables para dar lo mejor de sí y aquella final se terminó decantando del lado del más fuerte.
Los presupuestos del club, con los éxitos, también habían tenido que irse estirando por necesidades. Los jugadores llegaron a cobrar entre 6.000 y 7.000 euros de nómina, así que la totalidad del dinero se acercaba a los 600.000 euros. «Es verdad también que nosotros teníamos unos ingresos muy importantes», señala Fernández, «que fueron los traspasos. Nosotros cobramos dinerales por los traspasos. Los presupuestos subían, pero los ingresos también subían. Porque los contratos que firmábamos con las marcas de ropa o con Caja Segovia iban sujetos a incentivos. Es decir, si tú te clasificas entre los ocho primeros, un porcentaje; entre los cuatro primeros, tanto. Si juegas la semifinal, tanto. Si juegas la final, tanto. Si te televisan un partido, tanto. Y nosotros fuimos uno de los equipos que más se televisó en España».
Sin embargo, todo eso no hacía que Caja Segovia como entidad tuviera menos peso sobre los presupuestos. Alrededor del 60% ó 70% del dinero del club procedía de la entidad. El resto, de entre los ingresos anteriormente mencionados, subvenciones de instituciones, abonos y taquillas. En julio de 2010, Bankia absorbía a siete cajas de ahorros entre las que estaba la segoviana. En ese momento el presidente del club era Rafael Encinas: «Estamos hablando de una aportación de 300.000 euros y siempre había algunos retales que le sacábamos, de publicidad y tal. Eran unas cantidades importantes. Cuando Caja Segovia pasó a Bankia, ya nos advirtió: no queremos patrocinios de entidades deportivas. Porque no nos repercute socialmente en nada. Mientras los clubes van bien, todo es interesante, pero cuando los clubes pueden ir mal, la marca nuestra se deteriora».
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Todos los directivos coinciden en que ese fue el punto y final. Daniel Ibañes lo expresa de otra forma, como si dicho deterioro ya se viera venir: «Por decir un poco corto y mal, creo que se hablaba demasiado y se hacía poco. En el campo, fuera, en todo. Creo que ya se empezó a morir el fútbol sala. A caer. Ya no se ganaba, la gente ya no se animaba, la gente que venía a lo mejor no empujaba como tenía que empujar para que la gente viniera al pabellón. Entonces, al final esto poco a poco se fue acabando». «Nadie lo mató», apostilla Javier Lozano, presidente de la LNFS, dejando entrever que, simplemente, las instancias políticas lo fueron dejando morir. «Lo que ayer, cuando ganas y se hacen fotos y llenan los palcos, era un lunar; hoy pasa a ser una verruga y ya todo parece feo».
Es en este momento cuando se rememoran los últimos momentos, cuando en muchos de los protagonistas surge el reproche hacia la política. Pero no hacia la local, no hacia el Ayuntamiento. En una tesitura de crisis económica, las asignaciones a todos los clubes habían caído. Y sin embargo el Ayuntamiento trató de ayudar al club porque «nosotros estábamos asustados», afirma taxativamente Arranz. El club tenía las instalaciones gratis y una subvención de las más altas por estar en categoría élite. «Lo que no podíamos hacer era romper la baraja. Apoyar la salvación de un club frente al resto de clubes. Porque creo que hubiera sido un error gravísimo. Valoramos muchas opciones, intentamos intermediar entre muchos empresarios. Pusimos la alfombra a todas aquellas personas que venían a Segovia a invertir en deporte».
Mientras, de forma paralela la directiva removía cielo y tierra para encontrar un patrocinio. «Le dimos muchas vueltas, lo intentamos por todos lados. Hicimos muchas visitas, muchos kilómetros para un lado, para otro. Llamadas de teléfono, gestiones con gente conocida, menos conocida. Con políticos, con no políticos. Como para Segovia era un referente y se perdía un club con tanta relevancia para una provincia o para una capital como Segovia, pues lo intentamos, lo luchamos, lo peleamos». Los recuerdos de aquellos momentos le resultan amargos a Rafael Encinas. Las empresas pedían tiempo y tiempo era lo que el club no tenía. «El Consejo Superior de Deportes –recuerda Jesús Fernández– nos llamó porque vio la noticia en medios nacionales de que Caja Segovia no iba a inscribirse porque no tenía el dinero para hacerlo. Y altas instancias nos llamaron para decir que, si se trataba de 40.000 o 50.000 euros, que los ponían. El Consejo Superior de Deportes». A Malaquías del Pozo hubo empresarios y gente de la ciudad que le llegó a ofrecer lo mismo: pagar la inscripción de su propio bolsillo. La lástima es que se hablaba de mucho más dinero.
«Estamos hablando de personas que estaban en la política a nivel regional y que tenían cierto poder y cierta capacidad para, en un momento determinado, decir que nos apoyarían, y que nos buscarían y que nos y que nos; pero no». Es el último dardo de Encinas, que coincide con el de Jesús Fernández, que acusa a la Junta de Castilla y León de no haber cumplido. Por esa promesa, y también por la mediación de la Liga Nacional de Fútbol Sala, se trató de seguir un año más. Aquello fue un error. El club, con otro nombre y otra directiva, salió irregularmente en Segunda División con el nombre de Segovia Futsal con una deuda heredada que jamás se pudo levantar y que ha terminado lastrando al deporte del fútbol sala en Segovia. Javier Arranz intentó por su parte convencer a Daniel Ibañes de que su Segosala, con un año de vida, tomase el relevo. No estaban preparados para hacerlo. Y a la amargura de la historia de esos días se suma la imagen de un Pedro Delgado vacío desde entonces. Una masa social a la que, con un hilo de voz, Jesús Fernández espeta que, quizá, «debió echarse a la calle».
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