Borja Grande, junto a su furgoneta de reparto. Óscar Costa
Segovia

«Si Dios quiere, este oficio me va a dar de comer el resto de mi vida»

El segoviano Borja Grande se gastó 16.000 euros en un vehículo y hoy tiene una empresa con cinco empleados

Domingo, 24 de noviembre 2024, 15:31

La adrenalina de un repartidor es esquivar problemas y salir de una pieza. Que se averíe una furgoneta a mitad de mañana y limitar daños, el vehículo que interrumpe su itinerario para ayudar y recuperar segundos en cada entrega. «El otro día se nos jodió ... una furgoneta, acabamos a las siete y media de la tarde, pero dijimos, somos unos fenómenos, hemos entregado 240 notas en mano en diez horas». Borja Grande saca pecho tras haber sobrevivido una jornada más. «Es estrés, muchas calles, muchos domicilios, las máquinas, los albaranes... pero es ameno, ves gente. Yo soy feliz en mi furgoneta con mi música, no me hace falta más», confiesa este joven segoviano.

Publicidad

Cumplidos los 31 años, se subió al transporte hace ocho después de una breve trayectoria como carnicero en un matadero y como comercial multiusos de una empresa de productos avícolas. «Me puse a hacer un módulo de electricidad, pero yo para los estudios no valía», reconoce. Un buen amigo repartidor con el que coincidía por la Calle Real de la capital segoviana mientras él vendía huevos o pechugas le abrió un mundo. «Vente conmigo, que tengo muchos paquetes, verás cómo ganas dinero», le animó. Dos meses después, se compró una Renault Master por 16.000 euros que cubrió con ayuda. «Un poco de mi padre y un poco que me dio el banco. Empezamos empeñados desde el minuto uno». Así se lanzó a la vida de autónomo.

«Es estrés, muchas calles, muchos domicilios, las máquinas, los albaranes... Yo soy feliz en mi furgoneta con mi música, no me hace falta más»

Borja Grande

Empresario de transporte

Un buen jornal que no dejaba ahorros por los pecados de juventud, el peaje de las fiestas. Pero el negocio iba a más, compró una Peugeot Partner y metió a un primo. El autónomo se convirtió en empresario, pues ahora tiene una sociedad limitada con su nombre. Dispone de cinco vehículos, cinco empleados y cinco rutas. Es la excepción a su generación, pues este año ha tenido más dificultades que otros para encontrar mano de obra.

«Yo me dedico a esto porque lo veo como un oficio y creo que es lo que me va a dar de comer, si Dios quiere, el resto de mi vida. Y si seguimos así, a otras cinco personas», subraya. Así ha encontrado empleados a través de conocidos o de Instagram. «Las redes sociales son más rápidas que el paro», afirma el empresario.

Publicidad

«Las incidencias son porque la gente no está en casa, no me ponen el piso o me llaman para que corten mi ruta y se lo lleve»

Borja Grande

Empresario de transporte

Horarios restringidos por la carga y descarga, cuyas plazas están a menudo ocupadas por otros vehículos de paisano. Las averías, ese embrague que falla a las 12 de la mañana. O los errores en plena ruta. «Basta con que se te mueva un paquete, se te caiga a la caja siguiente, te has ido de la zona y te toca volver a entregarlo». Para paliarlo, organiza los itinerarios de forma circular para dejar margen a una segunda vuelta. También crea rutinas, que cada repartidor tenga siempre la misma ruta para entregar entre un 93% y un 97% de los envíos. «Las incidencias son porque la gente no está en casa, no me ponen el piso o me llaman para que corten mi ruta y se lo lleve», revela Borja.

Una pequeña empresa nota el Black Friday, pero un repartidor da para lo que da, no hay milagros. El volumen por ruta sube entre un 30% y un 40% –de unas 550 notas hasta las 800–. Los conductores echan horas extra y suman algún retén a media jornada.

Publicidad

«Sube de una manera cada vez más desorbitada, yo hace años notaba un incremento, a lo mejor, de un día», recuerda tiempos más holgados. Llevan con más trabajo desde octubre porque en sus rutas hay mucho reparto chino como AliExpress o Temu. También hace mudanzas y otros transportes de mercancías ligeras.

Mide su progreso a lo largo del tiempo en calidad de vida. «Cuando empecé, salía a las siete de la mañana, venía a las ocho de la tarde y llenaba dos furgones enteros. Con un poco de paciencia, he conseguido que echemos nuestras ocho horitas y podamos ir a casa tranquilamente a las cinco de la tarde». Eso si no pasa nada raro.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

0,99€ primer mes

Publicidad