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El transporte aplaza la transición al vehículo eléctrico hasta que haya subvencionesLa implantación del vehículo eléctrico en el transporte segoviano es residual, apenas hay ejemplos en taxis –varios de la capital y la intención de sumar alguno más en la provincia– y alguna furgoneta de reparto: porque no necesitan tanta autonomía, sus cargas son más rápidas ... y la diferencia de precios frente a los modelos con combustible fósil es menor que en los camiones o autobuses. El sector asume inevitable el desenlace, el futuro eléctrico, pero augura una transición muy lenta. La voluntad de ser menos contaminantes es cada vez mayor, pero no hasta el punto de poner en riesgo la viabilidad de la empresa. Los transportistas quieren ser eléctricos, pero piden al Ministerio de Transportes ayudas para poder adquirir los nuevos vehículos a un precio similar al de las cabinas de gasolina.
La acreditación para operar en zonas de bajas emisiones incentiva al vehículo eléctrico, por eso los taxis son vanguardia. En esa línea entra la incorporación prevista para octubre de cuatro autobuses al transporte urbano de Segovia, en concreto a las líneas 11 y 12, que comunican la ciudad con la estación del AVE, y a la 4, circular. Las pruebas de Avanza, la empresa concesionaria, fueron satisfactorias para el Ayuntamiento, que retirará de la circulación cuatro vehículos que llevan más de diez años en circulación y asegurará la carga mediante un punto construido cerca de las cocheras, en el polígono de Hontoria. Pero en el vehículo industrial las cosas son más complicadas.
El director general de Asetra, Fernando García, estima en unos 300.000 euros el precio de una cabeza tractora que en diesel cuesta unos 150.000, una comparación que extiende a los autobuses. En parte, lo explica la falta de demanda. «Esto es una economía de escala. Cuanto más produces, más barato te cuesta cada uno. Con el tiempo, yo quiero pensar que se va a reducir el precio. ¿Cuánto tiempo? Vete tú a saber». Y lanza el guante a las administraciones. «Si queremos que haya una descarbonización, debe haber algún tipo de incentivo económico».
El Gobierno canalizó una línea de fondos europeos a través de las comunidades autonomías que espera resolución. «El ministro de Transportes [Óscar Puente] ha dicho que se buscarán fondos para incentivar la adquisición de este tipo de vehículo, pero no hay nada. Los presupuestos de 2014 están cerrados y no sabemos si en 2025 habrá algún tipo de ayuda».
Las dimensiones del tejido empresarial segoviano no ayudan. García explica que una empresa grande tiene un margen para afrontar esta compra, aunque solo sea por imagen. «A lo mejor se lo puede permitir. Pero para una pequeñita, como son las de la provincia, es muy complicado». Hay posibles pioneros como un negocio local que se dedica al transporte de mercancías por carretera –de tamaño medio, unos 20 vehículos– que va a realizar en los próximos meses pruebas con dos cabezas tractoras eléctricas para rutas muy concretas, sin excesivo kilometraje. Las marcas, necesitadas de colocar sus modelos en el mercado –hay quien apuesta por el eléctrico, por el hidrógeno o por un abanico más amplio– les prestan los vehículos y los empresarios pondrán en sus instalaciones un punto de recarga.
Otro freno está precisamente en los puntos de recarga. El balance de Asetra es que hay «pocos» y no vale cualquiera: un vehículo de grandes dimensiones no puede enchufarse a los postes de la estación de autobuses. Otra incógnita añadida está en la duración de las baterías, así como el coste de sus recambios o de su reciclaje. «Hablan de ocho años, pero lo que no te dicen es cuánto cuesta una nueva».
Pese a la lenta implantación del eléctrico, García asume el futuro. «Lo que está claro es que los motores de combustión se van a acabar con el tiempo». El enigma de las empresas es cuándo pasarse, así que prima la necesidad, por ejemplo, los requisitos para acceder a ciudades como Madrid. «Los demás, ahora mismo no se lo están planteando». Una revolución en el horizonte, llegue cuando llegue.
«Va a cambiar muchísimo todo. Para empezar, se acaban los talleres. Ya no va a haber grasa ni líquidos, los trabajadores se tienen que reciclar. A fin de cuentas, el motor es como el de una lavadora». Algo que no solo afecta a los puntos de atención al público, sino al mantenimiento de los fabricantes. «El tema es de bastante calado».
Con el contexto actual, esa disparidad de precios entre unos vehículos y otros, la apuesta de una empresa está en amortizar la inversión a través del valor de marca: sumando clientes por su concienciación ambiental. La pregunta es si estos clientes están dispuestos a pagar más porque sus portes contaminen menos. «Algunos sí y otros no. En general hay conciencia. Un empresario vive en el planeta, sabe lo que está pasando. Entre todos tenemos que poner nuestro granito de arena. Pero si tengo un negocio, lo primero es una sostenibilidad económica. Otra cosa es que como particular me compre un Tesla».
Menos sospechas transmite su fiabilidad o su potencia. «El rendimiento del motor se obtiene antes que en un vehículo de combustión. Pues gran parte de la energía que utiliza este último es para ponerlo en marcha». Cambiará la forma de conducir porque el acelerador requiere más tacto.
Fernando García
Director general de Asetra
Aunque los vehículos industriales tienen un control de velocidad, García no lo ve sencillo. «Al conductor hay que formarle. Pero el mundo es cambio, hay que adaptarse». Aunque la UE lidere el proceso, tanto en el transporte público como el privado, espera una transición lenta. «Va a ser despacito».
Asetra secunda una reivindicación de otras patronales del transporte. «La descarbonización no quiere decir electrificación». García habla de vehículos de hidrógeno y de carburantes HVO –las siglas en inglés de aceite vegetal hidrotratado– con cero emisiones netas a la atmósfera porque captura el mismo CO2 que expulsan los vehículos por el tubo de escape a través de productos como el aceite de cocina usado.
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La Junta de Castilla y León tiene un proyecto piloto en nueve rutas de autobuses de la región, una de ellas en Segovia. «Lo que queremos es que se pueda utilizar y sea más económico, sobre todo para el transporte profesional. Y que la Dirección General de Tráfico conceda a esos vehículos el distintivo medioambiental cero».
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