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«Después de la seis voy a ir a la Guardia Civil y luego vuelvo al trabajo». Alina Erica, de origen rumano y 37 años de edad, mandó este mensaje a una amiga este viernes. «Ya no podía más», cuenta a punto de romper a llorar. Alina, a la que muchos en La Granja de San Ildefonso conocían cariñosamente como Ana, estaba dispuesta a poner en conocimiento del Instituto Armado el acoso al que le sometía quien había sido su pareja hasta hace un mes, Dan Ciule, también de nacionalidad rumana y de 42 años de edad. Así hizo, fue al cuartel, pero le dijeron que estaba cerrado. Al tratarse de un posible caso de violencia machista, la patrulla la visitó poco después y «la atendió», explica la subdelegada del Gobierno en Segovia, Lirio Martín, quien incide en que, aunque un puesto esté cerrado, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado nunca pasan por alto el testimonio de una posible víctima de violencia sexista. Añade que la mujer avisó a los agentes de lo que le sucedía, pero «no les contó ni amenazas ni agresiones, sino otros hechos».
La subdelegada se refiere a un incidente de esta semana en el que Dan Ciule había entrado en la casa de Ana y había sacado la ropa de los cajones y la había tirado y revuelto por la vivienda. Luego hizo unas fotos y las colgó en Internet. No tuvo que forzar la entrada porque tenía aún las llaves, aunque Ana le había pedido que se las devolviera. Martín concluye que la mujer «no presentó denuncia» y apostilla que «no había indicios de agresión ni de amenazas», a tenor de la declaración que hizo a los agentes; aunque a partir de su testimonio se abrieron unas diligencias que iban a ser remitidas al juzgado. «Sin una denuncia previa no se puede poner en marcha el sistema adecuado de protección de los Cuerpos de Seguridad del Estado», subraya Lirio Martín.
Al día siguiente, apenas unas horas después de la conversación con la Guardia Civil, Ana fue asesinada por su expareja en plena calle, en la carretera de Madrid, muy cerca de la rotonda de entrada al Real Sitio por la CL-601. Había bajado de casa con su hijo, de 16 años, y con el perro. Ella se encaminaba como cada día a trabajar en el restaurante La Panadería, cuyos dueños están desolados por la tragedia. De hecho, uno de ellos había acompañado a Ana hasta su casa la noche anterior, una vez acabadas las labores en el local. Sabía el miedo que tenía desde hace un tiempo y trataba de protegerla. Su hijo, de 16 años y fruto de una relación anterior, también se ofreció a primera hora de ayer a ir con ella al trabajo, pero su madre le dijo prefería que se quedara en el parque del cercano campo de polo con la mascota. Unos metros después, ya sola, su expareja la abordó. Testigos cuentan que hubo una discusión, gritos y que en plena disputa él sacó un cuchillo y la apuñaló varias veces. Acto seguido, Dan se cortó el cuello.
Todo sucedió en torno a las ocho y media de la mañana. Ana agonizaba en la calle. «Un hombre corpulento ha tratado de reanimarla» antes de que llegaron los sanitarios y la ambulancia, afirma una testigo. Pero fue imposible salvarle la vida. La Guardia Civil acordonó el lugar en el que los investigadores examinaron al detalle el sitio durante más de tres horas, recogiendo restos de ropa y posibles pruebas en el escenario del crimen.
Vecinos y algún que otro turista curioso se arremolinaban tras el precinto. Una mujer que se identifica con el nombre de María conocía a Ana. En sus palabras atropelladas mezclaba la rabia y la tristeza. «¡Había ido al cuartel y no la hicieron ni caso!», se lamentaba indignada. «¿Es que tienen que matar a alguien para que hagan algo?», se preguntaba en voz alta. «No lo entiendo, es que no lo entiendo, es increíble», reiteraba con enfado.
Al lado suyo, una joven lloraba en silencio. Dice que no quiere revelar su nombre pero lleva casi desde el principio allí, absorta. «No me lo puedo creer», repite. Señala que una testigo, vecina de la calle donde ha tenido lugar la tragedia y que acaba de irse con la Guardia Civil, ha declarado que «la apuñaló por la espalda y la dio dos más en el suelo. Ella aún vivía porque pedía auxilio». Con Ana tendida, el presunto asesino se cortó el cuello, añade. El hombre ingresó en estado crítico en el complejo hospitalario de la capital segoviana. Tras ser operado de urgencia, pasó a la UCI, donde falleció a primera hora de la noche de ayer por la abundante sangre que perdió.
Poco antes del mediodía, el juez ordenó el levantamiento del cadáver y una hora más tarde el precinto cayó y el tráfico volvió a a la calle, que permaneció cortada toda la mañana.
El alcalde del Real Sitio de San Ildefonso, Samuel Alonso, acudió al lugar de los hechos y, tras ser informado por el Instituto Armado de lo que había sucedido manifestó su «repulsa y reprobación» contra «este tipo de conductas». Al igual que la subdelegada del Gobierno, condenó el asesinato de Ana, a la que conocía «de vista», y expresó sus condolencias a la familia. El Ayuntamiento ha convocado para hoy a las 13 horas una concentración a la puerta de la Casa Consistorial como muestra de rechazo a la violencia machista, que esta vez ha golpeado y consternado al municipio granjeño. Las banderas ondearán a media asta en memoria a la mujer asesinada.
La Subdelegación también ha previsto convocar un acto, que tendrá lugar mañana, a la puerta de la sede del Gobierno en la provincia y al que se van a sumar todas las subdelegaciones de Castilla y León. Lirio Martín ha insistido en el llamamiento a las mujeres que se sienten amenazadas y que sufren cualquier tipo de agresión, ya sea verbal, física o psíquica, a las que reclama que acudan a las Fuerzas de Seguridad y que tramiten la denuncia pertinente. En Segovia, desde 2003, han muerto a manos de sus parejas o excónyuges tres mujeres.
«Puso mi casa patas arriba. Hace vídeos en la red, me manda mensajes sin parar, me llama, me amenaza (...) Estoy pasando una pesadilla». Este es uno de los mensajes que Ana mandó a una amistad hace unos días. «Yo no sé... Después de las 18 [horas], pero voy a ir a la Guardia Civil y luego de eso vuelvo a trabajar», le avisó la mujer ahora asesinada a su amiga, quien le respondió que esperaba su llamada. «Espero poder», contestó Ana.
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