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David Llorente tuvo el domingo en La Seu d'Urgell el día que pudo valer perfectamente una medalla olímpica de haber sido convocado para los Juegos de París. El segoviano logró la plata en la última prueba de la Copa del Mundo de kayak cross, solo superado por Joe Clarke, el mejor del mundo en esta modalidad de aguas bravas en la que los palistas se miden entre sí a través de bajadas eliminatorias. Un currículo al que suma su bronce en el Europeo en mayo, pero la Real Federación Española de Piragüismo le dejó fuera por unos discutibles criterios técnicos. «Esto es un consuelo de tontos, porque yo lo que quería era ir a los Juegos, pero en las oportunidades que me han dado este año, más o menos he rendido». Y eso que en realidad la dificultad era mayor que en la cita olímpica, pues allí las plazas nacionales están restringidas y hay palistas de peor nivel para ampliar el número de países a cambio de dejar fuera a otros mejores de federaciones ya representadas.
Una vez que conoció el 17 de junio que no será olímpico, «sin buscar culpables» pasó de deportista a persona corriente que quería disfrutar sus vacaciones con sus amigos. «Habían cogido las vacaciones para ir a verme y pude estar con ellos todo ese tiempo. Viví los Juegos desde la parte del fan». También tuvo el privilegio de estar en la villa olímpica con sus compañeros y ver a viejos amigos de otros deportes. Estuvo en el canal para seguir la jornada frenética de kayak cross, después de vivir uno de los días grandes en una pista de atletismo: la final de los 100 metros masculinos. «Está claro que hubiese cambiado cualquier cosa por estar ahí compitiendo, pero lo disfruté de otra forma».
Quizás más desde dentro de lo que pensaba, pues fue comentarista de Eurosport. Y tuvo que improvisar cuando no había señal. «Nadie me ha dicho nada malo», bromea, más allá de algún amigo le pedía que hablara más. Pero cumplió con nota su rol de comentarista. «Era el experto, tenía las pinceladas. La gente me dijo que conseguía transmitir de una forma sencilla, para que el público que no supiera también lo entendiera. Cuando sabes mucho, a veces pecamos de decir unas palabras técnicas que el 80% no conoce». También captó los tiempos. «Cuando hablo con mis amigos suelo hacerlo muy rápido y a veces no pronuncio bien. Pero me sentaba en la cabina, me ponía el micrófono y era todo más pausado. Ojalá los siguientes los pueda ver compitiendo, pero si no, repetiría encantado».
Tras su última competición del ciclo olímpico, en Praga, volvió a casa y perdió casi cinco kilos en dos semanas por la tensión de si iba o no a París, sin apenas dormir. Fue después allí: porque podría llegar a competir si uno de los dos olímpicos españoles sufría una lesión –no era tan descabellado, Pau Echaniz tuvo una caída tonta, pero tras lograr el bronce en K-1– y como sparring. De ese mantenerse activo al parón total: casi 40 días fuera de la piragua. «La verdad es que no me apetecía, quería aprovechar para hacer otras cosas. Llevaba tres años pensando casi día a día en este deporte. Quería disfrutar y coger pilas porque ahora viene otro y hay que volver a tope». La actividad justa: dos días de golf, un gimnasio en la villa olímpica y alguna salida contada en bici con un amigo. Habla del 'buffer' –la carga acumulada– de diez años entrenando como explicación para mantener la forma. «Aunque tú mismo no lo pienses, te sigues cuidando más que el 90% de la población».
Quedaba un campeonato de España y dos pruebas de la Copa del Mundo. Cuando volvió a La Seu d'Urgell, apenas notó la ausencia. En el nacional, hizo mejor tiempo en slalom –quedó tercero por una penalización– y sumó el segundo puesto en kayak cross. Después, en Ivrea (Italia) se veía con opciones de medalla en kayak cross, pero fue descalificado por los jueces al entender que movió demasiado la puerta 1 al pasar por ella. «Pero las sensaciones fueron muy buenas». Y las plasmó finalmente en La Seu, que cerraba el calendario internacional de 2024.
Llorente se rehízo al disgusto del viernes en K-1, pues su buena bajada en semifinales se quedó apenas a cuatro décimas de meterse en la final. Pero tenía ritmo. En la primera bajada de kayak cross –se hace en solitario y sirve para emparejar a los palistas en las eliminatorias en base a esos tiempos– ya fue cuarto. Eso le permitió elegir la rampa de salida en un canal que conocía: la tercera, la del medio a la izquierda, la que iba más directa a la corriente. Esos detalles que marcan diferencias.
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En los cuartos ya se midió a Manu Ochoa– el representante español en París– y Jan Rohrer, subcampeón de Europa, con el que repetiría en semis para dejarle fuera, junto a otro especialista reputado como Boris Neveu, subcampeón del mundo, y así pasar a la final junto a Clarke, con el que tiene un cara a cara favorable, pero es intratable en las finales. Como en el Europeo, el británico salió mejor y se llevó el oro. «Es por ahora imbatible». Campeón de todos los mundiales de esta joven modalidad, aunque fue plata en París. Una rivalidad preciosa –el segoviano entrenó en su casa una semana–, como con Pedro Gonçalves, el brasileño que quedó tercio. «El podio fue bonito porque estaba con amigos».
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