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La puesta en práctica de la nueva ley educativa ha alimentado un debate que lleva ya un tiempo sobre la mesa en los centros educativos segovianos: hasta qué punto las nuevas tecnologías suman al aprendizaje o cómo su mal uso supone un obstáculo. Los medios ... condicionan las tablets o pantallas de cada colegio, pero hay una clara tendencia a evaluar su uso y apostar más por llevar la tecnología a la metodología –trabajar con proyectos– y no tanto limitarse a usar en el ámbito digital el mismo contenido del papel.
El colegio Cooperativa Alcázar se define como un centro modesto. «Los recursos tecnológicos que tenemos son pocos. Vamos cada año haciendo lo que podemos», subraya su director, Óscar Muñoz. El centro dispone de un aula de informática y paneles interactivos en las clases. «Otros centros tienen los libros de texto en las tablets, que son el día a día del alumno. Nosotros complementamos lo antiguo con las nuevas tecnologías, intentamos sacar lo mejor de cada uno. Hay que buscar un punto intermedio entre pasado y futuro».
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La apuesta del centro está en las competencias digitales y está probando nuevas metodologías para su alumnado como la Steam (las siglas en inglés de ciencia, tecnología, arte y matemáticas), enfocada en la resolución de problemas a través de la programación, la robótica o la inteligencia artificial. Se implantará en octubre y durante septiembre todos los profesores de infantil y primaria –el próximo curso se aplicará a secundaria– acuden por las tardes a un cursillo con formadores específico. «A nosotros también se nos evalúa. Se trata de trabajar cualquier asignatura que se dé de forma convencional no solo con una pantalla, sino con proyectos».
El Fray Juan tiene una certificación del nivel de competencia digital (CoDiCe) de cuatro sobre cinco; han tenido años con tres y otros con cinco. El centro está en una fase de revisión y empezará una formación de todo su profesorado de cara a una «reflexión crítica» sobre el uso de las nuevas tecnologías, apunta su director, Luis Alberto Gonzalo. «Lo tenemos un poco apartado. Muchas veces, en lugar de tener un libro de texto lo tenías en la tablet o en el ordenador. No lo veíamos viable. Seguramente, es fácil que demos un paso atrás». Habla la tecnología como una herramienta que requiere de un elemento didáctico en la enseñanza que justifique su uso. «Para tener una tablet, tienes un libro».
Gonzalo subraya que «tiene que haber algo más» para recurrir a un dispositivo tecnológico. «Tiene que haber un cambio de idea». El centro trabaja con proyectos hasta segundo de Primaria, es decir, sin libros. «Eso queremos llevarlo más adelante, en más etapas». Y apenas utiliza dispositivos en infantil. «Se usan cuando hay algo que el maestro no puede hacer». En esencia, proyectos de investigación. Él, que imparte educación física, pone como ejemplo los juegos populares en China.
El Colegio Claret defiende las tecnologías exclusivamente como herramienta de aprendizaje y pone ejemplos como proyectos en 3-D. «Cuando son un distractor, no cumplen su función. Estamos en un mundo tecnológico, hay que educar a los alumnos para un uso educativo de la tecnología. Muchos de los problemas que se plantean a nivel social son por su mal uso, eso también es un reto», defiende su director, Juan José Raya.
Su centro es parte de un sistema mixto de implantación tecnológica. «Tenemos una implementación fuerte, pero no hemos eliminado el papel». Por eso defiende la escritura a mano: «No renunciamos a la libreta». Y diferencia edades: «No es lo mismo un tercero de Primaria que un tercero de ESO. Tiene que haber una gradualidad en el acercamiento a la tecnología». Que en su caso arranca en infantil. Raya va más allá de la tecnología y habla de competencia digital, un concepto recogido en la nueva ley. «No es usar un dispositivo, es algo que vamos a necesitar a lo largo de nuestra vida».
El Claret defiende su condición de centro bilingüe. «Vamos hacia una ciudadanía global donde la competencia lingüística va a ser absolutamente necesaria». El programa de la Junta, en revisión desde hace varios años, busca remediar un claro punto débil. «Siempre se dice que en España somos muy buenos en gramática, menos en speaking. La comunicación hablada es la gran dificultad, no solo en el ámbito educativo, sino en la sociedad en general».
Muñoz sitúa al Cooperativa Alcázar como uno de los «fieles seguidores» del bilingüismo. «Como lo tenemos desde los tres añitos a los 16, sí que vemos una evolución. Adquieren una riqueza de vocabulario que no existiría sin él». Sitúa la clave en cómo trabajar las asignaturas en el aula. «Nosotros tenemos un acompañamiento en castellano muy importante. Tienen que adquirir los conocimientos de la asignatura y el vocabulario en inglés, ambas cosas». Todos sus alumnos de infantil y primaria y la mitad de los de secundaria cursan su oferta bilingüe. La otra mitad de estos alumnos son la excepción. «Si tienen dificultades con el idioma, tenemos que ser honestos y realistas con ellos».
El Fray Juan dedica una hora de inglés a un formato más inmersivo, con canciones, poesía o lectura. «Para nosotros, o hacemos el bilingüismo de una manera total, con la complicidad de los padres y profesorado nativo o nada. Nunca lo hemos llevado a cabo ni lo hemos pedido». Su director ve muchas carencias en el sistema. «Al profesorado le falta mucha formación y necesitaríamos una implicación de la comunidad educativa. Yo puedo estar dando inglés, pero si luego no hago ningún esfuerzo en casa, de poco me sirve». Para sus alumnos de quinto tienen un programa de intercambio con una ciudad inglesa y pasan una semana en Asturias.
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