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Algunas de las mariposas expuestas y Martín de Frutos durante la inauguración de la exposición. El Norte
El coleccionista de mariposas de Abades

Segovia

El coleccionista de mariposas de Abades

Martín de Frutos lega al pueblo cientos de ejemplares recolectados entre los 70 y los 90 por una treintena de países, una muestra de especial valor por el deterioro de la fauna

Viernes, 16 de agosto 2024, 08:02

Para alguien sin hijos, 1.664 mariposas recolectadas por más de 30 países a lo largo de casi dos décadas pueden pasar por familia. La colección de Martín de Frutos es un tesoro que quería dejar en buenas manos cuando él ya no esté, aunque la vitalidad que transmite a sus 81 años hace pensar que ese día aún está lejos. Y Abades, el pueblo en el que descubrió a esos insectos que le enamoraron, se ha llevado el premio. Allí están expuestas, en el Centro Cultural Javier Santamaría, con sus diferentes tamaños y tonalidades. «Ahora me parece que ha sido una buena idea, dado el deterioro de la fauna». No lo sabía entonces, pero deja un testimonio histórico de especies en peligro de extinción.

Martin, nacido en Madrid en 1943, esgrime «una carga generacional genética tremenda» con Abades, desde los veranos de su infancia a la vida adulta. Sus padres se marcharon tras la Guerra Civil, pero él se convirtió en un historiador del pueblo y participó durante años en la semana cultural. Médico, estuvo doce años en el Hospital de La Paz y dejó Madrid rumbo a Burgos para dirigir la UCI del Hospital Universitario. Tras su jubilación, sigue trabajando en la unidad de investigación. «He sido muy activo, me ha gustado siempre estar entretenido. Me parece que mi trabajo tiene una cierta utilidad social, por eso lo hago. Y como me encuentro bien físicamente, aún lo puedo desarrollar».

Recuerda su infancia en un pueblo que define como «el medio rural típico de la zona castellana, con muy pocos árboles, mucho calor». Y descubrió las estrellas en su esplendor. «Yo no he visto la Vía Láctea como desde el portal de la casa de mi abuelo». Fue allí donde capturó sus primeras mariposas, aunque han pasado siete décadas y no recuerda qué ejemplares eran aquellos. «Siempre me interesaban los temas biológicos. En algunas zonas de barranco, que tenían más vegetación, acudí con mi padre y había mariposas». Como él dice, reactivó esos orígenes cuando desembarcó en Burgos en 1977 y huyó del urbanismo madrileño. Era más fácil internarse en la naturaleza y lo convirtió en un modo de vida.

Así empezó una colección divida a mitades entre mariposas españolas y otras cazadas en sus viajes entre 1975 y 1994 por países del tercer mundo «por motivos de interés cultural» que aprovechó para sumar ejemplares. Muchas proceden del norte de Burgos, la zona con mayor vegetación de la provincia; otras son de la cornisa cantábrica o del Levante. «Eran habitualmente asequibles, pero con el deterioro del medio ambiente, de las plantas que nutren a las mariposas y de los insecticidas su número está disminuyendo». Un problema que combate la legislación, pero que continúa porque su hábitat se reduce poco a poco: zonas selváticas que se convierten en agrícolas, restan alimento y complican su recolección.

El pasaporte de Martín incluye en África países como Costa de Marfil, Zaire –actual República Democrática del Congo–, Burkina Faso o Mali. En Asia, además de lo más tradicional, como Tailandia o India –ha estado allí tres veces–, visitó Nepal, India y varias islas de Indonesia como Borneo, Sumatra o Java. Y en América, hay ejemplares de Argentina, Paraguay, Brasil, Perú, Honduras, Guatemala o México. Y los que no pudo hacer, como el de Costa Rica. «Estoy muy satisfecho con lo que he visto». Un relato que hace ya en pasado. «Esos viajes hay que hacerlos con una edad que te permita correr con facilidad». Habla eufemísticamente de situaciones de «inconveniencia» como cuando un compañero de viaje filmó una catedral en Costa de Marfil y los soldados mostraron su enfado agitando el fusil y cogiendo las balas. «No sabes lo que te dicen, pero si lo hacen a gritos y enseñándote armas…».

Las mariposas no tienen un rol tan importante como las abejas en el equilibrio del ecosistema, pero también polinizan. «Desde el punto de vista del espectador inexperto, son un ejemplo de belleza». Habla de la compleja evolución a lo largo de su vida hasta convertirse en ese insecto adulto que deriva de una metamorfosis desde el huevo o la oruga posterior, «estéticamente horrible», admite. Su misión era recolectarlas para darlas un valor cultural y mostrárselas a los que no pueden ir al campo o viajar, por ejemplo, a Burkina Faso.

Una vez cazada, la mariposa muere y él la coloca en la posición en la que más se aprecian sus alas, aunque no sea la natural. Para la conservación, añade a esas cajas una sustancia anti polillas. Los ejemplares se coleccionaron entre 1973 y 1990 y estaban en unas cajas construidas a medida por un carpintero, guardadas en un armario, en un ambiente oscuro. A grandes rasgos, se dividen en dos grupos: las que vuelan de día (ropalóceros) y de noche (heteróceros). A partir de ahí, hay varias familias. Dentro de la misma, las de zonas tropicales son más grandes; mientras, en zonas secas como Castilla son más pequeñas. Los papilios son la familia más colorida. «Además, son las más grandes. Verlas moverse es impresionante».

La idea de legar las mariposas a Abades viene de muy atrás, conversaciones con el Ayuntamiento desde principios de siglo. Martín habla del proceso complejo de legalizar las mariposas a su nombre para que pudiera donarlas, pues el movimiento y comercio de –incluso sus cadáveres– está restringido y él necesitó autorizaciones de la Consejería de Medio Ambiente y del Ministerio de Industria. «Les pude demostrar que eran mías y que estaban cogidas en el tiempo anterior a la normativa». Ese visto bueno llegó en 2010 y han pasado casi catorce años hasta su traslado, este verano. Viajó con ellas, como buen padre. Y estuvo en la inauguración, explicando los detalles a los vecinos. Una de sus muchas vidas. «Yo he tocado muchas teclas». Alguien que hizo también ilusionismo por causas benéficas.

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