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Yésica Valle y Jettar, junto al puente del barrio de San Lorenzo. Óscar Costa
Del campo de refugiados de Tinduf a Nueva Segovia: las vacaciones en paz de Jettar

Del campo de refugiados de Tinduf a Nueva Segovia: las vacaciones en paz de Jettar

Yésica Valle se estrena como madre de acogida de un niño saharaui de nueve años que pasa este verano en la ciudad

Alfonso Arribas

Segovia

Domingo, 28 de julio 2024, 09:39

El parte meteorológico para Tinduf marca 48 grados de máxima y 31 de mínima en un día de finales de julio con ola de calor en Segovia, donde el pico alcanza los 35 y baja a 18 de madrugada. El día 9, cuando Jettar llegó a la ciudad, eran 5 ó 6 grados menos, por lo que además de dos pares de sandalias, bañador, pantalón corto y alguna camiseta, su madre segoviana de acogida, Yésica, añadió una sudadera a la primera compra de bienvenida. «Estaba muerto de frío», explica.

Con el cuerpo destemplado y el impacto que conlleva un viaje en avión de madrugada y sobre todo la separación temporal de sus padres y sus seis hermanos, este niño saharaui de 9 años llegó a Segovia gracias al veterano programa solidario Vacaciones en Paz, que permite a menores que viven en condiciones extremas en campos de refugiados de Tinduf pasar el verano en España disfrutando de mejores circunstancias. En esa provincia argelina rige un clima árido o xerotérmico, expresión utilizada para describir una región del planeta donde las lluvias anuales son menores a los 200 milímetros.

Jettar es la forma españolizada de escribir y pronunciar su nombre, que él rotula como Jetr. Es el único menor saharaui que va a residir durante algo menos de dos meses en Segovia capital: los otros nueve que han llegado este año a la provincia (siete niños y tres niñas en total) se reparten entre El Espinar, San Rafael, Adrados, Santiuste de San Juan Bautista, Carrascal, Trescasas y Fuentesaúco de Fuentidueña.

Repite experiencia, ya que se benefició el año pasado del programa; quien se estrena este año en su papel de acogida es Yésica Valle, una informática residente en el barrio de Nueva Segovia que reconoce que está, al tiempo, «agotada e ilusionada». «Jettar se levanta muy pronto. Yo me despierto para trabajar sobre las 7:30 horas de la mañana y muchas veces él ya está en pie. Así que lo primeros días al caer la tarde se dormía en cualquier esquina», comenta. Hasta el punto de que un futbolero como su niño de acogida «se durmió viendo la final de la Eurocopa en el Acueducto. Ni con los gritos de la gente abría un ojo», recuerda con una sonrisa.

Durante su estancia en la provincia acuden a varias revisiones médicas para detectar posibles dolencias o patologías

Jettar saborea ahora los mejores momentos de su verano compartiendo, aprendiendo y enseñando con los sobrinos de Yésica, con quien ya forma una pandilla de juegos sobre todo exteriores. Esto después de pasar un cierto bache inicial que mezclaba tristeza y añoranza de su madre. «Apenas fueron los tres primeros días. La verdad es que su madre me ayudó mucho, porque ella misma propuso espaciar las llamadas para facilitar su adaptación, y ahora ya se le ve contento, feliz», explica su madre de acogida.

Una tetera en la mochila

El contenido de la mochila con la que llegó Jettar a Segovia era muy escueto. Pero en ella sí trajo un calentador eléctrico, una tetera, cuatro vasitos estrechos y, por supuesto, té. «El primer día nos lo preparó con todo su ritual, echándolo de vaso en vaso. Fue su gesto de agradecimiento, estaba ansioso por regalárnoslo, pendiente de que le viéramos cómo lo preparaba», apunta Yésica.

Su acogido es de pocas palabras, aunque entiende perfectamente el español y lo habla con suficiencia. Su manera de jugar, «muy fuerte, no le tiene miedo a nada» recuerda a cómo se jugaba en España cuando los niños apenas pisaban sus casas: carreras, trepar árboles, saltar de roca en roca…

Dice Yésica que al principio mezclaba timidez con un cierto reparo al contacto físico, pero en apenas quince días la evolución ha sido extraordinaria. «Ahora es él el que te coge la mano, el que te pide mimos o te abraza». Pero lo que más le ha sorprendido y agradado es el cariño que profesa Jettar por las personas mayores: «Les tiene un gran respeto. A mis padres ya les llama abuelos y con ellos es muy detallista, está muy pendiente».

A los pocos días de aterrizar en Segovia, Jettar fue de vacaciones con su familia de acogida. Por tierras asturianas y bercianas. A la pregunta de qué le ha gustado más de ese viaje, con seguridad dice, por este orden, la playa, el río, León y… Segovia. Como el resto de los menores saharauis que disfrutan el verano en España, uno de los regalos más preciados de sus vacaciones en paz son los baños en aguas tan frescas como las del Cantábrico o como la de los ríos y pantanos leoneses. «Incluso disfruta mucho en la bañera, a la que llama la piscina pequeña», dice la hermana de Yésica.

Pasión por los sanfermines

De su estancia el año pasado en Segovia, seguramente, le viene a Jettar su fascinación por el mundo del toro. «Se ha visto todos los sanfermines por la tele», dice Yésica resignada, porque a ella el mundo taurino no le gusta, «así que seguramente bajemos al encierro de San Lorenzo y al espectáculo de recortes, porque lo va a disfrutar».

También puede pasar horas jugando al parchís y, tras el periodo inicial de adaptación, su madre de acogida le va a mezclar el ocio con el aprendizaje: «Le he comprado unos cuadernos para que escriba en español y dibuje».

Entretanto, Jettar, como el resto de niños saharauis acogidos temporalmente en Segovia y en toda España, pasará algunas revisiones médicas. Una primera consulta con el médico de familia para detectar posibles dolencias o patologías no diagnosticadas; el paso por el oftalmólogo y el otorrino, pues las tormentas de arena suelen afectarles mucho a los ojos y los oídos; y, en su caso, una visita al dermatólogo para un problema que tiene en las uñas.

«El sistema funciona muy bien. Enseguida les incorporamos a nuestra cartilla y, como los profesionales son conscientes de que solo estarán dos meses, suelen agilizar las citas», explica Yésica.

En cada salida, Jettar va acumulando pequeños regalos para cuando vuelva con su familia. De momento, ya tiene una pulsera para su madre y ya ha dicho que para sus seis hermanos seguramente lleve abanicos, porque allí el calor es insoportable. ¿Temes que llegue ese momento, el de su vuelta? «La verdad es que no lo pienso. Desde el principio sabemos que es una acogida temporal, y lo asumo. Lo que me ocupa es que esté bien, que estemos todos bien, el tiempo que vamos a compartir», concluye.

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