David Llorente y Pau Echaniz discuten por milésimas el billete olímpico para el kayak español en aguas bravas en su patio de entrenamiento, el canal de La Seu d'Urgell. Un ciclo olímpico se resume en dos fines de semana que elevan a ambos a ... otro nivel. Los dos celebran una bajada que roza la perfección, sin margen de error, desbocados entre puertas. Pero saben que puede no ser suficiente, que el rival juega. No hay una pantalla de tiempos, así que es la respuesta de su grupo, de su familia, la que desvela el resultado. El vasco acaba por delante la primera batalla, pero el segoviano sigue muy vivo de cara al último envite, entre el viernes y el domingo en Pau, que decidirá el representante este verano en París. «Es una barbaridad. Estoy dando todo lo que tengo, pero él también», resume el de Palazuelos de Eresma.
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Luis Javier González
Es el primer preolímpico de Llorente, alguien que ha disputado Europeos, Mundiales o los Juegos de Tokio. «Es diferente. La intensidad podría ser la misma, pero aquí te tienes que regular porque son dos semanas. Son unos nervios que me gustan, me despiertan por dentro. Te dan miedo, pero sabes que vas a dar tu máximo nivel, que no vas a dejarte nada». Quizás la mejor preparación de su carrera. «A nivel físico diría que estoy más fuerte que nunca». También esgrime mejora técnica y un trabajo psicológico. «Intento controlar lo que puedo controlar, esa presión me ayuda. Es una sensación guay, eso es que me importa». Cada serie es un minuto y medio «a todo lo que tienes», pero el desgaste está en todo lo demás. «Incluso mientras duermes, te despiertas por la noche pensando en ello. Diriges esos pensamientos para que no te coman por dentro».
Su análisis visual del circuito el viernes antes de la primera bajada –los palistas no pueden practicar antes de lanzarse–, con dos maniobras exigentes al inicio y al final, le llevó a una bajada «consistente, buena, sin mucho riesgo, pensando en que mis contrincantes podían fallar». Un riesgo de un 80% y un tiempo que valdría un top-10 en un Mundial. «Pero Pau bajó sin ningún tipo de reparo, arriesgo y le salió». Así que se llevó el primer cero.
El sábado por la mañana ya no había margen de error. «Tenía que meter una intensidad más, a por todas». Nivel de riesgo de 90%. Y la presión surtió efecto, su mejor bajada. «Como la que hice en el Mundial de 2019». Y que valió una plata, en el mismo canal. «No me va a ganar nadie». Gritos de euforia. Pero Pau, igualó el tiempo y también celebró. Decidieron las milésimas, diez, a favor de Llorente. Un dedo para arriba de los suyos en la orilla y a por la siguiente. «Respiro aliviado, pero no puedo tener emociones, ni celebrar ni lamentar».
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Comida de por medio, análisis de vídeo. Son dos palistas en su mejor versión: «A intentar hacer otra buena; nos estamos poniendo al límite, alguno de los dos tiene que fallar». Pero no. Llorente hace otra bajada excelente, pero el viento le resta un suspiro en el remonte de la puerta 7. «Sentí mucha fatiga a nivel láctico, en la bajad anterior lo había dado todo». Bajó el último, miró a la grada y esta vez las caras no eran alegres: Pau había ganado la serie por 20 milésimas. «¡Qué cabrón! No hemos fallado. Otra bajada más y los dos dando el máximo». Dos palistas a un nivel de medalla olímpica, pero solo hay una plaza por país, la que discuten entre amigos. «La rivalidad es súper bonita. Antes de bajar nos damos un abrazo y nos hacemos bromas después. Es muy sano». Una lucha de gigantes.
Tras las tres bajadas de Slalom, David Llorente aprovechó su ventaja en la de Extreme, un formato en el que los palistas compiten por eliminatorias de cuatro, aunque en el clasificatorio son bajadas en solitario en busca del mejor tiempo. Y había un remonte que no le salía, el último, cero éxitos en diez intentos, mientras Manu Ochoa lo clavaba. «Tienes que ganar mañana», se dijo. Dos bajadas y contaba la más rápida, aunque él clavó las dos. «No salí a lo loco, sino como con 'flow'. Sin arriesgar, pero como un tiro». El mejor por 1,6 segundos, todo un colchón. Esta modalidad supone un cero extra al computar los puestos –y los tiempos en caso de empate– de ambos fines de semana. Echaniz fue quinto, así que este punto puede dictar sentencia en Pau.
Pero para eso Llorente debe llegar vivo al domingo. Eso supone ganar una bajada más que su rival entre las tres que se disputarán entre viernes y sábado, que también pueden ganar otros contendientes. En ese caso, se produciría un empate y el criterio de desempate sería el Extreme. Daría igual el número de bajadas –que sea 2-1 o 1-0– mientras sea a favor del segoviano. Si Llorente ganara dos bajadas más que Echaniz, sería olímpico sin esperar al Extreme. Pero si su rival salva esas tres bajadas con un parcial de empate o ventaja, será él quien vaya a París, pase lo que pase en el Extreme.
Llorente no cree que la vitola de ser olímpico en Tokio sea un factor diferencial. «Cada uno tiene su proceso. Uno más joven no sabe lo que tiene que perder. Cuando me clasifiqué en 2019, mis compañeros eran más mayores, tenían más presión. Y yo era un niño que quería jugar». Pese a ser el veterano, no siente esa losa. «Presión he tenido siempre. El hecho de haber estado ya en unos… mi vida no va a ser un fracaso si no voy a París. Llevaba años sin hacer una bajada así. Mis compañeros me están llevando a límites que desconocía».
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