El CD Base busca retos de su tamaño

El CD Base tiene la responsabilidad de dar su sitio a sus 276 canteranos –datos que apenas supera en la provincia la Gimnástica Segoviana–, repartidos en unos 30 equipos y en todas las edades, desde chupetines hasta júnior. En el complejo ecosistema regional de competiciones de baloncesto, cuesta dar con la talla, con la liga en que cada uno pueda progresar. Y eso produce abandonos. «Se nos está perdiendo la gente. Hay equipos que ya no es que ganen todos los partidos, es que no compiten», subraya su presidente, Rodrigo Hernando, que asume la tarea de reforzar a los equipos senior de referencia porque ayudan a la causa, pero lo hace con recursos limitados, sin plantear en ningún caso fichajes. «Siempre hemos pensado que hay que ir de abajo a arriba. Con lo que tienes compites lo mejor que puedas. No nos vamos a volver locos».

La escuela con los más pequeños, en Palazuelos de Eresma, ha crecido casi un 50%: de unos 50 a más de 70. «Es un nicho de baloncesto importante y además lo extendemos más allá de Segovia capital». En esas edades, el club ha sacado dos equipos autonómicos en categoría alevín –uno masculino y otro femenino– colaborando con clubes y colegios como el Independiente, Diego de Colmenares y Maristas. Un formato de concentración que da oportunidad de competir a los más pequeños, una primera plataforma para probar la experiencia de la competición.

Esas dificultades de encaje no solo están en las categorías absolutas, sino en otras como infantil o júnior. El CD Base y otros clubes locales como el Spordeporte y el Claret se reunieron a principios de año con la Federación de Baloncesto de Castilla y León en busca de soluciones en categorías con dos divisiones y una brecha entre ellas. «Estamos a medio camino, nos falta un punto para primera, pero la segunda se nos queda pequeña. Hay casos en los que nos hemos quedado cerca de primera y tenemos otros tres equipos en segunda que ganan todos los partidos, que no compiten. Y se nos va el año, se desanima la gente. Y eso si pasa en júnior es terrorífico». Su equipo femenino descansa más fines de semana de los que juega, todo un riesgo de abandonos.

Una circunstancia que obliga al club a «enfocar de otra manera» su cantera, organizar los equipos en cuanto a nivel y no tanto en cuanto a año de nacimiento para lograr ese plus de nivel que permita dar el salto. Eso se une a la petición de cambios en el reglamento que, por ejemplo, permitan subir de categoría al ganador de la primera fase. «Un equipo que sobresale mucho abajo, puede tirar para arriba». Y acabar el curso en una categoría superior en la que lo empezó.

El club prepara un embrión con jugadoras júnior y cadetes que pueda germinar en un equipo senior en categoría autonómica de cara a la próxima temporada. «Ya veremos a ver. Cuando pasan a sénior, los chicos se pierden, pero las chicas quizás un poco más». Todavía está en el aire si sería en una categoría regional nueva o en Primera Nacional, donde ya compite El Cochinillo Segoviano. Hernando descarta sinergias, aunque hay canteranas suyas en su plantilla. «En principio, no. Es un proyecto diferente. Ellos a nosotros no nos lo han planteado nunca y nosotros tenemos otra idea de hacer las cosas. No volvernos locos, porque la Primera División nos queda grande y queremos ofrecer a las chicas seguir jugando en CD Base en una competición que las cuadre».

Su senior masculino está dando la talla en Primera Nacional tras una buena primera vuelta que le mantiene a tiro de la fase de ascenso a EBA, el premio para los cuatro primeros. «No era el objetivo, pero se puede optar». Es un formato enrevesado en el que asciende directamente el primero –previsiblemente será Universidad de Valladolid– y hay una segunda plaza que se disputan cuatro equipos: segundo, tercero, cuarto y el ganador entre un 'play off' entre quinto, sexto, séptimo y octavo. «De tener derecho a ascender a ascender va mucho», avisa Hernando, ante el precedente del Claret, que subió y perdió todos sus partidos.

El paso adelante del sénior responde a la evolución natural de la plantilla, cuyo grueso está entre 20 y 22 años. «Siguen siendo muy jóvenes, pero ya van teniendo más experiencia y trabajan muy bien físicamente». Por eso resuelven muchos partidos en el tramo final: músculo y defensa. El reto de un club así es romper esa brecha, los jóvenes que dejan el deporte cuando acaba la enseñanza obligatoria. «La pirámide siempre va estrechando». Y este equipo ha dado motivos, aunque las agendas, las aventuras universitarias lejos de Segovia, lo compliquen. «En estos tres últimos años que tenemos el equipo en Primera Nacional, hay muchos que no siguen, pero siguen más que los que lo dejan». No solo los que compiten, sino los que se pasan a entrenar.

El siguiente nivel competitivo –ya sea liga EBA masculina o Primera Nacional femenina– requiere más calidad, ya sea a través de mejorar los 300 que hay o aumentando la familia. «Hay que intentar todo; que haya más gente jugando al baloncesto y trabajar mejor con los que están». Y pone el acento en entrenar más horas, una demanda histórica ante la falta de huecos en los pabellones segovianos. «Nosotros entrenamos poco porque no tenemos más horas. Tenemos que luchar porque los equipos autonómicos tengan un tercer día por semana y deberían tener cuatro o incluso cinco». Calidad y centímetros, por eso pide «que salga gente alta», la lotería de la genética. «No hay chavales de dos metros en Segovia, ni uno. Para competir más arriba, necesitas gente grande, el baloncesto es así».

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