El Ayuntamiento plantea un intercambiador de autobuses en el entorno del Acueducto

Eran las 10:30 horas cuando se realizaron los primeros servicios de transporte urbano desde la estatua de la Loba Capitolina hasta la plaza de San Facundo. Los autobuses cumplieron los trayectos con agilidad, aunque los viajes más tempranos apenas sumaron una decena de pasajeros. Unas horas más tarde, los asientos se llenaron y, al mismo tiempo, la perplejidad entre los usuarios se hizo notar.

Los conductores tuvieron que resolver múltiples dudas sobre horarios y paradas. También tolerar las quejas y el malestar de numerosos pasajeros. «Están que trinan», observó uno de ellos. En las marquesinas del Acueducto se colocaron paneles informativos con esquemas sobre los cambios acometidos durante el ensayo con lanzaderas, pero en las paradas intermedias hacia el recinto amurallado -frente al Palacio de Justicia y las Concepcionistas- y en la plaza de Colón, punto de llegada habitual de los autobuses, no se señalizaron hasta el mediodía. Una muchedumbre esperó por varios minutos en estas ubicaciones hasta ser alertados de la modificación.

A este inconveniente se sumaron los transbordos desde los cinco puntos diferentes de llegada del transporte urbano hasta las lanzaderas. «Hemos tenido que dar toda la vuelta a la plaza corriendo porque perdíamos el autobús y ya no estamos para esos trotes, es mejor hacer todo el viaje de seguido», indicó Catalina García. Los segovianos de edad avanzada e incluso con movilidad reducida se mostraban aquejados por esta misma situación, ya que se trata de un desplazamiento que antes «se ahorraban», por muy corta distancia que sea, subrayan varios testimonios.

La frecuencia de paso de los dos minibuses es de diez minutos. Si bien es cierto que estos horarios se han cumplido de forma estricta, se trata de «un tiempo que te sumas al viaje cuando antes iba directo», añade García. Esto ha provocado que muchas personas, ante la incertidumbre, hayan preferido subir a pie al casco histórico. «Buena gana de estar esperando cuando en realidad solo te ahorras cinco minutos, ya que el viaje, sin contar los tiempos de espera, dura tres y, además, no llega hasta Colón», informó el joven Pablo Rodríguez.

«Este nuevo sistema es un auténtico lío, está fatal», contestaba Mari Cruz, una usuaria habitual, a uno de los conductores tras presentar su abono. «Tiene que salir un cero», advertía este. El transbordo es gratuito solo con presentar la tarjeta o el ticket del anterior trayecto, mientras que si subes a la lanzadera de forma exclusiva se debe pagar un billete ordinario.

El zapatero de la calle Juan Bravo, Miguel Ángel Clemente, ha convivido estos años con el paso de hasta medio millar de autobuses diarios. «Muchos de ellos subían o bajaban a muy poca gente, a dos o tres personas, por lo que las lanzaderas pueden ser una solución«, consideró. «Abren la posibilidad de mejorar del tema de ruidos y contaminación, pues se nota que suben menos autobuses», aseveró.

Una patrulla de la Policía Local vigiló el tráfico en el entorno durante gran parte de la jornada. La circulación fue muy intensa en algunos momentos y se produjeron ciertas retenciones según llegaban las horas punta. En la calle Ochoa Ondátegui, a escasos metros del Acueducto, han coincidido hasta tres autobuses. En la avenida Vía Roma se han juntado los vehículos de las líneas 2, 4, 5, 7, 8 y 11, además de los servicios turísticos. La línea 10 ha tenido que realizar sus paradas en segunda fila frente a la Loba Capitolina al ocupar las lanzaderas su lugar de estacionamiento habitual, por lo que los propios usuarios se han visto obligados a desplazarse unos metros por la vía hasta llegar a la acera.

El alcalde de la ciudad, José Mazarías, matizó que esta iniciativa se trata de «un ensayo piloto». Es una modificación temporal y los cambios «no siempre son bien recibidos», admitió, por lo que pidió «perdón, paciencia y confianza» a los ciudadanos con estos problemas, en referencia al perjuicio que supone para las personas más mayores realizar los transbordos. El regidor se felicitó por haber comprobado la posibilidad de reducir en un 80% el tráfico de grandes autobuses al centro histórico, «con lo que eso supone para la resistencia de nuestras calles», apostilló.

Sin embargo, reconoció que es necesario buscar una fórmula para abordar los posibles inconvenientes, como puede ser la búsqueda de un espacio en el entorno de la plaza de la Artillería para habilitar un intercambiador. Este albergaría las paradas de los autobuses urbanos de las distintas líneas y, a su vez, de las lanzaderas. Pero antes de todo, «hay que hacer muchos ensayos previos para tomar determinaciones que al final perduren en el tiempo«, concluyó.

En la primera mañana de pruebas, 257 pasajeros han subido a las lanzaderas. En este mismo tiempo, se han realizado treinta circulaciones en ambas direcciones, lo que ha evitado «los 120 viajes en el mismo trayecto que habrían hecho los grandes autobuses de manera ordinaria», detalló el Consistorio.