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Autismo Segovia ha duplicado sus miembros en el último lustro, desde las 30 familias de 2019 a las 65 con las que cerró 2024, un crecimiento por la mejora en los diagnósticos de TEA (Trastornos del Espectro Autista), especialmente en los grados con menos sintomatología, antes archivados con otras patologías de salud mental. Una mayor sensibilidad con más profesionales formados —tanto en la sanidad pública como en asociaciones— y una mejora en las pruebas, más exhaustivas. Argumentos que refrendan la lucha del colectivo por un centro de día que preste una atención específica y palie su gran barrera, la inclusión laboral. De las catorce personas de la asociación en edad laboral, solo una trabaja y porque sacó una oposición.
La detección depende de la población. Niños que no desarrollan el lenguaje, no muestran gestos como señalar para compartir o no coordinan la mirada con las peticiones. Pero también los adultos. «Gracias a la sobreinformación de las redes sociales se están identificando con muchos síntomas que han ido normalizando o incluso camuflando», subraya la directora técnica de Autismo Segovia, Silvia Martín, que identifica síntomas a través de una entrevista a los familiares o el test ADOS-2, que identifica emociones, la comunicación social o el juego simbólico, es decir, vincular objetos con acciones. Así hacen una valoración. Con ella, es Sanidad quien hace el diagnóstico, que «siempre debe ser ratificado por un médico».
El balance entre niños y mayores está cada vez más equiparado. «Se está dando mucho diagnóstico en población adulta». Faltan estudios concluyentes sobre las causas, tanto genéticas como ambientales. «Se da desde la infancia y acompaña a la persona a lo largo de su ciclo vital». Aunque cada caso es un mundo, comparten dos síntomas «nucleares» en mayor o menos grado: las dificultades en la comunicación social y en la conducta. Hay que casos con discapacidad intelectual o dificultades del lenguaje asociadas. «La variabilidad es inmensa». Martín reivindica más formación en los profesionales de educación y pide más estabilidad en sus puestos. «Que una persona vaya y venga desregula bastante a una persona con autismo porque crean vínculos muy potentes».
El nudo gordiano es el empleo. «Hacemos mucho hincapié en habilidades socio-laborales». Interpretar la comunicación no verbal, escuchar a los compañeros, pedir ayuda o prestarla, qué hacer en los descansos, así como gestionar la ansiedad o las quejas. «Saludar cuando llegas, despedirte cuando te vas. Cosas que para nosotros son muy obvias, pero que ellos no suelen tener en cuenta y afecta al entorno laboral». Desde crear un currículo a distribuirlo. «Los acompañamos a las entrevistas de trabajo. Si han conseguido unas prácticas, se sensibiliza a los compañeros». Como al sector empresarial a través de jornadas para incentivar la contratación. «Entre sus muchas virtudes, tienen mucha honestidad, persistencia en la tarea, tienen un conocimiento muy exhaustivo de su temática, muy buena memoria visual, altos niveles de concentración».
De catorce solo trabaja uno, algo que Martín explica en parte por la formación. «Muchas veces no terminan estudios porque en la Formación Profesional no tenían ningún tipo de ayudas». Algo que ha cambiado paulatinamente desde 2020. «Pero todo tarda en llegar». Por otra, las empresas. «Prejuicios hacia el colectivo, preferencia hacia otras discapacidades como la física o la sensorial frente a una más cognitiva». Según Autismo Europa, la tasa de desempleo de personas con autismo está entre el 76 y el 90%.
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