Laura rara vez deja cabos sueltos, hasta en la tarea más mundana. Así que cuando decidió ser madre soltera, ella, con una nómina fija y una amplia familia alrededor, se planteó todos los escenarios. «Entre ellos, que está sola, completamente». Será difícil encontrar un sí ... más sopesado, aunque el criterio final fue sencillo. «Si quieres tener un hijo, con amor y con ganas… Tampoco necesita mucho más. Si es que hay niños que se crían solos, que los padres no están ni se les espera», declara. Hoy su hija tiene seis años y su sopesada valentía valió la pena. «Si echo la vista atrás, no me arrepiento de nada, solo de no haberlo hecho antes».
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Laura quería ser madre desde pequeñita y solo tenía nombre de chica: Alicia, una niña encantadora que conoció con seis años. Tras terminar una larga relación, se quedó «compuesta y sin novio» con 36 años. El paso del tiempo redujo las opciones de una familia tradicional. «Con otra persona lo veía difícil y la edad también te apremia. Tu cabeza te dice que hasta ahí ha llegado tu momento de pareja y se acabó». Así que la maternidad, en solitario.
Laura
Madre soltera
Su trayectoria vital era la recomendada por cualquier economista: funcionaria, casa propia, coche y, por último, Alicia. Estabilidad económica más apoyo familiar; sobre todo, su madre. «Le dije lo que había pensado y que me tendría que echar una mano», recuerda esta madre segoviana. Su respuesta: «Si lo haces, hazlo ya, que me hago mayor». Ella fue el ingrediente que lo sustentó todo.
No fueron todo pros, tocó vencer muchas inseguridades. Por ejemplo, «si vas a ser capaz de cuidar tú sola a una persona o si en algún momento iba a echar en falta a la otra parte». Aunque eso pesaba un 10% en la balanza, hablamos de alguien que no elige con facilidad ni los jarrones. «La gente me dice que soy valiente, pero soy muy insegura. No tengo cuadros en casa porque no sé cuál me gusta», comenta.
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Pasó un año desde su primera visita al ginecólogo hasta que se hizo los primeros análisis. Y lo compartió con su entorno. «Necesitaba contarlo porque tenía mucha ilusión, que alguien me dijera que estaba loca». Pero ocurrió todo lo contrario. Desde ahí, fue todo rodado, el destino no dio opciones para que se lo replanteara. «Me vi metida en el bucle», apunta Laura. La inseminación se convirtió en embarazo a la primera, un momento que no se olvida, el 27 de marzo de 2017. Alicia nació exactamente nueve meses después: el 27 de diciembre. Estaba escrito.
Llevaba una vida muy ordenada y Alicia fue un bebé fácil. «La primera vez que fui a urgencias con la niña fue con 17 meses. A mí mi hija no me ha dado un problema, ha tenido constipados normales», cuenta la progenitora. Hasta dormía bien. Si acaso, puso más celo en la alimentación, algo que improvisaba más cuando vivía sola. Sumó baja maternal y lactancia y volvió a trabajar cinco meses y medio después del parto. «Tienes a tu madre y ella se queda con tu hija. Así es».
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Porque su trabajo es a turnos: dos días enteros, de 8:00 a 21:00 horas, y un tercero de noche. Gracias a ese apoyo ha podido mantener su puesto en lugar de reciclarse en otro de oficina a cambio de un sueldo más bajo. Porque un hogar monoparental tiene los mismos gastos y una sola nómina. «La calefacción la pagas igual. Tienes que mirar todo al milímetro. Mi hermana tiene dos hijos, pero entran dos sueldos en casa y veo que anda más desahogada», señala Laura.
Laura
Madre soltera
Así pudo satisfacer un deseo natural a su existencia. «No sé explicarlo, es algo que te sale de dentro, lo tienes muy claro. Me hubiera quedado una espina ahí. Ahora llevo seis años con mi hija y parece que lo de antes no existe», ensalza.
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Dos vidas separadas por una gestación. Y otras mujeres de su entorno que quisieron ser madres, pero su aspiración quedó en el camino por falta de medios. «Si no hubiera sido funcionaria, seguramente no estaríamos hablando. Yo necesito esa estabilidad, no me puedo tirar a la piscina teniendo un trabajo en el que mañana me pueden echar. Ya no es el dinero, al final te adaptas a lo que tienes; sino la conciliación, saber que vas a poder trabajar y tu hijo va a estar bien cuidado», afirma Laura.
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Luis Javier González
Cuando Alicia cumplió dos años, se permitió soñar: «Si fuera maestra, tendría otro». Porque vio la conciliación perfecta. Pero no pasó de ahí. De hecho, rechazó congelar el semen en previsión a dar un hermano a su hija. Ahí no dudó.
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