Secciones
Servicios
Destacamos
Todos los miembros del primer grupo de amigos con el que salía Luisa (nombre ficticio de una chica de 15 años) han tenido problemas con el alcohol. «Éramos más de diez y todos han acabado en urgencias. O el 90% de ellos». Hablamos de adolescentes ... entre 14 o 16 años que no suelen aprender la lección. De hecho, lo narran con un punto de épica. «Hay una chica que acabó medio muerta y lo cuenta como si fuera lo más divertido del mundo. 'Buah, es que voy a estar como la otra vez'. ¿Quieres un premio, un aplauso?». Ella también pasó por allí, pero lo cuenta con vergüenza, justificándose. «No era un buen grupo, pero era el único que tenía, no podía separarme de ellos porque me iba a quedar completamente sola. Y no me apetecía».
NOTICIAS RELACIONADAS
Cuando Luisa tenía 12 años, su madre recibió una llamada a eso de las ocho de la tarde mientras trabajaba como empleada de hogar. Era septiembre de 2020. Su hija estaba a apenas tres calles de distancia y al otro lado del teléfono hablaba un veinteañero. «Tu hija está tirada en el suelo y muy borracha». Ella respondió incrédula pensando que era un engaño: «Mi hija no ha probado nunca el alcohol». Estuvo a punto de colgar, pero el joven lo evitó: «No, por favor, me ha costado mucho conseguir el teléfono». Cuando llegó, su hija reclamaba a su madre, pero no la reconocía. Preguntó a los amigos qué había pasado, sin éxito. «Ninguno sabía nada, que la han encontrado así».
Madre e hija viajaron juntas en la ambulancia con una instrucción: que no se duerma. Luisa vomitaba y se hacía pis encima. «Estaba perdida», resume su madre ante el viaje más largo de su vida. «Iban por la autopista, escuchaba las sirenas y todavía me asustaba más». Cuando llegó, estaba tan nerviosa que tuvieron que atarla a la cama y sedarla. «No le podía tocar nadie, estaba mordiendo, quería quitarse todo, como la niña de El Exorcista». Todo ocurrió en el box de Urgencias. La ambulancia llegó a las ocho de la tarde y ambas pasaron allí la madrugada hasta que recibió el alta a las dos del día siguiente.
Cuando despertó, Luisa preguntó dónde estaba. «Bajé con amigos a un local de una amiga, empezamos a beber y a partir de ahí no me acuerdo de nada». Admite que bebe muy deprisa y que suele tomar ginebra. «Aparte de la resaca, solo quería dormir. Por una parte, no quería enterarme de qué había pasado; por otra, sí quería». La desinformación no era una opción para su madre, así que los médicos certificaron que no había consumido más drogas que el propio alcohol, además de su integridad sexual.
Luisa habló con su amiga y se enteró: «Literalmente, no podía ni sostenerme en pie de todo lo que había bebido». Ella subraya que no lo hizo de forma gratuita, que hubo una razón, un conflicto personal del que intentaba huir. «Una persona importante en todas estas borracheras y por la que empecé a beber. La única manera en la que podía estar con esa persona era de fiesta; si no, no salía de su casa. Llega un punto en el que tanta fiesta, tanta presión social, acabas bebiendo sí o sí». Aquel primer episodio vino por una discusión, así que da un consejo. «Si estás mal, no vayas de fiesta. No es una buena idea».
Consiguió poner distancia con aquel grupo gracias a una nueva amiga con la que coincidió en clase. Al principio se llevaban fatal, pero coincidieron en un trabajo y le tendió un puente hacia otro grupo. Ahora es su mejor amiga. «Estuve un año encerrada en casa, saliendo solo para beber. Me ayudó con muchísimas cosas; los problemas que tenía por beber, la ansiedad o dejar de comer».
Su asignatura pendiente es que ha normalizado el consumo de alcohol, así que llegó un segundo incidente; otro día en el que bebió más de la cuenta tras un choque emocional. «No bebí por afición, sino por escapar de algo. Intenté resguardarme en el alcohol, cuando bebo no lo estoy pensando porque estoy con otra gente. Con el primer grupo se bebía a diario, literalmente, así que lo tenía fácil. Pero beber no es divertido; no te juntes con gente que lo hace porque lo vas a acabar haciendo».
Así que su madre recibió otra llamada en febrero mientras cenaba con unos amigos. Fue su hija menor, dos años más joven que Luisa, la que llamó asustada. Otra ambulancia trasladó a su hija al hospital, con el pelo lleno de hojas. Esta vez no hizo falta sedante y despertó antes. Luisa llamó a su amiga; esta vez quería saber. Y el asistente social necesitaba información sobre qué había bebido. La respuesta no fue tranquilizadora y llegó entre lágrimas. Corría un rumor entre el grupo: «A ella le había llegado que me habían violado».
Lo último que recuerda es estar con una amiga sentada. Fueron tres chicos quienes la llevaron al centro de salud. Su madre recuerda que su hija se quedó muda mirándola tras el rumor sobre su violación. «Se le fue la borrachera de golpe». Tenía marcas de agarrones en el brazo y una mordedura en el pecho, pero las pruebas forenses no encontraron indicios de violación. Había recibido el alta de Cáritas unos meses antes y volvió tras la recaída.
Luisa tiene una inteligencia evidente, tanto en su humor como en sus hobbies, pero no ha dejado el alcohol. «Salgo de fiesta, obviamente. Ya sí que me controlo; cuando me empiezo a marear, dejo de beber. No me puedo beber cinco chupitos de una. Sé cuánto beber para ponerme contentilla, pero no llegar estar borracha». Es consciente de los delgada que es esa frontera. «Ya, pero sé hacerlo». El último día que salió bebió tres copas (vodka con Sprite) entre las 10 y las cuatro de la mañana.
Tras los sustos, ¿por qué sigue bebiendo? «Es que no me lo he planteado. Si está todo el mundo bebiendo, bebo algo y ya está». En su grupo hay dos personas que no toman alcohol, pero no se suma al plan. «Supongo que se lo pasarán bien, pero nunca me he planteado salir un día sin beber». Ella está convencida de que no volverá a Urgencias. Y su madre asume esta rutina como un mal menor. «Me gustaría que no bebiese nada. Me llama cuando sale de fiesta y sabe que no puedo dormir hasta que no llega a casa. Es que tampoco la puedo tener cerrada en casa. Le complico su vida y la mía todavía más. Hay que controlarlo desde la sombra; ser muy amiga, pero ver todo lo que pasa».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.