«El Real Valladolid gana partidos porque sus jugadores son felices»

Y bajo ese paraguas de la felicidad se entienden y comprenden muchas de las actitudes y decisiones tanto del club, como del entrenador como de los jugadores.

Primer caso. Alcaraz. El centrocampista no entrenó este jueves. Tiene permiso del club para viajar. A Cádiz, claro, al objeto de cerrar su pase al equipo que ahora entrena Sergio González. Un secreto a voces. Eso deja a la plantilla con cuatro medios centros. Una zona delicada, porque en ella había seis jugadores hace un mes y ahora se queda muy justa. Demasiado. Pero a Pacheta no le preocupa. Nada de nada. «Seguimos con cuatro medios centros específicos. Kike y Anuar lo son aunque les hayamos utilizado en otras posiciones. Estoy encantado con ellos».

¿Les estaba dando jabón el entrenador ahora que van a empezar a ser importantes? No. «Kike y Anuar son muy buenos. Por eso les querían tantos equipos. Y son tan buenos que no es nada fácil traer ahora alguien que les mejore. Estoy encantado con los cuatro que tengo. Con ellos voy a la pelea a todo. Confío mucho en ellos. No siempre juegan todo lo que quieren, pero los quiero conmigo». Pacheta les quiere felices y entiende que si no tienen minutos busquen la manera de irse. Ahora tiene más argumentos para lograr que el toledano y el ceutí mantengan la sonrisa permanente. Quizá por eso se hizo el entrenador el remolón cuando se le preguntó si Joaquín iba a pasar a desempeñarse en el centro del campo. No quiso decir que no, pero tampoco que sí y se escudó en que él no le ha visto jugar de medio centro en vivo -«en vídeos sí», matizó-, «es una posibilidad, somos elásticos». De momento el almeriense es central. Que Kike y Anuar tengan claro que no es competidor por el puesto.

Segundo caso. ¿Teme salidas de jugadores diferenciales en el mercado de invierno? Respuesta: «Cuando entrenaba al Elche por dos veces, y seguidas, perdí al '9' en el último día de la ventana. No pasó nada. Salimos adelante. Cuando llegan ofertas por jugadores hay que saber manejarlas para que todo el mundo salga beneficiado. Si hay una parte que se siente perjudicada, habrá problemas. Si tu impides a un jugador que tiene una oferta económica y deportiva muy buena salir, le vas a tener enfadado y vas a tardar en recuperarlo. Pero si el club se ve mermado, tampoco va a permitir que se vaya. Hay que buscar la manera de que todos sean felices».

El ejemplo de Pacheta levantó las alarmas, claro. ¿Hay una oferta por Weissman? ¿Eso quiere decir el técnico con ese ejemplo? No consta que tal posibilidad esté sobre la mesa y el israelí, que se ha mostrado con una ética y un compromiso muy poco habituales en el fútbol actual, tampoco parece nervioso ni preocupado. Está feliz.

Tercer caso. El exceso de confianza. Cuatro victorias seguidas y un rival de la zona media baja sometido a una crisis de resultados e institucional suponen toda una invitación al exceso de confianza y a la suficiencia del que se ve a tiro de piedra del liderato. Y Pacheta no está dispuesto a caer en esa trampa. Fue quizá el momento en que se expresó con más dureza durante su comparecencia. «Vamos a salir a competir, con humildad, porque de lo contrario nos equivocaremos. El equipo tiene mucha confianza en sí mismo. Y eso es bueno. Esa confianza te permite ver el pase que antes no veías, golpear al balón con el empeine y no con la caña, salir de ese regate que antes siempre perdías. Esa es la confianza que quiero».

¿Y cuál es la causa de esa confianza? ¿Los triunfos? No. Para el técnico «si somos mejores que el rival, somos felices. Y por eso ganamos los partidos, porque somos felices. Ninguna victoria ha sido injusta, en todos los triunfos hemos propuesto más, hemos creado más». Felicidad. La palabra que más ama Pacheta.