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Roque Mesa ejecuta un pase dentro del área de la Real Sociedad B José Mari López

El Real Valladolid, el rey del ataque castigado sin penaltis

Los blanquivioletas están en el top 5 de los conceptos de ataque más importantes, pero según los árbitros nadie les hace faltas dentro del área

Martes, 21 de diciembre 2021, 07:27

El Real Valladolid ha terminado la primera parte de la temporada, la vuelta inicial de la Liga, sin haber efectuado un solo lanzamiento desde el punto de penalti. Un honor que comparte con Ibiza, Amorebieta y Sporting. Algo que podría considerarse normal sino fuera por ... un detalle relevante: ninguno de ellos se acerca, ni por aproximación, a los números ofensivos del Pucela. Al rey del ataque no le pitan penaltis, y estadísticamente es casi imposible que nunca se haya producido una falta de un defensa en el área del rival de los blanquivioletas. Pero los colegiados, por ahora, consideran que nunca ha pasado.

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El Real Valladolid, al acabar la primera vuelta, es el equipo que más disparos efectúa, el segundo que más acierta con la portería, el segundo que más goles logra desde dentro del área, el segundo con mejor coeficiente de goles por disparo, el tercero que más recuperaciones logra... y al que menos penaltis le pitan.

El hecho es prácticamente único. En la 2014-15, por ejemplo, el Villarreal acabó la primera vuelta con un solo penalti a favor en 19 partidos. Los castellonenses fueron en ese periodo de tiempo el tercer equipo con más remates a portería, un total de 382, tan solo superado por Real Madrid y FC Barcelona. El Villarreal fue el sexto equipo más goleador y uno de los que más presencia tiene en área contraria.Vamos, igual que el Pucela, con la salvedad que los de Pacheta son líderes en algunos de los conceptos más significativos de lo que es el juego de ataque.

El asunto es tan llamativo, que si se lleva al terreno individual, se comprueba que los atacantes del Pucela reciben faltas a tutiplén. Weissman, por ejemplo, un delantero especialista en el remate a un toque, que vive arraigado en el área en el momento que su equipo ejecuta movimientos de ataque, acumula 11 faltas. ¿Ninguna de ellas ha sido dentro del área? Improbable, aunque posible dado que el israelita no es futbolista de controlar el balón ni de regatear en la zona de peligro. Es más de golpear y a otra cosa, mariposa, aunque no deja de ser llamativo que a un delantero como él le hagan tan poquísimas faltas. Es poco creíble. Pero es que Sergio León, que se mueve menos dentro del área que su compañero pero que también echa muchos minutos del partido en el interior de ella, acumula 28 faltas recibidas. Y eso que los primeros partidos de la temporada no era titular, a diferencia de ahora.

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Los tres que más faltas reciben del equipo son Roque Mesa, 39, Toni Villa, 36, y Óscar Plano, 34. Los tres, no obstante, se mueven por espacios más cercanos al centro del campo o preferentemente por fuera del área. Y en esas zonas de menos compromiso los árbitros son mucho más proclives a pìtar y señalar faltas que luego, cuando son en el área, se convierten en 'sigan, sigan' o en un rotundo gesto de brazos que se cruzan.

Cualquier aficionado recuerda acciones como la mano de Enric Gallego en el partido ante el Tenerife, los diversos pisotones que se ha llevado Toni Villa en sus gambeteos por las proximidades del área pequeña o las patadas recibidas por Aguado o Sergio León que el árbitro de turno entendió como no sancionables. Basta un dato, anecdótico quizá, pero llamativo. La Liga tiene un servicio para medios de comunicación en el que se puede buscar imágenes de los diferentes partidos de un equipo. Uno de los filtros es acciones que han requerido VAR. Pues bien, en esa categoría el Real Valladolid solo aparece dos veces: por el penalti en contra en Lugo y por la expulsión de Weissman en el mismo partido. La LFP no tiene archivadas acciones que hayan merecido la revisión del VAR a favor del Pucela.

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Críticas que enfadan

La ausencia de penaltis a favor no es algo que llame solo la atención de los aficionados o de la prensa. No. También es una situación extraña para los miembros del cuerpo técnico del Real Valladolid, que en los inicios de la temporada no tuvo reparos en criticar de forma educada y mesurada la aparente ceguera de los directores de los partidos ante lo que sucedía en el área del rival blanquivioleta.

Las primeras críticas fueron, poco a poco, desapareciendo y ahora Pacheta apenas hace mención a las decisiones arbitrales. De vez en cuando constata que le resulta extraño, pero no pasa de ahí. En la raiz de este silencio más o menos contenido está, por un lado, la filosofía del club de ni escudarse ni de descargar responsabilidades en los árbitros. Y, además, está un puro ejercicio de supervivencia deportiva, ya que habitualmente protestar públicamente no tiene ningún efecto positivo sobre la actuación de los colegiados.

El colectivo arbitral es uno de los más corporativistas que existen. Es lógico y natural. Están siempre en el ojo del huracán, son responsables de todo lo malo que pasa y rara vez lo son de lo bueno y la mejor manera que tienen de protegerse de los ataque de fuera es hacer piña y respaldarse unos a otros. Un comportamiento de tribu, muy comprensible, que no implica que luego no puedan despedazarse unos a otros en privado. Pero ese es otro problema.

El caso es que las quejas de Pacheta provocaron durante unos cuantos partidos el efecto contrario del deseado. El corporativismo arbitral provocó decisiones regidas por un mayor rigor cuando se trataba del Real Valladolid. Las quejas se atemperaron, pero no ha sido suficiente para que llegara el primer penalti. Al menos queda toda la segunda vuelta.

Mala fama

En la primera temporada de utilización del VAR, el Pucela se sintió muy perjudicado por su aplicación. Tanto que muchos aficionados se quejaron de que el club no se quejara en voz alta ni reclamara más respeto. La entidad no dijo una palabra más alta que otra, pero se movió entre bambalinas para que se le tuviera más consideración al equipos. El equipo no recibió ayudas evidentes, pero sí empezó a ser tratado con más ecuanimidad.

Ahora pasa algo similar, pero al revés. En el estamento arbitral existe la idea de que los jugadores del Pucela tienen demasiada tendencia a irse al suelo cuando hay o notan un presunto contacto -no todos los contactos son penalti recordaba este domingo Juan Carlos Alonso en su habitual columna semanal de análisis de la actuación del árbitro-, y eso les condiciona de forma subsconsciente. Lo tienen que ver muy claro en estos momentos para señalar el punto de penalti. Y más ahora que desde el VAR se llama a capítulo solamente cuando se aprecia un error clamoroso y manifiesto.

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Por ejemplo, en el partido del domingo, Toni sufrió un pisotón que el árbitro entendió que no era merecedor de ser castigado con pena máxima simplemente porque el defensor no aplicó fuerza desmedida. Como comentó Javier Yepes, que le digan a Urizar Azpitarte si le dolió o no el pistón que le propinó Stoichkov. Cualquier golpe con los tacos en el empeine duele, más allá de la intensidad. Y si el pisotón es falta en el centro del campo, debe serlo en el área. Que se lo digan a El Yamiq tras el partido ante el Oviedo.

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