Borrar
Nauzet celebra el ascenso con la camiseta del Pucela. En pequeño, en su nueva faceta como técnico. Ramón Gómez
Nauzet y el póquer conciliador
Protagonista en las dos orillas

Nauzet y el póquer conciliador

Cuatro goles al Nástic le reconciliaron con la afición antes de regresar a Las Palmas por la enfermedad de su padre

José Anselmo Moreno

Jueves, 5 de diciembre 2024, 20:55

Al final Nauzet se hizo fuerte en sus esencias, cuyo tarro tardó en destapar en Pucela. Si resiliente es una palabra de moda, el canario lo fue y esperó su momento para redimirse en Zorrilla. Un póquer (cuatro goles) le reconcilió con la afición en un partido ante el Nástic en plenas ferias de Valladolid. No hay muchos casos en que el público vallisoletano cambiara de actitud respecto a un jugador. Es más, se fue de Pucela a Las Palmas porque su padre estaba enfermo, pero en ese momento dice que ya había alcanzado aquí un estado de felicidad. Tenía buenos amigos y hasta un «cuartel general», el restaurante Ubi Bene de Parquesol.

Canterano de Las Palmas, Nauzet Alemán se asomó al primer equipo con 18 años, aunque ya fue convocado con 16 por Fernando Vázquez. Ahora es segundo entrenador de Las Palmas Atlético tras haberse retirado en el Arucas, al que ascendió. Ha escogido la senda de sus amigos Óscar y Sisi al trabajar en categorías inferiores. Son dos de sus mejores «camaradas» aquí, aunque tiene más. «Pasamos momentos duros el último año, estuvimos nueve meses sin cobrar, pero eso nos unió mucho a todos», recalca.

El segundo ascenso de su carrera (coleccionó cuatro en total) fue con el Pucela en 2012 y tras un año complicado, con impagos y la supervivencia del club en juego. Nauzet contribuyó con nueve goles e innumerables asistencias. Ese mismo año regresó a Las Palmas por la referida enfermedad de su padre. Recuerda que tenía una oferta de renovación y también otra muy suculenta del Espanyol pero «debía volver a casa porque era necesario en Las Palmas», donde firmó después otro ascenso de la mano de Paco Herrera. Aterrizó en Valladolid tras hablar con Sesma y el preparador físico Toni Ruiz, que fueron sus informadores antes de fichar el último año de Mendilibar aquí. Su rendimiento fue de menos a más. Se marchó en la cúspide. De hecho, cuando el estado de las cosas era perfecto, aquel problema familiar le hizo volver a casa. En su capacidad de generar juego asociativo se le vio disfrutar mucho la última temporada al lado de Rubio, Sisi, Óscar o Víctor Pérez. Dice que evolucionó con el tiempo, al punto de que Sergio Lobera le colocó de mediocentro en Las Palmas. Difícil reconversión para un extremo pero lo hizo bien. «Es la experiencia la que te da cosas en el campo que no tienes de joven», dice.

Su obsesión era jugar en Primera y por eso dejó la isla por primera vez. Tras mucho pelearlo y dos promociones, consiguió también dejar al Pucela donde se lo encontró después de doblegar al Alcorcón en la segunda de ellas. De la primera contra el Elche de Bordalás dice que recuerda la tensión del partido de vuelta y que se encaró con el árbitro (Amoedo Chas) por una decisión «injusta» que acabó en gol de Albacar. «Aquel partido se nos escapó por detalles como ese y yo me fui a comer al árbitro al final, me sancionaron dos partidos», recuerda.

A partir de ese momento, todo le fue hacia arriba en Pucela. Nauzet alcanzó su máximo rendimiento de la mano de Djukic. Era un jugador de carácter y representante de ese fútbol de la calle del que cada vez quedan menos ejemplos. Uno de ellos es otro grancanario: Yeremi Pino y él me cita también a Bryan Zaragoza. Rápido y con buen balón parado, tremendo fue su gol de falta en el Bernabéu con el Pucela. Asegura que jamás notó tanto silencio en un estadio como aquel día tras batir a Casillas. Antes de eso, Nauzet tuvo que superar esa «morriña» insular de los canarios para triunfar aquí. «Me pasó el primer año, luego ya me sentí como en casa», dice.

Su presencia en el once fue indiscutible la campaña 2011/12 donde estaba en juego la vida del club si no se ascendía. Fue esa temporada cuando la conexión Nauzet-Guerra parecía cosa de brujería. También con Óscar o Sisi, jugadores con lo que mezclaba especialmente bien. «Merecía la pena pagar una entrada solo por verles, yo los veía de cerca y además eran mis amigos».

Su gran reivindicación se produjo aquella noche ante el Nástic de Tarragona, un partido de Copa en el que marcó cuatro goles y donde reaparecía tras su expulsión en Elche. El póquer que se sacó de la manga en plenas fiestas (el día de la patrona) le sirvió para reconciliarse con la afición, algo que agradeció y disparó su rendimiento. Algo debió suceder antes de ese partido porque a partir de ahí fue otro jugador. Dice que solo mentalidad y trabajo. Esa noche Nauzet mezcló coraje con goles de disparos lejanos, una jugada individual y una sutil vaselina para el cuarto tanto. Total cuatro. Poco después fue sustituido y recibió una atronadora ovación de Zorrilla.

Ahí se reseteó todo y empezó a sentirse querido. Llegó entonces su mejor versión en Pucela, con 31 partidos y goles decisivos. También con Clemente y Abel había hecho buenos partidos, pero sin tanta continuidad. Era de esos jugadores que acusan los silbidos y necesitan cariño para rendir. Cuando lo tuvo en Pucela, durante su última temporada, no decepcionó. Incluso con detalles humanos, de los que no alardea (como debe ser) en aquella temporada donde los empleados no cobraban y los jugadores tenían que poner dinero para comprar vendas o una simple pomada para rozaduras.

Asegura que esa plantilla y la del ascenso de Las Palmas fueron «los mejores equipos» donde jugó durante su carrera, en la que las tarjetas fueron su gran hándicap. Era su carácter, lo fue puliendo con la edad. Admite que hace tiempo que no viene a Pucela, pero uno acaba con la sensación de que esa visita está al caer.

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elnortedecastilla Nauzet y el póquer conciliador