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José Anselmo Moreno
Valladolid
Jueves, 27 de junio 2024, 06:55
Me dijo Mario Camus en una entrevista que tener prestigio no va de premios (en este caso títulos). El concepto de prestigio del cineasta cántabro iba, por ejemplo, de subirse a un taxi y que no le dejaran pagar la carrera porque había hecho feliz al taxista con una película. Si eso es el prestigio, Moré lo tiene más allá de la foto con la Copa de la Liga.
El fútbol ha estado siempre lleno de tópicos y aún hoy, prevalecen los estereotipos. El del capitán levantando un trofeo, por ejemplo. Sin embargo, Moré no solo está en la foto más importante de nuestra historia sino que está en todas las fotos de más de una década de blanquivioleta, en todas las formaciones y en todos los escenarios. Este sí era en capitán, pero de los de verdad, no el tópico del veterano a quien corresponde el minuto de gloria tras ganar una final. Para esa copa no había otro más adecuado.
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El Real Valladolid, en ocasiones, ha pintado su historia a brochazos pero otras veces nos ha hecho sentir orgullo. Y hablando del orgullo, ahí aparece Moré. Es además una palabra que usa con frecuencia, ya que el exjugador catalán está «muy orgulloso» de haber vestido la blanquivioleta y de haber entrenado al Pucela. La afición también está orgullosa de que fuera (y sea) uno de los nuestros aunque solo el derecho del retención impidió que dejara el club para irse al Espanyol. Eso habría evitado la foto mítica con la Copa así que bendito derecho de retención, en este caso.
Moré es una leyenda indiscutible del club y apenas lo aparenta. Como jugador ofreció un rendimiento constante y extraordinario, culminado con esa imagen gloriosa. Sin embargo, asegura que levantar el único trofeo del club no fue lo más importante. Según él, el ascenso de la 79/80 sí fue el momento más importante de su carrera, aunque no haya una foto memorable para ilustrarlo. Es que ni celebración hubo. Para Moré, aquel ascenso fue más trascendente de lo que entonces se pensaba porque, tal y como recuerda «el club volvió a formar parte de la elite tras haber estado mucho tiempo en Segunda, aquello nos cambió a todos más que la Copa de la Liga. El club llevaba 16 años lejos de Primera, nosotros llevábamos varios años juntos y pasamos de ser jugadores de Segunda, y que no conocía nadie, a ser futbolistas de Primera», dice.
No obstante, quiere precisar que la Copa de la Liga también fue muy importante y valora en su justa medida la foto con el trofeo. «Parece que pasan los años y da la impresión de que cada vez es más significativa para la gente esa foto», subraya. Sobre esa Copa de la Liga afirma que se dieron un montón de circunstancias para acabar la temporada «como motos» y la confianza «impresionante» que se fue adquiriendo con las eliminatorias les hizo sentir invencibles. «Además estábamos físicamente muy bien, creo que hubiéramos ganado al que se hubiera puesto por delante».
Hace la precisión de que no fue sólo el título, «aquello nos permitió ir por primera vez a Europa y eso es también muy valioso, haber vivido todo aquello es un orgullo», insiste en ello. En efecto, hablamos de la década prodigiosa. El Real Valladolid, durante las décadas de los 80 y 90 fue campeón de la Copa de la Liga, subcampeón de la Copa del Rey, hubo clasificaciones europeas y tuvimos un pichichi en Primera. En 19 de las 20 temporadas estuvo en Primera. Y todo empezó con ese ascenso que recuerda Pepe y el culmen de la Copa de la Liga.
Además de jugador, Moré fue durante años algo así como el Vicente Del Bosque del Pucela. Y también, como en el caso, del salmantino, se le valoró más con el tiempo. De hecho, fue irse y el equipo descendió tras varias temporadas salvándose con muchos cedidos y fichajes modestos.
Recuerda Moré que su peor momento fue una lesión en los ligamentos de la rodilla, con 34 años, la más grave de su carrera y que tal vez pudo precipitar su retirada. No le dolió tanto como aquel percance dejar el club de su vida porque sabía que en cuanto dejara de ser primer entrenador ya no podría quedarse y, tras marcharse, tuvo buenas experiencias en Tenerife y Castellón.
El catalán sumó un total de 448 partidos como jugador. Es el segundo de la historia del Pucela con más partidos y me corrige el dato porque yo pensaba que era el tercero. Actuó hasta de defensa central y eso que no iba nada bien de cabeza. «Se las ingeniaba a veces para evitar golpear con la cabeza», suele recordar su excompañero Manolo Llacer.
Moré sigue siendo socio del Real Valladolid y un buen aficionado, aunque no vaya al estadio porque ahora su prioridad es disfrutar de sus nietos y, como es su costumbre, dar largos paseos entre Parquesol y Arroyo. Ve los partidos pero ya no tiene esas ganas de ir al estadio porque sufre. «Me recuerda los momentos en que yo sufría como entrenador. Vas allí y te afloran esos recuerdos. No es lo mismo entrenar a otro equipo que al club en cuya ciudad te vas a quedar de por vida, la responsabilidad es máxima».
Recuerda que el fútbol cambió con el premio de tres puntos por victoria y el hecho de que los porteros no pudieran coger el balón con la mano tras cesión, lo que permitió una presión más alta. Además dice el juego ya no es ahora tan duro. Eso hace que el mérito de los jugadores ofensivos sea diferente, al más protegidos.
Sobre su etapa como futbolista hay un dato poco conocido de Moré, y es que empezó como ariete en las categorías inferiores del Barca pero se encontró con la competencia en el puesto de Pep Munné (quien luego fue actor) y acabó jugando por la izquierda, de ahí su dominio con la zurda.
Sus recuerdos como futbolista en la época del viejo estadio evocan una época bien diferente. «Una prueba de cómo eran aquellos tiempos es que algunos días sacábamos la manguera del vestuario por la ventana y lavábamos nuestros coches», rememora con la sonrisa en la boca. Con los años, ha ganado en facilidad para reír y bromear, también la ausencia de bigote le resta severidad.
También, como no, recuerda a Pachín y sus mil anécdotas incontables y menos ahora, ya fallecido. «Se ponía a jugar con nosotros y cuando le dabas mal el balón se cabreaba y la pedía al pie». Obviamente, recordamos la anécdota del Interviú, pero es que al final no había uno sino varios. Era la revista de moda en la época y «nosotros no éramos mucho de libros, así que qué ibas a leer en una concentración en Bulgaria».
Son recuerdos que nos llevan precisamente a los talleres de reminiscencia para mayores. Asegura que son muy edificantes. Le metió en ello Torres Gómez y dice que es «muy bueno» ver como en las residencias la gente mayor recuerda cosas a través del fútbol. «Me hace sentir bien, no sabes si tú en el futuro necesitarás algo así».
Al final sale el lado humano del protagonista. Ese que se preocupa por los malos momentos de sus excompañeros o celebra los éxitos del Pucela. Como él dice, «lo mejor del fútbol es cuando eres futbolista». Sin embargo, aunque no quiere comentar nada, analiza los defectos desde el sofá y sufre con los goles en contra. «No digo nada al respecto porque ahora no debo hacerlo», asegura.
Hablar con Moré de fútbol, con la pausa que siempre le pone a su conversación, es un gusto. Un día levantó una copa. Es el momento que da sentido a nuestro himno, el de los goles y las gestas y el que dice que con grandes triunfos se hace la historia. Hablando del Pucela, Moré e historia deben ir en la misma frase.
Son múltiples los factores que deben concitarse para que un club humilde como el Real Valladolid, a años luz en presupuesto de los grandes transatlánticos del fútbol español, conquiste un título nacional. Y todas esas circunstancias confluyeron hace cuarenta años para hacer realidad el que hasta la fecha sigue siendo el único trofeo oficial de la entidad blanquivioleta en sus 96 años de historia. Aquella imagen icónica de Pepe Moré levantando la Copa de la Liga, que hubo de pasar por los líquidos de revelado para ser publicada dos días después, continúa en el imaginario de los aficionados más veteranos. Y con esa foto acaparando la portada, El Norte lanza el sábado día 29 de junio un Suplemento Especial para recordar de la mano de los protagonistas todos y cada uno de los detalles que rodearon aquella gesta.
Una temporada irregular en lo deportivo, en lo que a la liga doméstica se refiere, que acabó en celebración gracias a una plantilla que se nutrió de la cantera y que hubo de sobreponerse a un cambio de entrenador. El relato de cómo se llegó a conquistar el título, las múltiples anécdotas que dejó el proceso para llegar a levantar el trofeo, y las vivencias de los jugadores que pasaron por aquel vestuario forman parte del Especial que publica El Norte de Castilla. También una conversación entre el director deportivo (Ramón Martínez) y el entrenador de aquel equipo (Fernando Redondo), que cuarenta años se han vuelto a encontrar para repasar, ya con la perspectiva y el poso que deja el paso del tiempo, todo lo que rodeó y acompañó a aquel éxito deportivo.
Un suplemento que es una pieza de coleccionista para los aficionados más veteranos del Real Valladolid, y que se entiende también como una lección de historia para los más jóvenes que no disfrutaron de aquel hito y que solo lo conocen por boca de sus padres y abuelos.
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