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El 11 de mayo de 2001 fue un día caluroso en Valladolid. Los casi 24 grados que recibieron a un treintañero ejecutivo en el José Zorrilla auguraban una buena jornada de primavera. Ese día Carlos Suárez Sureda (León, 13 de abril de 1968) conocía por primera vez el coliseo blanquivioleta, subía las escaleras hacia las oficinas y terminaba de retocar el esquema mental que se había traído para hacer frente a su trabajo. Ese día Suárez comenzó a ejercer de presidente del Real Valladolid, aunque él no lo sabía. Y tampoco podía imaginar que el trabajo de tres meses, como mucho, que le habían encargado se prolongaría durante 18 años. Aquel 11 de mayo Carlos Suárez, 33 años recién cumplidos, empezó a dar un giro a su vida y a un club de fútbol hasta el punto de entrar a formar parte de su historia como el presidente más longevo.
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Cuando pisó por primera vez los aledaños de Zorrilla, Suárez era un prometedor ejecutivo del Banco Gallego, en el que empezaba a labrarse un futuro después de haber sido jugador profesional de baloncesto y haber sido capaz de compaginar los estudios con los entrenamientos, los partidos y los viajes. Inteligente, rápido de pensamiento, creativo e imaginativo en la búsqueda de soluciones a problemas complejos, se tomó su presencia en Zorrilla como un paso más en su aprendizaje. Pero al final el club y la ciudad acabaron por conquistarle el corazón. Tanto que cuando habla de los vallisoletanos lo hace en primera persona.
Cumplió 10 años al frente de la entidad y se convirtió en el segundo presidente con más años en el cargo –solo José Cantalapiedra le superaba por aquel entonces–, echaba la vista atrás y confesaba que lo que vivió en su llegada«fue una situación en la que tiraron todos para adelante, gente que ha sido importante en el club, como Alberto, Torres Gómez, García Calvo, Caminero... Y un montón de gente con un altísimo nivel de compromiso que quería recuperarse en medio de una situación deportiva complicada».
Cuando pronunció esas palabras, mayo de 2011, Suarez acababa de superar un duro episodio de salud y confiaba en que el equipo ascendiera en el 'play off'. No fue posible, pero al año siguiente compraría el club y ascendería con Djukic.
Ese partido contra el Elche fue, además, escenario de una de las anécdotas más reveladoras de la personalidad de Suárez: su obsesión por los rituales y la repetición de actos que un día él consideró que le dieron suerte. El caso es que unos años antes, en la temporada del ascenso con Mendilibar, Suárez viajaba a Elche con Caminero en el coche del ahora director deportivo del Málaga. Por lo que fuera, el Cayenne del madrileño se quedó sin gasolina y tuvieron que buscar un coche que les acercara a una gasolinera. El Valladolid ganó el partido con gol de Víctor. Pues bien, el día en el que el Pucela se jugaba pasar el primer partido del 'play off' ante los ilicitanos, el equipo viajaba con un 1-0 de renta, hizo el viaje con Caminero, por el mismo recorrido que años atrás y... se quedó sin gasolina en el mismo sitio.
No funcionó.
Sí lo haría años después.
E el día del partido ante el Numancia de la Liga Regular, ya con Sergio en el banquillo, viajó en Ave, solo, desde Madrid a Valladolid. En la estación le recogieron y le llevaron a Soria. El Pucela ganó con gol de Borja y la posibilidad de jugar la fase de ascenso a Primera empezó a ser algo real.
Semanas después el equipo jugaba de nuevo en Soria, pero esta vez el primer partido de la final del 'play off'. Y Suárez viajó solo en Ave y le fueron a buscar a la estación y le llevaron. Y el Valladolid ganó y ascendió.
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Para la historia quedará el Suárez con abrigo en junio durante el partido con el Alcorcón que debía devolver al equipo a Primera, pero también la del presidente que nunca rehuía el contacto con la ciudad y con la gente; la del propietario que se jugó todo su patrimonio por unos colores; la del leonés que se enamoró de Valladolid y del Valladolid y que mantiene su casa en la ciudad pese a que es consciente de que la vida ahora le va a llevar por caminos que se alejan bastante del Pisuerga.
Pero él es pucelano. De León, pero pucelano.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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