De un jeque en el césped a una vaquilla en el entrenamiento, cuatro décadas de anécdotas en Zorrilla

40 años del Nuevo José Zorrilla ·

El campo del Real Valladolid terminó el segundo partido que acogió con mote y, desde entonces, ha sido el escenario de algunos curiosos acontecimientos, muchos de ellos desconocidos por los aficionados

Sergio García

Valladolid

Viernes, 18 de febrero 2022, 00:10

Este 20 de febrero, el José Zorrilla cumple 40 años. Su construcción, para albergar el mundial del 82, ya es en sí una anécdota. Pero lo que ha acontecido después en el césped dista mucho de esta curiosidad y, en algunos momentos, roza casi el ... surrealismo.

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Vídeo. Cuatro décadas de anécdotas en el estadio José Zorrilla. Rodrigo Ucero

Historias desconocidas por los aficionados y que recoge Santiago Hidalgo en su libro, 'Una vaca brava en el Estadio José Zorrilla'. Hablaremos del becerro y la improvisada capea que originó, así como de muchas otras anécdotas que se han vivido en el estadio y que recuperamos con motivo de sus también cuatro décadas de fútbol.

Un jeque sobre el césped

Corría el año 1982, más en concreto el 21 de junio. Comenzaba la segunda semana del Mundial de Naranjito y el Nuevo José Zorrilla cumplía con el objetivo para el que nació, albergar partidos internacionales durante este torneo. Sobre el césped, se daban cita la Francia de Michel Platini y la selección de Kuwait, que debutaba ese año en el campeonato. Este partido del grupo D culminó con un claro 4-1 a favor de los galos, pero el fútbol no fue el protagonista ese día. En un momento del partido, se cree que un aficionado silbó -o al menos efectuó un sonido similar al de un silbato- y comenzó un efecto mariposa que terminó con un acontecimiento inaudito.

«Los jugadores de Kuwait se pararon en seco, creyendo que había sido el arbitro», explica Hidalgo. El resultado, el cuarto gol de Francia, obra de Alain Giresse ante la mirada pasiva de los internacionales kuwaitís. Lo que siguió a continuación todavía es una de las anécdotas de los mundiales. Desde el palco, el jeque Fahid Al Ahmad Al Sabah, hermano del emir del país, bajó hasta el césped haciendo aspavientos a los suyos. Quería que se retiraran del partido. Las fuerzas de seguridad, primero dejaron pasar al hombre, vestido con chilaba blanca, túnica negra y turbante rojo. También con maletín en mano, conversó con el colegiado soviético Miroslav Stupar, quien finalmente anuló un gol totalmente legal.

Al igual que un famoso 'mcguffin', el contenido del maletín continúa siendo un misterio. Lo que sí se sabe es que, un día después, la Fifa emitió una resolución donde impuso una multa de 25.000 francos suizos a la Asociación de Fútbol de Kuwait por conducta antideportiva. El colegiado quedó suspendido de por vida como árbitro internacional y solo podía participar en los torneos internos de la Unión Soviética. «Ocho años después, el jeque murió durante la Guerra del Golfo en un tiroteo contra tropas iraquíes», añade Hidalgo. El mismo año del fallecimiento, Miroslav Stupar se retiró del arbitraje.

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Una capea dentro del estadio

Zorrillo no ha sido el primer animal que ha pisado el estadio del Real Valladolid. Tampoco aquel oso del circo que acudió antes del comienzo de un encuentro. Fue en marzo de 1999 y el animal, una vaquilla brava de nombre 'Reservita'. Pero no nos precipitemos. En una noche de jueves, cuando los jugadores tienen permitido salir a cenar y tomarse algo, se gestó lo que a día de hoy es un hecho insólito de la historia de los terrenos de juego. «Una iniciativa, en este caso de Juan Carlos Rodríguez», explica Hidalgo. Hablamos también con el ex capitán, que vivió de primera mano la anécdota y la noche que dio pie a ella

«Fue un calentón», concreta. Suyo y del ganadero tudelano conocido como 'El Pecas'. «Le conocíamos de antes, porque al final de algunas temporadas hacíamos comidas y también capeas», explica Rodrígez. Lo importantes es que, durante esa noche de jueves, surgió una apuesta entre ellos dos. Llevar una vaquilla al día siguiente al entrenamiento. «El viernes hacíamos una rutina más sencilla y le pedí a Chuchi Navarro -jefe de las instalaciones- que nos abriera el estadio para entrenar allí», añade. Bajo la incertidumbre de una inminente llegada de 'El Pecas' y 'Reservita', el entrenamiento tenía una tensión latente. «No sabíamos si iba a aparecer o no cuando de repente entra un camión en el estadio y sale la vaquilla por detrás», comenta Rodríguez, que confiesa que intentó dar un capotazo sin éxito.

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El único que se acercó a hacer algo parecido a lo que haría un torero fue Sergio Kresic, el entrenador de entonces, que se quitó de en medio al animal sin despeinarse. Casi como un acto reflejo, porque estaba atónito ante la estampa que se acababa de organizar en el Zorrilla. «Cuando salió del camión, algunos pensaban que era un perro o un caballo, hasta que se acercó y ya vieron que era una vaquilla», asegura el ex capitán. La sorpresa también fue para el animal, que con unos 350 kilos de peso, comenzó a dar vueltas por el campo hasta que decidió buscar una salida. Muchos jugadores terminaron agarrados a los largueros y otros tomaron como mejor opción saltar al desaparecido foso. Ahí también terminó la becerra tras saltar la valla publicitaria. «Por suerte no le pasó nada», incide Rodríguez.

Con mote en el segundo encuentro

El nuevo José Zorrilla se concibió para ser un estadio con ambición. Su idea era albergar partidos en el Mundial del 82 y desde el principio tuvo un primer contacto con encuentros de gran nivel. Lo demuestra el segundo que acogió, la final de la Copa del Rey de 1982 que enfrentó al Madrid de Juanito y Santillana con el Sporting de Gijón. La estructura del estadio era bien diferente a la que se conoce hoy en día. La grada de los palcos que hay en la actualidad no estaba construida y el viento hacía del césped del Zorrilla su campo de juego. Especialmente frío fue el que corría en aquella final del 13 de abril del 1982. «Un día helador», recuerda Santiago Hidalgo, presente en aquel encuentro. Las temperaturas eran tan gélidas que incluso un aficionado del Sporting tuvo que ser atendido por Cruz Roja por síntomas de congelamiento. «Iba solo con una americana y prácticamente se desmayó», añade el escritor en su papel de testigo.

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«En mi vida había pasado tanto frío. Quiero decirlo cuanto antes, porque si no, reviento», comenzaba la crónica del encuentro escrita por Javier González y publicada en El Norte de Castilla un día después. Según explica Santiago Hidalgo, el mote de 'estadio de la pulmonía' nació previamente. «Se comenta que fue en una conversación de Paquito con Javier González, redactor de El Norte, cuando llamó una vez al campo de esta forma», explica Hidalgo. «Paquito venía de Oviedo de nombrar una calle con ese nombre y se cree que de ahí le vino el término», añade. Otra de las teorías se relaciona con la presencia de los reyes. Uno de los libros de Santiago Hidalgo, 'Pucelín y Ansurón', explica en una de sus viñetas, en verso, que «un frío sin concesiones de esos que manda... calzones se hundió entre pechos y espaldas. La reina accedió con faldas y salió con pantalones». Para más curiosidad, Sofía y Juan Carlos viajaron a Oslo, en Noruega, un día después de la final de Copa del Rey. Si pasaron más o menos frío en el país nórdico que en el palco del José Zorrilla es una pregunta sin responder.

Toques hasta el palco

Uno de esos jugadores irrepetibles que vistió la elástica blanquivioleta fue Mágico González. Llegaba ya con el apodo desde Cádiz y siguió con el mismo en Valladolid. Además, hacia gala de ello, como demostró durante un entrenamiento; este sin vaquilla de por medio. Una leyenda recogida en el libro de Santiago Hidalgo, que también ha publicado una última novela futbolística llamada 'El club en sus manos', cuenta que el salvadoreño se levantó un día con hambre de balón. Para saciarse, cogió el esférico desde el mismo centro del José Zorrilla y, desde ahí, comenzó un particular via crucis. Dando toques, se encaminó hasta la grada. Con el pie, la cabeza, el hombro, el muslo. No le importaba.

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Continuó por el graderío y después bajó hasta la zona de vestuarios sin que el cuero cayera durante su recorrido, volvió y, con «un golpe sutil», dejó el mismo en el cesto de los balones ante la perplejidad de todos. «El único que hizo algo parecido fue Eusebio, que al menos subió un trozo de la grada», explica Hidalgo. «Cuentan que el resto lo probaron todos, pero a los tres, cuatro toques se les caía. Imposible», concluye.

Goles precoces

Entre 2008 y 2009, el José Zorrilla fue el campo de los goles precoces. En edad y en tiempo de juego. Primero, el 20 de enero de 2008. Fecha histórica para el club y para la Liga en general. Aquel domingo, hace ya catorce años, el Real Valladolid se enfrentaba al Espanyol, por aquel entonces entrenado por Ernesto Valverde. El sorteo del colegiado Pérez Lasa favoreció a los pucelanos, que se prepararon para comenzar el encuentro. En el punto del centro del campo, dos jugadores. Víctor y Llorente. «Vi la cara de Joseba, no se me olvida. Estaba confiado en que iba a salir», recordaba después el primero. Fueron 7,42 segundos los que tardó el esférico en comenzar a rodar hasta que terminó en las redes de Lafuente, guardameta visitante. El gol más rápido de la historia de la competición.

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«Recuerdo estar en el estadio, en el palco, y oír al público gritar gol. Imposible, si acaba de empezar». Santiago Hidalgo fue uno de esos asistentes que todavía no estaban sentados en su asiento cuando Joseba Llorente marcó el tanto. «Hablando con Víctor decía que era una jugada que tenían mucho tiempo hablada y les salió fenomenal», explica. En concreto, un primer amago que terminó en un pase largo hacia la defensa perica. Desde el centro del campo, Llorente salió corriendo como un «sputnik» para controlar el balón. Lo consiguió; también el gol. «Es muy difícil que se pueda repetir, a lo mejor tenemos el gol más rápido de la liga por los siglos de los siglos», añade Hidalgo.

Pero sí ha habido otro récord en el Zorrilla que no se ha mantenido en el tiempo. Avanzamos hasta 2009, hasta el domingo 4 de octubre. El Real Valladolid se enfrentaba al Athletic Club de Bilbao, en un encuentro que a menos de veinte minutos para terminar arrojaba un marcador de dos a uno para los blanquivioletas. Sobre el césped, un joven jugador disputaba su sexto encuentro. Había salido en el minuto 62 y tenía 16 años, nueve meses y dos semanas. Quince minutos después, con el 77 en el marcador, Iñaki Muniain marcaba su primer gol en la Liga y se convertía en el jugador más joven en lograrlo. Un récord que se ha mantenido vigente hasta que, en la temporada 2012-2013, el jugador camerunés del Málaga, Fabrice Olinga, marcó con 16 años y 98 días.

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Los récords van y vienen. Quizá en un futuro especial por el centenario del estadio, incluso por sus 50 años, hablemos de que el José Zorrilla fue el escenario del segundo gol más rápido de la historia de la Liga. O incluso el tercero, a ciencia cierta no se puede tener seguro. Lo que sí podemos concretar sin miedo a equivocarnos es que muchos han hecho del campo su casa. Un lugar donde también hay anécdotas de los socios. Historias propias que dejamos para la memoria personal de cada uno.

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