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Aunque desearía haber utilizado la interjección, he preferido titular el artículo bajo el signo de interrogación; una interrogación ante la duda de si lo realizado este viernes pasado en Vitoria será el comienzo de un nuevo modelo de juego o simplemente se quedará en ... anécdota.
Y ojo, porque no me refiero al resultado final, que me entusiasmó, sino a la forma de conseguirlo y sobretodo a la persona que lo promueve.
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Yo bien quisiera que esta forma de acometer el juego fuese ya la tónica general de un equipo que en lugar de salir dubitativo y timorato, enfundado en la camiseta del miedo a perder, fuese más bien ese que luciese en el pecho de la blanquivioleta el slogan «seguimos en lucha»
No duden ustedes, aunque creo que lo tienen claro, que de no ser por ese toque a rebato que promovió Anuar el pasado viernes en la jugada que acaba en penalti y gol, hoy estaríamos un poco mas hundidos en la clasificación y sobre todo mucho mas tristes.
Sin embargo, esa imagen posterior que no acaba hasta finalizado el partido, nos permite especular con un hipotético nuevo Pucela… de persistir en esa idea de acometer el juego.
En fútbol es imprescindible la pelea noble frente al contrario, igualando, como mínimo, los esfuerzos a realizar, al tiempo que lo acompañas con una propuesta coherente en forma de sistema de juego y le dotas al mismo de los mejores jugadores para llevarlo a cabo. No es pues una casualidad, sino la suma de una serie de premisas imprescindibles. Algo a lo que el Real Valladolid se agarró tras comprobar, como demuestra Anuar en la jugada del penalti que proporciona el empate, que aquella era la única vía a seguir.
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Llegados a este punto, con el botín en la mano y la moral en el techo, es tiempo de reflexionar acerca de quienes y de cómo se consiguió esa victoria; pero, sobretodo, de cómo encarar el futuro, comenzando por el más inmediato.
Dispuso Pezzolano un sistema clásico y lógico, en mi opinión, con una línea defensiva de cuatro hombres, tres volantes, un extremo tirado atrás y dos delanteros.
Entiendo lógica la comparecencia de Raúl Chasco en el lateral izquierdo, decisiva para la estabilidad de la línea la presencia de Javi Sánchez, aseada la actuación de David Torres y buena, como viene siendo habitual, la de Luis Pérez. El trabajo grupal fue razonablemente eficaz y en esa estabilidad radicó el posterior éxito final. La presencia final de Juma Bah aportó cierta solidez y el equipo aguantó el arreón final vasco con solvencia.
Quizás fue la poca solidez y las dudas iniciales en el medio campo quienes mayor factura pasaron al equipo. Algo que se plasmó en el gol en contra y una vuelta a todo lo malo conocido… hasta que compareció Anuar.
Él fue, junto a Selim Amallah, quien toco a rebato y entre ambos tiraron de juego y jugadores. La idea del entrenador de arropar a Chasco con el ceutí provocó el efecto, el menos tenido en cuenta, de ser el revulsivo atacante de llegada permanente y decisiva. Si lo que se buscaba fundamentalmente era una ayuda defensiva, lo que se vino a encontrar fue el catalizador atacante por excelencia.
Y ya que hablamos de ataque, dos últimos apuntes: el que Moro caminase por derecha no restó al equipo ni un ápice de efectividad y por contra vino a facilitar todo lo sucedido en la otra banda. Lo segundo fue, encontrarnos a un Mamadou Sylla pletórico en un sitio, en el cual y hasta ahora, nada relevante nos había dicho. Un verdadero hallazgo.
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