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La temporada pasada, pocos días antes de que el Huesca, equipo por el que nadie daba un duro en Primera División, visitara el José Zorrilla, José Rojo 'Pacheta' (Salas de los Infantes, Burgos, 23 de marzo de 1968) se hizo cargo del equipo aragonés. Resucitar aquel equipo parecía imposible, pero él estuvo a punto de lograrlo. Ese Huesca que era un coladero atrás, que no llegaba a puerta y que se venía abajo al primer contratiempo se convirtió en unas semanas en un grupo aguerrido, peleón, corajudo, intenso y con fe en sí mismo. A los aficionados vallisoletanos no les pasó desapercibida la metamorfosis de los altoaragoneses. Y vieron en su técnico el revulsivo que hubiera necesitado el Pucela. Sus ruedas de prensa motivadoras en las que se desbordaba la fe en sus hombres se contraponían a orillas del Pisuerga con las parrafadas de Sergio. Y los suspiros por el burgalés se oían en los Torozos.
La llegada de Pacheta
Unos meses, pocos, después Pacheta es el técnico blanquivioleta y entre los aficionados parece sucederse una suerte de renovada ilusión. Ha gustado su contratación.
Ahora bien ¿quién es Pacheta? ¿Cómo trabaja? ¿Cómo se comporta? ¿Cuál es su personalidad? ¿Cómo se relaciona con los jugadores y con los estamentos del club?
Hay una primera premisa que dejar clara y afianzada sobre José Rojo. Es una muy buena persona. Un tipo que merece la pena. Y en eso coinciden en Huesca, en Elche, en Soria y en Barcelona. Pero eso, claro, no dice nada en sí mismo. Todo el mundo es bueno mientras las cosas van bien, pero ¿lo es cuando se tuercen? Pues parece que también. Positivismo es una sustantivo que también cuadra para definir su personalidad. No es que sea inasequible al desaliento, pero le cuesta mucho rendirse y bajar los brazos. Como jugador no daba un balón por perdido, y como entrenador no deja un solo resquicio técnico sin explorar. Y si ese resquicio significa jugar con tres centrales, lo pondrá en práctica por mucho que a su presidente lo que le guste sea el juego de ataque y que su equipo sea protagonista y practique el juego bonito.
Uno de los secretos que explica la reacción del Huesca, que no debe olvidarse que quedó por encima del Real Valladolid, es la comprometida manera en la que Pacheta logra provocar en los jugadores un sentimiento de auto confianza en sus posibilidades. El de Salas de los Infantes es un motivador nato como consecuencia de su capacidad de liderazgo. Él es plenamente consciente de que debe ser el primero en tirar del carro y practica con sus jugadores lo mismo que él reclamaba a los técnicos que tuvo en su época de jugador: compromiso, lealtad, diálogo y trabajo. Cuatro buenas virtudes no siempre aplicadas en el mundo del fútbol profesional.
Un entrenador que le conoce muy bien señala que no debe nadie dejarse engañar por su aspecto y por su lenguaje corporal. Pacheta no es alto y está tan fino que pareciese que aún está en activo en el centro del campo de algún equipo. Ello, unido a una forma de expresarse en ocasiones un tanto pedestre, le hace pasar ante muchos como un tipo rudo, pueblerino. Nada más lejos de la realidad. «Es muy listo, señala este técnico, pero muchas veces fomenta esa actitud tan vehemente para centrar en él la atención y desviarla de sus jugadores».
Humilde, sencillo, trabajador hasta la extenuación, es de los que está entrenando a todas horas, 24 horas diarias pensando en soluciones y técnicas. Le gusta trabajar individualmente con los miembros del plantel en cuanto ve carencias en alguno de sus hombres.
Que ayer, en su primera tarde como entrenador, se dedicara a inspeccionar campos y conocer a la gente del club habla de su deseo de empaparse de todo lo que rodea a su puesto de trabajo. Es un líder, el nuevo líder.
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Abel Verano, Lidia Carvajal y Lidia Carvajal
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
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