Borrar
Plantilla del Real Valladolid en la temporada 1979-1980: Fila de arriba, de izquierda a derecha, Jacquet, Gratacós, Santos, López, Aparicio, Rusky, Aragón y Sánchez Vallesero); en la segunda fila, Bebic, Gail, Aramayo, Ríos, Gonzalo Alonso, Llorente, Lolo, Borja y Segurado; y en la primera, Tomás (utilero), Jorge, Vekic, Moré, Toño, Llacer, Chuchi García, Pepe Ramírez, Conde y Morera.. El Norte

Real Valladolid

El héroe que le cambió la vida al Pucela hace 45 años

Pepe Ramírez marcó el gol del ascenso en 1980 que sacó al Real Valladolid del infierno después de 16 años en Segunda y Tercera; ahí arrancó la década prodigiosa

José Anselmo Moreno

Domingo, 1 de junio 2025, 08:51

Tal día como hoy, 1 de junio, acabó la temporada que cambió nuestra historia. La del ascenso de 1980, tras más de tres lustros en un pozo. Ese ascenso llevó la firma de un jugador poco conocido: Pepe Ramírez. Su nombre rara vez aparece en las conversaciones sobre la historia del Real Valladolid, pero fue el héroe de una gesta de la que ahora se cumplen 45 años, un ascenso que nos sacó de pobres tras 16 años fuera de la élite y que dio paso a la década prodigiosa, entera en Primera, a un nuevo estadio, a un título, a una final de Copa del Rey o a jugar en Europa. Ramírez marcó el gol de aquella gesta, pero no solo aquel tanto. Antes de eso, ya había alterado sigilosamente nuestra biografía y luego veremos el porqué.

Su gol sellaba el pasaporte a Primera División ante el Racing de Santander (1-0) un 18 de mayo de 1980 aunque no se celebró en el campo, ya que otros encuentros todavía no habían acabado. Sin embargo, Ramírez también marcó un gol anterior que cimentó aquel ascenso cuando parecía escaparse (otra vez) después de tres derrotas consecutivas que habían dejado al equipo en mitad de la tabla. La clave de aquel capítulo decisivo en nuestra historia fue una remontada en Zorrilla ante el Recreativo de Huelva. Era el mes de marzo y a partir de ahí el equipo ya no perdería más hasta subir. Así, por las bravas. Aquella remontada ante el Recre, culminada otra vez por este héroe anónimo, fue lo que ahora se llama un punto de inflexión.

Ese partido de la 79-80, que recuerdo perfectamente porque fue mi primer año de abonado, cambió los libros del Real Valladolid, ya que el equipo llevaba 16 temporadas en un túnel sin salida. Aquel verano no se había hecho un equipo para ascender. Ni mucho menos. Se empezó con una plantilla muy justa. Los fichajes fueron un delantero del Murcia a quien tocó hacer la mili en El Pinar (el ya fallecido Chuchi García), el después agente de jugadores Zoran Vekic, Andrés Ramírez (cedido del Barca) y Pepe Ramírez (libre) que llegó a media campaña. Solo había dos centrales en aquel equipo y en el primer partido en Granada ambos causaron baja, eran Santos y Jacquet. Así las cosas, Gonzalo Alonso tuvo que ir deprisa y corriendo a pedir las cesiones de Gratacós y Julián López a Barcelona y Atlético, respectivamente. Sin embargo, tras caer en Granada en aquel partido inaugural (3-0), el Pucela pegó un arreón y tras ganar al Celta (2-0) el siguiente partido en Zorrilla, se plantó entre los opositores a subir.

Todo ello con varios jugadores que no llegaban a los 20 años, como Jorge, Gail, Minguela, Sánchez Valles o Lolo. El equipo aprovechó la aportación de su cantera, para conseguir un objetivo inesperado. Fue el año en que salió una norma que obligaba a jugar con dos sub-20. Salían de titulares y solían sustituirlos, pero en nuestro caso había muchos partidos que jugaban tres y eran de los mejores del equipo. Sin embargo, el Pucela cayó en picado al llegar febrero. En plena crisis, Helenio Herrera entró un día al vestuario del viejo Zorrilla y sin dar las buenas tardes le dijo a Andrés Ramírez: «Usted se viene conmigo». Era el entrenador de un FC Barcelona con muchas bajas en ataque y Andrés era entonces la figura de aquel Pucela.

No obstante, aquí se había quedado otro Ramírez (Pepe). Cuando todo hacía presagiar un adiós prematuro al ascenso, como pasaba casi siempre, el Recreativo (equipo del que procedía Pepe) visitaba Zorrilla y jugaba por escapar de la zona baja. De hecho, si ganaba alcanzaría al Pucela. Se puso de cara el choque para el Recre en el minuto 2, con un 0-1. Aquel viejo estadio era de armas tomar y entre el habitual olor a Farias, pipas o Soberano, pitó a los jugadores ya a las primeras de cambio. Apareció Jorge para templar las cosas y empatar a los ocho minutos. Sin embargo fue Pepe Ramírez, ya en el segundo tiempo, quien tras una jugada primorosa anotó el definitivo 2-1 con el que comenzaría a escribirse el guión de aquel ascenso imprevisto.

«Ganamos varios partidos seguidos, nos metimos arriba, y ya jugamos con otra motivación porque éramos un buen equipo, con una mezcla sana de gente joven y veterana», recuerda aquel delantero potente, rápido, fibroso aunque no muy alto, que a la postre fue protagonista decisivo de aquella temporada en la que ese otro Ramírez (Andrés) fue reclutado de aquel modo tan curioso por el primer equipo del Barca, donde ya jugaban Serrat y Estella, banquivioletas la temporada anterior. Ambos Ramírez no tenían nada que ver familiarmente hablando. Recuerda Pepe que en aquella plantilla había jugadores con alma, como Toño, que tenía un corazón guerrero, Jacquet, Moré, Sánchez Valles... A la referida victoria ante el Recreativo la siguieron otras seis consecutivas y dos empates. Un último triunfo en la jornada 36 certificó el ascenso con dos jornadas aún por disputarse. La celebración no fue tal, ya que se perdió 0-2 el siguiente partido contra el Palencia de Paco Gento, el penúltimo de la temporada y también en Zorrilla. La afición, muy exigente en aquella época, pitó a sus propios jugadores que acababan de subir a Primera, tras encajar el primer tanto del equipo palentino. Puede parecer extraño, pero la historia se escribe así. «Estuvimos toda esa semana de cenas», recuerda Ramírez.

La mudanza al nuevo estadio

Después vino esa década prodigiosa, la de los 80. Con ella, la mudanza a un nuevo estadio, la Copa de la Liga, el Europucela etc. Todo cambió con aquel ascenso que según suele decir Moré alteró mucho más la vida del club que el trofeo que él mismo alzó al cielo de Zorrilla. «Ese ascenso nos dio la vida, había un ambientazo en Valladolid tremendo e incluso hubo que poner gradas supletorias en el Viejo Estadio», evoca Pepe.

En aquel plantel para el recuerdo estaban varios nombres que con el tiempo fueron leyendas. Junto a los ya citados, también aparecían Minguela (con solo 19 años) y los ya consolidados Llacer, Antonio Santos o Rusky. Moré, por cierto, metió un gol decisivo en Cádiz desde fuera del área para ganar 0-1 en el minuto 90. Solo tras aquel partido, ya en mayo, Ríos empezó a hablar de ascenso. Ríos (Eusebio Ríos) era el entrenador. Padre del internacional Roberto Ríos, también fue «un padre» en aquel vestuario, según recuerda Pepe Ramírez. «Era un entrenador que sabía darle a cada jugador su sitio y era de palabra, no se casaba con nadie y si tú trabajabas en los entrenamientos, tenías todas las papeletas para jugar».

«Ese ascenso nos dio la vida, había un ambientazo tremendo e incluso hubo que poner gradas supletorias en el Viejo Estadio», recuerda Ramírez

En este contexto, asegura: «el fútbol de antes no es el de ahora, antes con un preparador físico y un entrenador se llevaba un equipo, hoy tienen dos preparadores físicos, tres físios, dos ojeadores y ayudantes técnico-tácticos, un preparador de porteros, dos para el scouting, etc. Me gustaría ver entrenar a Guardiola o Luis Enrique con los medios de antes», dice Pepe.

Y es que la historia de Pepe Ramírez es la de un jugador modesto destinado a luchar contra los elementos, Así la cuenta él: «Pasé del juvenil del Rayo Sanluqueño, con 16 años, al primer equipo. Enseguida llamé la atención y estuve entrenando con el Cádiz pero no se decidían y después se interesó el Sevilla, estuve un mes allí. No se llegó a un acuerdo, pero días después el Recreativo me firmó, con 18 años, y me cedieron para los partidos de unas eliminatorias de descenso al Portuense. La siguiente temporada empecé como profesional en el Recre, donde me entrenó Ríos».

25 de mayo de 1980. Los directivos del Real Valladolid brindan en el vestuario por el ascenso a Primera dieciséis años después de la última vez. En la imagen, de izquierda a derecha, Santiago Bayo, Jesús Nieto, Manuel Esteban, Gonzalo Alonso, Mariano Hernández Ventura y el comandante Bahíllo. Foto: Archivo J. M. O.

Recuerda que durante tres temporadas jugó en el Recreativo y quedó libre en la cuarta. «Entonces estuve en Granada un mes entrenando, pero aquello no cuajaba y volví a Sanlúcar. Tras unos días ejercitándome con el Xerez Industrial, me convencieron de que, mientras buscaba equipo, jugara con ellos. Allí jugué unos partidos y es cuando salió lo del Real Valladolid, donde llegué siendo joven y a la vez con experiencia, aunque el entrenador del segundo año (Paquito) no confió mucho en mí». En este sentido, cuenta «un pecado» de juventud. Ramírez iba a ser titular ante el Atlético, en el debut en Primera, pero al final salió Lolo y cuando Paquito le mandó calentar con el marcador 4-0, el jugador onubense le dijo: «Ahora querrá usted que le gane yo el partido».

A juicio de Ramírez, «los entrenadores son pieza clave en la carrera de los futbolistas. Recuerda que al haber jugado tres encuentros la temporada 80/81 con el Pucela ya no podía jugar en España (tenía que bajar dos categorías) y le salió un contrato para México, en el San Luis de Potosí. «Por una operación de apendicitis tuve que retrasar el vuelo y cuando viajé, ya habían firmado a otro jugador. Entonces fui a fichar por Curtidores de León, otro equipo mexicano fundado por cierto a la vez que el Real Valladolid. Mi agente no llegó a un acuerdo, así que volví a España y firmé por el Lleida».

Dice que allí le trataron «muy bien» pero estuvo una temporada con problemas físicos, tenía una lesión de pubis y no podía estar a tope. «Volví a Sanlúcar para descansar en vacaciones y recuperarme con reposo. Mientras tanto, firmé por el Atlético Sanluqueño para ayudarlo a ascender a Segunda B. Nos quedamos a las puertas y la temporada siguiente fui al Ceuta tras haber sido operado por el médico del Sevilla. Después regresé al Sanluqueño y ascendimos. Estuve tres temporadas aunque por unas molestias andaba bajo de forma en la última y para «rodarme» jugué una fase de ascenso con la Lebrijana. Al año siguiente firmé por el CF Rota, pero seguía con molestias y lo dejé, no quería cobrar sin jugar».

«Pensaba en la retirada, pero con tiempo y descanso mejoré, así que volví a jugar en el Rayo Sanluqueño, el equipo de mis inicios como jugador y entrenador. Mis últimos golpeos de balón en un terreno de juego fueron en Sanlúcar, donde nací, donde vivo y donde también empecé en los banquillos, ya que soy entrenador nacional, nivel III». Hoy Ramírez, sin su característico bigote, sigue al Pucela y sufrió este año la situación del club. Tal vez al haber sido uno de esos futbolistas anónimos, que cambian la historia de un club, siente la rabia de perder lo que tanto esfuerzo costó conseguir. Por cierto, Pepe Ramírez se llama José Manuel Rodríguez Ramírez, ahora dirige una escuela de perfeccionamiento técnico en su Sanlúcar de Barrameda y desde allí envía un abrazo a la afición pucelana.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elnortedecastilla El héroe que le cambió la vida al Pucela hace 45 años

El héroe que le cambió la vida al Pucela hace 45 años