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José Miguel Ortega
Sábado, 23 de septiembre 2023, 18:04
De entre las cicatrices que dejó la Guerra Civil española hubo muchas que afectaron al deporte en general y al fútbol en particular. Futbolistas y directivos muertos, encarcelados o huidos, e instalaciones destruidas por las bombas.
El caso más significativo fue el que afectó directamente al Real Oviedo (entonces Oviedo a secas, como el Valladolid y otros equipos que perdieron su condición de 'Reales' por decisión de la II República) pues su campo de Buenavista había quedado inservible por las bombas de los sitiadores de la ciudad y por la instalación de trincheras para colocar artillería antiaérea por parte de los defensores.
El Real Oviedo había sido fundado en 1926 y tras una meteórica trayectoria, en 1933 ya formaba parte de la Primera División con un campo que se había inaugurado un año antes por todo alto, con un encuentro internacional frente a Yugoslavia que terminó con triunfo de España por 2-1, siendo el delantero ovetense Isidro Lángara el autor del primer tanto que se marcaba en el estadio de Buenavista, así bautizado por estar emplazado en el barrio del mismo nombre, de la capital del Principado.
Aquel Buenavista era un campo relativamente modesto, con capacidad para 18.000 espectadores, suficiente para una ciudad que entonces tenía poco más de 50.000 habitantes, una de las más pequeñas de las que tenían equipo de fútbol en Primera. Pero en contra de quienes vaticinaban un descenso inmediato, el Oviedo se mantuvo el primer año y peleó por el título en los dos siguientes, acabando tercero gracias en buena parte a los goles de Isidro Lángara, que fue máximo realizador en la 1933-34 con 27 tantos, en la 1934-35 con 26 y en la 1935-36 con 28.
Lángara justificó plenamente su fama, pues no solo fue el máximo realizador de la liga española en tres ocasiones, sino que tras enrolarse en la selección de Euskadi durante la Guerra Civil, firmó por el San Lorenzo y fue dos veces el mejor artillero argentino y, posteriormente, en las filas del Real España también fue el goleador número uno de México.
Pero mientras su gran estrella brillaba en América, el Oviedo sufría las consecuencias del conflicto bélico español al haberse quedado sin campo, porque como se ha dicho, Buenavista había quedado prácticamente destruido por las bombas.
La Federación Española de Fútbol llegó a un acuerdo con el club carbayón para que no participase en la Liga 1939-40 a cambio de guardarle la plaza en Primera división para la siguiente y de ayudarle económicamente en la reconstrucción del campo. Y también quiso proteger a los jugadores de su plantilla, que fueron cedidos durante un año a distintos equipos para retornar al conjunto asturiano en la siguiente campaña.
El gran beneficiado fue el Atlético Aviación, pues cuando se llamaba Atlético de Madrid había descendido a Segunda División en la 1935-36 y gracias a la componenda federativa, ocupó la plaza del Oviedo en Primera en la campaña 1939-40, en la que curiosamente se proclamó campeón, título que refrendó en la 1940-41, cuando el Real Oviedo regresó a la actividad con una plantilla muy renovada en la que sobrevivían Gallart, Herrerita y Emilín, pero en la que no estaba Lángara, que seguía jugando al otro lado del Atlántico.
Isidro Lángara, no obstante, sí regresó a España para jugar en el club de sus amores, en el que pese a ser muy veterano siguió aportando goles: 18 en veinte partidos durante la 1945-46 y 5 en nueve encuentros en la 1946-47, tras la que colgó las botas. Lángara posee el mejor promedio goleador de todos los jugadores que ha habido en la liga española: 1,16 tantos por partido, siendo además el máximo realizador histórico del Oviedo en Primera División con 257 goles.
Pero volviendo al escenario de todas estas gestas, el campo de Buenavista fue rehabilitado y vendido al Ayuntamiento en 1954, cuando el conjunto ovetense había descendido a Segunda División, curiosamente junto a su eterno rival, el Sporting de Gijón.
La situación económica no era buena y la venta de los terrenos del barrio de Buenavista constituyó un balón de oxígeno para sus arcas, al tiempo que se reformó y amplió la capacidad hasta los 23.000 espectadores para ser una de las subsedes del Mundial de 1982, cambiando el antiguo nombre de Buenavista por el de Carlos Tartiere, en honor al primer presidente que tuvo la entidad.
No obstante, el recinto se fue quedando obsoleto y las gradas insuficientes para las necesidades del club, de modo que fue derruido en el 2000 y reemplazado por otro que mantuvo el nombre de Carlos Tartiere, con capacidad para 30.500 espectadores y ubicado en una zona alejada del anterior y con no pocos problemas de acceso que suscitaron muchas críticas de los aficionados y una especie de mal fario que ha perseguido al Real Oviedo en su nueva casa, pues durante los 23 años que lleva ocupándola solo ha podido disputar encuentros de Segunda B y Segunda División.
Seguro que, pese a las devastadoras consecuencias de la Guerra, los aficionados ovetenses siguen añorando a aquel viejo Buenavista, cuando el conjunto asturiano era uno de los gallitos de Primera y su ariete Isidro Lángara, el terror de las defensas contrarias.
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