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Hace unos meses, lo recordarán, la noticia en el Real Valladolid era que Ronaldo se deshacía en elogios con Sergio y respondía con tibieza y desapego a una pregunta sobre Miguel Ángel Gómez. Aquella entrevista efectuada por Manuel Centeno y Marina Marcos parecía ... confirmar el runrún de que las relaciones entre director deportivo y propietario eran entre malas y peores. Recuerdo haber mantenido en esos días una conversación con David Espinar al respecto de esta aparente falta de confianza de uno hacia otro, y la respuesta del jefe de gabinete fue elocuente: «Miguel Ángel tiene contrato en vigor, no hay caso alguno no está en el plan que no continúe». Y efectivamente, así fue. Gómez decidió continuar en Valladolid pese a los cantos de sirena del Levante y las aguas se tranquilizaron. Y de qué manera.
Aquel episodio, sin embargo, puso de relieve dos cosas: que el ascendiente de Miguel Ángel Gómez sobre los aficionados y el vestuario es muy alto por su capacidad de liderazgo; y que la palabra del director deportivo vale mucho más que cualquier papel firmado. En las oficinas se tomó nota y, a la siguiente oportunidad, se han hecho las cosas como es debido, con un adecuado manejo de los tiempos y sin que se generara tensión alguna. Es lo que tiene ser coherente y seguir el trazo de la línea que uno se ha marcado.
Dice Carlos Pérez, columnista de este periódico, que el fichaje de Miguel Ángel Gómez quizá ha sido el mayor acierto de Carlos Suárez. No sé si el mayor, pero uno de los mejores sin duda. Y la prueba del algodón es que habiendo fichado 44 jugadores en tres temporadas para el primer equipo, los fiascos se cuentan con los dedos de una mano.
Pero el éxito o el fracaso de un director deportivo no se mide solo por los resultados -que también-, se mide por su capacidad de formar equipos, de impulsar cambios, de establecer nuevos retos, de liderar proyectos diferentes. Decía Gómez hace unos días que a él lo que le apasiona es montar equipos. Lo ha hecho con la primera plantilla y lo ha hecho con el filial. Y no hay más que mirar clasificaciones para valorar su trabajo.
Cuando la ciudad deportiva funcione, el Real Valladolid puede ser un espectáculo.
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