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Se agolpan las semanas, y las derrotas, lejos de escocer, se han ido almacenando una tras otra hasta hacerse imperceptibles y convertirse en rutina. La secuencia empieza a ser habitual. Entrenamiento, sesión táctica, análisis del rival, plan de partido,... y golpe en el mentón. Vuelta ... a ponerse en pie, entrenamiento, sesión táctica, análisis del rival, plan de partido,... y golpe en la mandíbula. A levantarse de nuevo. Y así durante las últimas siete semanas, en las que el Real Valladolid ha besado más la lona de lo que cabría esperar de un proyecto que en septiembre apuntaba a dar un salto de calidad. No estaba hecho este equipo para recibir golpes y después de dos tercios de campeonato, la realidad le ha devuelto al mismo punto de partida de años anteriores. Con catorce jornadas por delante vuelve el equipo de Sergio a verse las caras con el descenso, esta vez con muchas menos señales y peores síntomas de los emitidos en ocasiones precedentes. La calculadora de Sergio, tantas veces venerada, ha dejado de acertar cuando llega un rival directo y, con un balance de 3 puntos de los últimos 21 posibles, la necesidad ya no distingue de finales porque todos los partidos lo serán de aquí a final de temporada.
Celta de Vigo: Rubén Blanco; Hugo Mallo, Araújo, Murillo, Aarón Martín; Tapia, Solari, Debis Suárez, Brais Méndez; Santi Mina y Aspas.
Real Valladolid: Masip; Luis Pérez, Bruno, Joaquín, Olaza; Roque Mesa, San Emeterio; Janko, Kike Pérez, Orellana, y Guardiola.
Árbitro: Medié Jiménez, del comité catalán. Melero López en la sala VOR.
Hora: Balaídos. 14:00 horas (Movistar LaLiga)
Lo era en Eibar y se empató. Lo era la cita ante un Real Madrid menor y se perdió. Y lo vuelve a ser hoy en Vigo, donde el equipo blanquivioleta está obligado de nuevo a ganar para escapar del hastío en el que se ha instalado. Un triunfo, dos meses después del último en Getafe (2 de enero), le sacaría de paso de la zona de descenso, además de ganar unos metros en esa carrera psicológica que va a mantener hasta el mes de mayo con equipos como Huesca, Elche, Eibar, Alavés, y Getafe.
Una carrera de fondo para la que se ha ido armando en las últimas semanas, en las que la mejoría ha sido leve pero palpable. Es cierto que no se ha hecho visible en cuanto a juego, pero sí en la consolidación de un bloque que el propio Sergio lleva persiguiendo desde principios de temporada y que por culpa de las lesiones no ha sido posible. La escasa fiabilidad que ha demostrado, si es que la tiene, le ha hecho sumar más puntos a domicilio que en Zorrilla. Y en ese escenario, pese a lo que puedan indicar sus números, la misión en Vigo no es imposible, ya que en Balaídos se encontrará un rival indeciso que solo ha sido capaz de sumar 6 puntos de los 24 últimos en juego.
Manifiesta dudas el bloque de Coudet, que ayer mismo dio una muestra más de inseguridad al ver en el Valladolid a un rival directo pese a contar con 8 puntos más en la clasificación, amén de los millones que le separan en el campo. Cualquier equipo de la liga firmaría contar con un ataque como el que, muy probablemente, formará en la tarde de hoy, con Solari en lugar del sancionado Nolito acompañando en el centro del campo a Denis Suárez y Brais Méndez, y el tándem Santi Mina-Iago Aspas en punta.
Tiene razón el técnico argentino cuando arguye que el Valladolid está muy acostumbrado a moverse en arenas movedizas, pero no parece que el Celta vaya a clonar actuaciones pasadas y a caer en la pelea por la permanencia. Sus números como local, al menos, refuerzan la zona cómoda que ocupa en la actualidad (11º con 29 puntos) después de sumar seis victorias y un empate en Balaídos (19 puntos), donde solo han ganado Barcelona (0-3), Atlético de Madrid (0-2), Real Sociedad (1-4), y Villarreal (0-4).
Los 100 primeros días de Coudet han cundido. El Celta era colista la primera vez que se sentó en el banquillo celeste, y desde entonces no solo ha recuperado a jugadores que parecían encogidos sino que ha volteado la identidad de un equipo que ahora tiene un sello mucho más ofensivo.
Frente al habitual sistema 4-1-3-2 impuesto por Coudet, en el que el peruano Renato Tapia juega un papel fundamental ocupando una gran extensión de terreno por delante de la defensa, Sergio se debatía en las últimas horas entre recurrir al clásico 4-4-2 o utilizar un 4-2-3-1 más defensivo para frenar el juego por dentro del Celta. Es el planteamiento que opuso resistencia al Real Madrid en la última jornada, y el más probable en Vigo, donde las apariciones de Santi Mina y Aspas requieren de una mayor vigilancia.
Un solo delantero
En caso de repetir sistema, el Valladolid saltaría a Balaídos con un solo delantero –Guardiola o Weissman– y de nuevo con Kike Pérez jugando como enlace de espaldas a portería. Con la vuelta de Olaza al once tras cumplir sanción, las dudas pasan por repetir el tándem formado por Roque Mesa y Alcaraz por delante de la defensa –o bien recuperar la labor de San Emeterio–, y por otro lado saber si el técnico repetirá doble lateral con Luis Pérez y Janko o dará entrada a Óscar Plano.
En el partido de ida, con goles de Aspas y Sergi Guardiola (1-1), el Valladolid dobló el lateral izquierdo con Nacho-Raúl Carnero dentro de un esquema 4-4-2 en el que por entonces no estaba Joaquín. Las reiteradas bajas por lesión de los centrales ha impedido que Sergio utilizara una línea de cinco, y éste era uno de esos partidos señalados para ello. En la convocatoria, en caso de tener que recurrir a esa línea de cinco, ha incluido al central del Promesas Miguel Rubio.
Tras los resultados del sábado, el empate le deja como está, la victoria le saca de la zona de descenso, y la derrota le devuelve a su rutina. La de levantarse tras golpe en el riñón, entrenamiento, sesión táctica, análisis del rival, plan de partido,...
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