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Ser un poco curioso no está de más. A veces, cuando visitamos otra ciudad, nos dejamos cosas por ver por no acercarse a esa puerta abierta en un monumento. No nos vayan a echar la bronca por -quizá- estar donde no se debe. En Valladolid también pasa. Por ello, es importante conocer cuáles son estos rincones de la ciudad que dejamos sin ver por no tener ojos curiosos.
El convento de Porta Coeli de la calle Teresa Gil esconde una momia. La de don Rodrigo de Calderón, quien compró el convento en el siglo XVII gracias a su fortuna, un dinero que no le salvó de su descenso en la sociedad cuando el rey Felipe III le retiró su apoyo. Arrestado en 1621, fue ajusticiado y ejecutado en Madrid tras ser acusado de asesinato y brujería. Los restos fueron enviados a Valladolid, donde descansan de forma incorrupta momificados.
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La iglesia del Salvador, uno de los templos a los que quizá se presta menos atención en Valladolid, acoge en su interior una serie de criptas y un osario. Se ubica en la capilla funeraria de San Juan Bautista, construida por Gonzalo González de Illescas, miembro del Consejo de los Reyes Católicos. Su origen lo encontramos en las diferentes construcciones que se han levantado en el lugar, comenzando por una ermita, que se encontraba rodeada por un cementerio.
Asomarse al palacio de Santa Cruz tiene premio. Y ni siquiera hace falta llegar hasta el patio. Antes, nada más atravesar el primer pórtico de la entrada, merece la pena girar la cabeza hacia la derecha. Allí encontramos un cristal que deja ver una capilla. Al final se encuentra el Cristo de la Luz de Gregogio Fernández, conocido por ser una de las mejores representaciones de la muerte de Cristo.
La iglesia de San Miguel y San Julián alberga uno de los tesoros más escondidos de Valladolid. Allí, tras la sacristía, se encuentra el relicario del templo. En una pequeña sala donde impera el color dorado encontramos decenas de relicarios. Destaca un retablo con pequeñas tallas obra del taller de Gregorio Fernández. Podemos ver reliquias de los doce apóstoles, de los cuatro evangelistas y de otras personalidades del santoral cristiano.
El palacio Pimentel recibe a los visitantes con una sala que muestra la historia de Valladolid. En forma de azulejos, la primera estancia del lugar, antes del propio patio, reúne varios sucesos acaecidos en la ciudad. En total son doce escenas que narran diferentes hechos comprendidos entre la primera visita de Carlos I a Valladolid y la llegada de Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz. Los azulejos también cuentan con algunos de los episodios más conocidos de la historia de Valladolid, como el incendio que asoló la ciudad y su posterior reconstrucción auspiciada por Felipe II.
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