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Hemos perdido la capacidad de sorprendernos. Los 'jumpscares' de las últimas películas del género se han convertido en demasiado previsibles y ahora lo que se lleva es construir una escena que sepa provocar tensión en el espectador. Estas historias tienen de alguna forma su origen en las leyendas que riegan la cultura popular de un pueblo y ciudad. Valladolid no es menos. Sus mitos llenan de demonios y ocultismo las calles que los vallisoletanos pasean todos los días. Estas son algunas de ellas.
El desaparecido convento de San Francisco, ahora teatro Zorrilla, fue hogar de los franciscanos en Valladolid y uno de los centros de poder más relevantes de la ciudad. Una leyenda, recogida por Juan Agapito y Revilla, cuenta la historia de un funeral. Todo comienza con la muerte de un jurista de fama y reputación en Valladolid. Su importancia era tal que las exequias fueron encomendadas a un fraile del convento. El público de la ceremonia iba a estar repleto de grandes figuras de Valladolid, lo que hizo que el religioso se encerrara en la biblioteca para preparar su discurso. De noche y solo en la biblioteca, el fraile comienza a escuchar un ruido de «voces y notas desafinadas de vibrante trompeta», por lo que se escondió en un estante. Allí, el fraile pudo ver como una comitiva de seres enlutados se sentaron en una mesa y comenzaron un juicio al alma del difunto. El resultado, cadena perpetua en el infierno para su cuerpo y alma.
Fue entonces cuando el demonio que presidía el tribunal miró al escondite del religioso y mandó que lo llevaran ante él. El fraile fue obligado por estos seres a mostrarles el cuerpo del jurista. Vistieron al religioso como si fuera a oficiar una misa y lo llevaron con un cáliz al cuerpo del difunto. Acercó la copa a la boca del jurista y de esta salió la hostia de su comunión. Cuando el fraile se iba, los demonios se llevaron al jurista al infierno.
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El escritor Antonio Martínez Viérgol recogió a finales del siglo XIX otra leyenda que trae al demonio de visita a Valladolid. Esta tiene como protagonista el Puente Mayor de la ciudad y dos jóvenes de dos familias, Tovar y Reoyo. El primero era un galán y el segundo tenía un carácter seco, rasgos diferenciadores entre ambos protagonistas. Según la leyenda, al otro lado del Pisuerga vivía Flor, una joven de extraordinaria belleza. Ella y el hijo de los Tovar comienzan a verse, si bien las intenciones de cada uno son totalmente diferentes. Ella, enamorado de él. Él, amando sin amor. Una noche de tormenta, cuando el galán se encaminaba hacia el Pisuerga, se topa con Reoyo, envidioso del primero.
Así, ambos se enzarzan en una lucha que culmina con la muerte de Reoyo. Justo en este momento, la tormenta cae con más fuerza y navegar por el Pisuerga se torna imposible. Lleno de ira, Tovar se encomienda al mismísimo diablo, a quien pide ver a la joven. Las aguas del río se separan y del Pisuerga emerge el diablo, que construye el Puente Mayor de Valladolid en un instante. La historia termina cuando el galán se encuentra a la joven muerta. La culpa le llena y se retira en Sierra Morena, donde muere en la miseria 30 años después.
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En el teatro Zorrilla pesa una maldición que nace de su pasado como convento. Un lugar que, como hemos visto, ya ha sido testigo de algunos sucesos relacionados con el demonio. Todo nace con la idea de que levantar edificios en antiguos centros religiosos trae consigo la mala suerte. Según la maldición, el teatro sufriría tres incendios a lo largo de los años. Para que esto ocurriera había una condición, el aforo del teatro tenía que ser ocupado por completo. La leyenda caló en la sociedad, ya que existía la idea de haber profanado un lugar sagrado, donde se habían producido entierros, para traer espectáculos. El temor se convirtió en realidad y durante unos años las taquillas no vendían algunas butacas para evitar tentar a la maldición.
«Miles de vallisoletanos contemplaron un extraño objeto volador sobre Valladolid». Así publicaba El Norte de Castilla en su portada un 17 de septiembre de 1965. Según el artículo, los vallisoletanos pudieron observar durante más de cuatro horas la extraña aparición de un objeto volador. «Numerosos lectores llamaron a nuestra redacción solicitando informes sobre la posible identificación del aparato», explica la notica en portada. Una de las hipótesis fue que un ovni se había paseado por el cielo de Valladolid. «No pocos definieron el objeto como una clara aparición de platillos volantes», explica el artículo. Sea como sea, todo apunta a que el objeto volador se trataba de un satélite artificial o un globo-sonda.
La judería de Valladolid es el escenario de otra leyenda de la ciudad. Ocurrió en la plaza de los Ciegos, en un momento indeterminado de la Edad Media. El suceso que allí acaeció dio nombre al lugar, que se ha mantenido hasta la actualidad. La protagonista de la historia es Susana, una hermosa joven que se dice que tenía los ojos morados. Hija de Salomón, atraía las miradas y los corazones de todos los vallisoletanos, hasta que su padre, cansado de los pretendientes, encerró a su hija en casa y la obligó a llevar un velo que la cubriera el rostro. Este hecho no hizo más que suscitar la curiosidad de los habitantes de Valladolid por ver a la joven. Fue entonces cuando cuatro hombres se colaron en el jardín de la casa de Susana para espiarla, justo en el momento en el que iba a tomar un baño. Según la leyenda, cuando ella se quitó la ropa, los cuatro mirones quedaron ciegos. Bien por la belleza de la joven o bien por consecuencia de un castigo divino, bien merecido. De ahí su nombre, la plaza de los Ciegos.
Una de las leyendas más reconocidas de Valladolid. Tiene su origen en el año 1550, con la desaparición de un niño de 9 años. En ese momento, Valladolid se había convertido en la ciudad donde se fundó la primera cátedra de anatomía humana de España. La leyenda narra que de una de las viviendas de la actual calle de la Solanilla emanaban ruidos extraños y llantos, todo ello a pocos días de la desaparición del menor. El domicilio era la casa del joven Andrés de Proaza, uno de los alumnos de esta nueva modalidad que acogía la universidad de Valladolid. Cuando las autoridades registraron el lugar se encontraron con un hallazgo espeluznante. Sobre una mesa encontraron el cuerpo descuartizado del niño desaparecido, que había sufrido una autopsia en vida. También se hallaron cadáveres de perros y gatos en el lugar. Al ser interrogado, el joven confesó que tenía un pacto con el diablo a través de una silla que estaba en su escritorio, donde se sentaba a escribir sus notas sobre nigromancia y el diablo le recompensaba con su sabiduría sobre medicina. La silla se mantuvo en posesión de la universidad de Valladolid y ahora se puede ver en el palacio de Fabio Nelli.
La casa-museo de José Zorrilla guarda una leyenda que tiene como protagonista al propio escritor. Dentro del domicilio hay una estancia ubicada al final de un largo pasillo que solo conduce a este habitáculo. Según cuenta el propio Zorrilla en su obra 'Recuerdos viejos', esta habitación era una de invitados con una cama y un sillón que estaba siempre cerrada y que nunca había sido ocupada por nadie. Una tarde, cuando Zorrila era un niño, encontró la puerta entornada, con una turbia y neblinosa penumbra que rodeaba el aposento. Dentro se encontró con una señora de faz amable que le invitó a acercarse. «Yo soy tu abuelita; quiéreme mucho, hijo mío, y Dios te iluminará», le dijo la mujer al poeta.
Este encuentro de Zorrilla con su abuela fue clave en su vida y es un punto de inflexión para el tono que adquieren algunas de sus obras. La estancia de la abuela, Nicolasa, se puede visitar en la actualidad en la casa del escritor. Durante un tiempo, la habitación estuvo cerrada a las visitas, lo que provocó que comenzaran a sucederse sucesos extraños que los trabajadores del lugar relatan si se les pregunta. No obstante, todos coinciden en decir que Nicolasa es, sin duda, un espíritu amable.
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