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Alejandro Dumas, con menor o mayor fortuna, ha sido adaptado a la pantalla desde que el mundo es mundo y el cine es cine. Es material de primera no solo para películas, sino también para series; de hecho, 'El conde de Montecristo' ya era un ... serial en toda regla, puesto que se publicó en dieciocho entregas. Pero, sobre todo, las obras de Dumas siguen siendo, dos siglos después, imperecederas. No es el caso de 'Montecristo' que, estrenada Movistar Plus+, se olvida nada más verla. Eso sí, no decepcionará a las fans de William Levy, protagonista y productor ejecutivo de esta miniserie: a lo largo de seis capítulos, el torso del cubano es fotografiado de todas las formas, de todas las maneras y desde todos los ángulos. Y, de regalo, su culo. Milá estará encantada.
Al estar basada en el libro de Dumas, la historia es suficientemente conocida: Edmundo Dantés, injustamente encarcelado por un crimen que no cometió, busca venganza años después. Sus enemigos lo dan por muerto, ventaja que él aprovecha para ocultar su verdadera identidad bajo el nombre de Alejandro Montecristo, a quien la actualización de la novela convierte en dueño de una 'startup' tecnológica. Acompañado por sus dos escuderos, Haydée (Esmeralda Pimentel) y Jackie (Franky Martín), llega a España desde Miami para llevar a cabo su revancha, algo que hará entre cuadros de Goya, aviones privados, helicópteros, palacetes del XIX, casoplones del XXI, cacerías, hoteles de mil y una estrellas y vinos carísimos. Porque la serie en cuestión es una telenovela de lujo en la que todos son ricos. Riquísimos.
Ahí es donde salta la sorpresa, ya que la mayor virtud de 'Montecristo' es disparar contra la clase dirigente, tanto política como económica, retatando a los poderosos enemigos de Dantés con merecida crueldad: Cristóbal Herrera (Juan Fernández) es un millonario de rancio abolengo que está detrás de la encarcelación de Montecristo; Fernando Álvarez Mondego (Roberto Enríquez) es el inmoral presidente de una multinacional que acabó casándose con Mercedes (Silvia Abascal), hija de Herrera y verdadero amor del protagonista, y Helena Vilaforte (Itziar Atienza) es la corrupta candidata a la presidencia del gobierno por un partido de ultraderecha fundado por Herrera, y que tiene más ganas de sexo con Montecristo que de ganar las elecciones. Porque, como era de esperar, no hay mujer que se acerque al cubano que no caiga rendida a sus pies. Y él se deja hacer. Sufriendo y con el ceño fruncido, claro, porque aún no ha olvidado a Mercedes. Herrera, no Milá.
Con esos mimbres, y con el uso del 'flashback' para contar las causas que acabaron con Montecristo en la cárcel, se realiza una serie que, a pesar de tener buena factura y de ser más o menos ágil, se queda en la superficie: los personajes arrastran terribles historias, pero resultan estereotipados, sin matices, por lo que intérpretes tan solventes como algunos (no todos) de los que aparecen en el reparto poco pueden hacer. A 'Montecristo' le falta verdadero atractivo, y le sobran intensidad afectada y diálogos con pretensiones. Eso sí, los brazos de William Levy son como para quedarse a vivir. Ahí lleva razón Milá.
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