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Paulina Cabria Pérez, en la Residencia de Salinas.
Superviviente a la covid y a la soledad en una habitación

Superviviente a la covid y a la soledad en una habitación

La octogenaria Paulina Cabria relata cómo vivió los 50 días de aislamiento tras el brote registrado en la residencia de Salinas, en el que murieron 15 personas

Marco Alonso

Valladolid

Jueves, 3 de diciembre 2020, 07:21

La entrada de la covid-19 en la Residencia de Salinas de Pisuerga ha sido un drama que muchos de los que lo vivieron no podrán contar. 15 personas perdieron la vida durante este virulento brote, que afectó a más de 90 personas, y ahora los 71 residentes que han sobrevivido vuelven a salir de sus habitaciones después de 50 duros días de aislamiento.

Algo tan nimio como sentir que el viento les mueve el pelo o que el sol se fija de nuevo en su piel se ha convertido en toda una alegría para los usuarios de esta residencia, que no ocultan que este tiempo de encierro en sus habitaciones ha sido una experiencia que jamás pensaban que les podría ocurrir en sus dilatadas vidas. Una de las mujeres que ha vivido este aislamiento es Paulina Cabria que, a sus 87 años, ha vivido uno de los momentos más complicados de su vida. «Es muy duro pasar tanto tiempo en soledad», reconoce poco después de pronunciar una frase digna del mismísimo Zenón de Citio, fundador de estoicismo. «Nos ha costado pasar tantos días así, pero a todo se acostumbra uno», añade.

50 días con sus 50 noches han estado estos mayores sin salir de sus habitaciones, aunque Paulina sí que atravesó la puerta de su cuarto cuando la PCR inicial que le practicaron arrojó un resultado negativo. «Nos miraron con esas pajitas que ponen en la nariz, pero yo no di nada y por eso me llevaron a Guardo –junto a otras siete personas–. Estuve allí diez días y me volvieron a traer a Salinas el Día de los Santos», explica esta palentina, que asegura que aquellos días en la residencia de Guardo fueron los más difíciles para ella. «Estuve diez días metida en una habitación completamente sola. Nos llevaban el desayuno, la comida y la cena. Hemos estados encerrados como si estuviéramos secuestrados. No hablaba con nadie y estaba deseando volver a Salinas porque, aunque hemos estado mucho tiempo sin salir de la habitación, aquí se me ha hecho más llevadero porque por lo menos tengo una tele. Allí no tenía ni tele ni nada. Me pasaba el día bostezando», relata.

Paulina no esconde que lo pasó mal durante el aislamiento, pero reconoce que tuvo suerte, ya que la pruebas de antígenos que le han practicado reflejan que tiene anticuerpos, que ha pasado la enfermedad. Pese a su avanzada edad, no tuvo ni el más leve de los síntomas y eso es algo que no se explica. «He estado todo el tiempo muy bien de salud. Yo no he notado nada», afirma sorprendida esta mujer, natural del pequeño pueblo de Verbios de Santullán.

Paulina fue asintomática, como la mayoría de los residentes del centro en el que vive, pero muchos no tuvieron su misma suerte. La muerte de 15 residentes ha sido un mazazo para toda la comunidad del geriátrico, aunque est amujer asegura que no guardaba una relación muy estrecha con ninguno de los fallecidos. «No era gente muy cercana para mí. Yo estoy en la primera planta y la mayoría de los fallecidos eran de la segunda. Alguno de la segunda se fue, pero cuando volví de Guardo lo encontré todo normal, como antes», señala.

Soledad. Ese ha sido el único síntoma de la covid para esta mujer, que llegó a la residencia hace cuatro años junto a su marido y que, tras su fallecimiento, ha perdido a su ser más querido. Pero, pese a esa importante pérdida, esta ocotogenaria se siente querida y su teléfono ha sonado en repetidas ocasiones durante su confinamiento. «Por lo menos me pude entretener un poco con alguna llamada de una muy buena amiga que tengo en Palencia, Ana Pecharromán, y de tres sobrinos por parte de mi marido que tengo en Vitoria, Santander y Cádiz», revela.

Atrás quedan aquellos largos días de encierro entre cuatro paredes. Ahora Paulina está dispuesta a convertir el patio de la residencia en su particular lugar de esparcimiento. «El lunes por fin nos han dejado salir un poco, pero solo por el terreno de la residencia. Es una alegría salir a la calle y que te dé un poco el aire y el sol. Aquí tenemos un sitio muy bueno para pasear y pienso disfrutarlo todo lo que pueda», asevera poco antes de lanzar un mensaje de ánimo a las personas que se encuentran en aislamiento en una residencia. «Solamente les diría que para pasar esto solo hay que tener una cosa: paciencia. Acabará sucediendo lo que Dios quiera y lo que hay que hacer es intentar pasarlo lo mejor posible porque no se adelanta nada con pensamientos negativos», sentencia esta mujer, que de una vez por todas ha encontrado cura para el único síntoma que ha tenido durante el brote. La medicina que necesitaba era compañía. Por fin la tiene.

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