«Cualquier fallecimiento siempre lo hemos considerado de riesgo de contagio. No solo ahora con la pandemia, sino también de antes. Por eso, cuando comenzó todo esto, a nosotros nos pilló preparados. Todos nuestros empleados tenían ya formación para enfrentarse a una situación como esta y teníamos EPIs, mascarillas, guantes y buzos. Todo esto nos facilitó mucho la tarea, incluso en los peores momentos», explica el propietario del Tanatorio de Palencia, Julio Rodríguez, recordando las dificultades con las que su personal tuvo que enfrentarse a la hora de realizar su trabajo durante los momentos más duros de la primera ola.
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A pesar de esa preparación previa, de esa formación específica en el tratamiento de cadáveres con riesgo de contagio, para lo que ninguno de los empleados de los tanatorios y funerarias palentinas estaba preparado era para asumir un volumen de trabajo semejante al que hubo de realizarse durante los duros meses de marzo y abril, con unas medidas de restricción sanitaria que suponían una ruptura casi total con la forma de trabajar a la que estaban acostumbrados. «Una de las cosas más duras ha sido la impotencia de no poder ofrecer a las familias todo aquello que necesitaban. Nuestro objetivo es dar a las familias todo aquello que necesitan, mostrarles el máximo posible de empatía, y más en estos momentos tan dramáticos. Pero hubo momentos en que no podíamos hacerlo. No era posible por las restricciones tan importantes que se impusieron», señala Julio Rodríguez, mientras rememora que en algunos casos toda la comunicación con las familias tuvo que ser a distancia, por teléfono, con envío de documentos por mail, sin que pudieran siquiera acercarse a despedir a su ser querido.
En aquellos momentos, las restricciones sanitarias en los tanatorios eran mucho más estrictas que en la actualidad. Frente a las tres personas como máximo que estaban autorizadas no solo para acceder a la funeraria, sino también para formar parte de la comitiva del propio entierro, ahora se permiten hasta diez personas en los velatorios y comitivas de quince. «Se daban situaciones muy duras. En una familia que estuvieran por ejemplo la madre y tres hijos, uno se tenía que quedar fuera en todo momento. Y no se podía hacer nada. Menos mal que la gente ha sido en todo momento muy comprensiva y ha entendido que tenía que haber todas esas restricciones», manifiesta el propietario del Tanatorio de Palencia, quien indica que esta situación tan restrictiva es la que ha llevado a que muchos de los funerales se acelerasen al máximo y también que se haya producido un incremento exponencial en los casos de incineraciones. «No es que fuera obligatorio incinerar los cadáveres de afectados por la covid. Los enterramientos también estaban permitidos. Pero han sido muchas familias las que se han inclinado por la incineración para simplificar los trámites. Cuando han ocurrido las muertes, era necesario actuar deprisa, y muchas personas no querían complicarse buscando una sepultura en el cementerio o no querían conformarse con un funeral sencillo, prácticamente anónimo. Y entonces incineraba y nos pedían que custodiásemos las cenizas hasta que pudiesen organizar un funeral con familiares amigos», recalca Julio Rodríguez.
Por ello, los registros del cementerio municipal de Nuestra Señora de los Ángeles, que depende del Ayuntamiento de Palencia, reflejan que hasta el mes de noviembre el número de inhumaciones de cenizas procedentes de incineraciones creció el 31,6% con respecto al año anterior. El aumento de los entierros de cadáveres fue de poco más del 6%. Pero además, más del 40% de esos enterramientos de cenizas se produjeron entre los meses de junio y agosto, debido a que muchas familias esperaron a los meses de verano para poder celebrar los funerales de sus seres queridos que habían fallecido durante los meses de marzo, abril o mayo.
Las trincheras de la pandemia: en una funeraria
Esta circunstancia llevó a que en los tanatorios y funerarias se acumulasen durante meses las urnas con las cenizas procedentes de las incineraciones, a la espera de que las familias se decidiesen a recogerlas. «La incineración no es obligatoria, porque una vez tratado el cadáver de forma adecuada, no supone ningún riesgo. Pero sí es cierto que la cremación de los cuerpos ha crecido sustancialmente. En estos momentos podemos estar al 50%, cuando en años anteriores estábamos en Palencia por debajo del 40%. Es una tendencia de crecimiento en toda España y estoy convencido de que en poco tiempo más del 60% de los cuerpos se van a incinerar. Para muchas familias ha sido más cómodo en estos momentos, porque así podían esperar a celebrar los funerales. Nos pedían que custodiásemos las cenizas o se las llevaban, pero podían esperar a que se rebajasen las restricciones, como ocurrió en verano», explica el propietario del tanatorio, quien también recuerda que durante la primera ola se flexibilizaron las normativas de procedimientos relativas a los cadáveres. «Para evitar que se acumulasen, porque en algunos lugares la situación era casi caótica, el Gobierno eliminó la obligación de esperar un mínimo de 24 horas para proceder al entierro. Todo podía hacerse de forma inmediata, y muchas familias, dado que no podía haber velatorios y solo se permitían tres personas, optaba por hacerlo cuanto antes. Sin necesidad de tener que esperar 24 horas, lo más lógico era enterrar o incinerar lo antes posible. Se evitaban riesgos y también dolor a las familias», apunta Rodríguez.
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Esta decisión de agilizar los trámites tuvo una especial importancia en provincias en las que el índice de mortalidad por la covid fue mucho más elevado que en Palencia, puesto que según explica el propietario del Tanatorio en ningún momento se llegó a desbordar la capacidad de sus instalaciones. «Aquí no tuvimos los problemas de otras ciudades. Es cierto que en marzo o abril la situación se complicó mucho. Llegamos a recibir catorce fallecidos en un solo día, cuando la media habitual en Palencia es de tres. Pero no se llegó a producir ningún caos. Pudimos atender todos los servicios y no hubo retraso en ningún enterramiento o incineración. Hubo ciudades en las que los cuerpos tenían que esperar tres o cuatro días, e incluso ocho, hasta que podían ser incinerados. Aquí no ocurrió eso, pero fue muy duro, por lo que tengo que darle las gracias a todo nuestro personal por su profesionalidad y su esfuerzo, porque se han desvivido para intentar ofrecer a las familias todo lo que necesitaban en unos momentos de tanto dolor», señala, mientras incide en la dureza del trabajo al que han estado sometidos desde que comenzó la pandemia los empleados del tanatorio.
«La media habitual de cuerpos que nos llegan es de tres, y durante los días más duros de la pandemia llegamos a tener catorce o quince. Recuerdo que en tres días se llegaron a incinerar alrededor de cincuenta cuerpos, que es una cifra elevadísima para lo que es habitual. Si no se hubiera permitido celebrar los funerales sin tener que esperar las 24 horas, habría sido imposible, y los cuerpos se hubiesen amontonado. Afortunadamente, en estos momentos, las cifras no son tan altas, aunque también es preocupante, porque la media de cuerpos que recibimos es muy superior a los tres habituales. Estamos atendiendo a seis o siete al día», señala la directora del Tanatorio Cristina Hernández.
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Por su parte, Julio Rodríguez recalca que «se ha trabajado a destajo. Desde que todo esto empezó, el personal ha estado disponible las 24 horas del día, todos los días de la semana. Pero este trabajo es así. Todos sabemos que es irregular, que puede haber días en los que no hay nada, y otros en el que hay unos picos enormes. Y hay que estar disponibles. Menos mal que contamos con una plantilla muy amplia y muy profesional», señala.
El Tanatorio de Palencia cuenta en estos momentos con cerca de 40 empleados, «muy concienciados y que tienen muy claro que hay unos plazos muy concretos para hacer el trabajo, aquí no vale programar un encargo para otro día, porque no se puede», indica Rodríguez, quien destaca también el hecho de haber contado con las suerte de que apenas se han producido casos de contagio entre la plantilla. «Ha sido una gran suerte que no hayamos tenido contagios, porque si los hubiéramos tenido, nos habría costado hacer grupos burbuja. Hay momentos en los que hay que trabajar todos juntos. Hemos tenido personas que han estado en aislamiento porque eran contactos directos, como en todas partes, pero el personal ha demostrado que está bien formado y que conoce bien los protocolos de protección, tanto personales, como en el lugar de trabajo, en donde estamos siendo muy estrictos con las restricciones y las labores de desinfección», explica el propietario del tanatorio.
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El tratamiento de los cadáveres es siempre una situación de riesgo. Esta es la premisa con la que trabajan los empleados de un tanatorio o una funeraria. Pero esta circunstancia se ha visto agravada especialmente en los últimos meses debido a la propagación de la pandemia provocada por la covid-19.
Así, los protocolos de actuación se han reforzado mediante la aplicación de normas especiales de seguridad, higiene y desinfección. De esta forma, el tratamiento de un cadáver con el diagnóstico confirmado de covid implica unas labores de contención muy superiores a las habituales para evitar que pueda transmitirse la enfermedad.
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