Laura linacero
Paredes de Nava
Sábado, 5 de marzo 2022, 15:06
2.700 kilómetros después, siete días sin apenas dormir, despedidas con lágrimas, promesas de vuelta e imágenes que permanecerán en su memoria para siempre. Así llegan seis mujeres y cinco niños ucranianos al municipio palentino de Paredes de Nava arropados por un pueblo que tiene como cometido desempañar, en la medida de lo posible, su rostro del horror de la guerra. A través de un movimiento iniciado por Eugenia Lysova, una mujer de origen ucraniano que lleva un año y medio asentada en Paredes, que compartió en sus redes sociales la posibilidad de que su marido se trasladara hasta la frontera entre Polonia y Alemania para dar salida a las familias que lo necesitaran. De acuerdo con el Ayuntamiento de la localidad, y teniendo al Proyecto Arraigo como intermediario, se pusieron manos a la obra para lograr que esa posibilidad se hiciera realidad. «Estamos satisfechos porque hemos conseguido traerlos, ahora ellos son paredeños y nosotros somos ucranianos», asegura el alcalde del municipio, Luis Calderón.
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La solidaridad palentina, por un lado y la desesperación del pueblo ucraniano por otro, hicieron que este plan pudiera ponerse en marcha. María, una mujer ucraniana con dos hijas, consiguió ponerse en contacto con Eugenia Lysova a través de ese anuncio por redes sociales. «No podía creer que de verdad hubiera gente que quisiera acogernos, estamos muy agradecidos por todo lo que estáis haciendo por nosotros«, asegura con lágrimas en los ojos y sosteniendo en sus rodillas a su pequeña de tan solo tres años. Una estampa de desolación unida a un discurso que alimentaba aún más la empatía de sus ya vecinos con su situación. «Un día nos levantamos y vimos en la televisión que había empezado la guerra, sólo queríamos salir de ahí», apunta. Y precisamente ese ha sido el propósito tanto de la administración municipal como del Proyecto Arraigo, una empresa asocial que lucha por la repoblación de la España vaciada: conseguir poner a salvo al mayor número de personas posibles.
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Una carrera contrarreloj que se inició el pasado martes y que puso su fin en esta madrugada para, al fin, darles asistencia en la localidad palentina. Un trayecto donde Enrique Martínez, responsable del Proyecto Arraigo, luchaba contra unos sentimientos contradictorios ante tales circunstancias: la alegría de saber que podría proteger a esas mujeres y niños, por un lado, y la desesperación al ser consciente de las consecuencias de la guerra. «El primer encuentro con ellos fue muy emotivo, no podían dejar de llorar al pensar en todo lo que dejaban atrás y nos dimos cuenta de que no había nada que celebrar», apunta el director.
Aunque no había motivo de festejo, sí hay razones de orgullo para un municipio que se ha volcado en la recepción de estos refugiados. «El poder verles la cara y poder tenerles esa pequeña y humilde casa ha sido lo más reconfortantes, ahí se terminó mi trabajo», confiesa emocionada la teniente alcalde de la localidad, Yolanda Díez. El agradecimiento de este grupo de mujeres era tal, que apenas podían creer que estuvieran siendo recibidas. «Cuando entramos en la casa no podíamos creerlo, hoy es la primera vez en una semana que desayunamos tranquilas», explica Irina, abuela que acompaña a su nuera y a sus dos nietas, dejando a su hijo atrás. Precisamente, esa vivienda ha sido donada por uno de los vecinos paredeños, Luis Martín, que no ve en ese acto ningún sacrificio sino simplemente sentido común. «Es cuestión de empatía, que es lo que hace falta porque hoy son ellos, pero mañana podemos ser nosotros», asegura.
El objetivo del pueblo ahora es tratar de que estas mujeres y niños aborden la situación acompañados y darles una nueva vida en el tiempo que estén aquí. «Ojalá sea poco tiempo porque eso significará que se ha puesto fin a la guerra, pero mientras estén aquí vamos a intentar que no les falte de nada», apunta el alcalde. En ese propósito de acogida, los pequeños ya han establecido un primer contacto con los niños de la localidad en esa recepción, que continuará en el colegio los próximos días. Por su parte, las mujeres cuentan con el apoyo de toda una población, que les tendía su mano y a pesar de no compartir el mismo idioma, sabían que compartían el sufrimiento. Los aplausos y los sollozos han resonado en el Ayuntamiento de Paredes, que al son del himno ucraniano y llevándose la mano derecha al corazón, agradecían la solidaridad de un pueblo unido por proteger a otro.
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