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La imagen es descorazonadora, pero lo viene siendo ya desde hace algún tiempo, incluso antes de la brutal irrupción de la covid en la vida de los palentinos. Verjas echadas, puertas tapiadas, escaparates ocultos por grandes lienzos de papel, óxido en las cerraduras y carteles ... de venta o de alquiler. Aquí, allá, un poco más adelante, en cualquiera de los pasajes, en cualquiera de sus tramos. Algunos, tan afectados, como esos pueblos abandonados del falso Oeste almeriense, otros con más vida, pero siempre con algún aviso de lo que está sucediendo en forma de persiana bajada.
Esta es la imagen que ofrece día tras día la principal arteria de la capital palentina, su centro neurálgico, su órgano vital por excelencia, esa Calle Mayor porticada que sirvió de inspiración a Juan Antonio Bardem, y que durante los últimos dos siglos ha sido además el motor económico de una ciudad de Palencia, cuyo comercio local hasta hace poco presumía de 'tenerlo todo'.
Pero hoy en día, esta imagen ha ido perdiendo lustre, el goteo de cierres de establecimientos ha sido la tónica común de los últimos años, tanto que en estos momentos son más de medio centenar (en torno a 52) los locales que se encuentran cerrados en la Calle Mayor. Muchos, pertenecientes a pequeñas tiendas que no han logrado adaptarse a los nuevos modos de venta de la sociedad actual, pero también otros que hasta hace poco eran ocupados por grandes firmas del mundo de la moda, por nombres que pueden encontrarse en casi cualquier ciudad española, pero que han decidido hacer las maletas y emigrar de Palencia. Y al frente de todas ellas, Zara, que fue motor hace dos décadas de un crucero comercial llamado Calle Mayor y que con su huida a principios de año parece haber puesto la puntilla al ánimo de los palentinos en un contexto ya de por sí dramático como el de la pandemia de la covid.
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Así, con el cierre de Zara arrancaba un año plagado de sobresaltos por la continua desaparición de franquicias en la ciudad, unas en la Calle Mayor, como también otra firma de Inditex, Oysho, y acaba de anunciar además el cierre de Lefties, en la plaza de Bigar. Pero no solo Inditex clausura tiendas en la capital palentina. También dedicada a la ropa de mujer, ha bajado la verja Punt Roma, entre otras. Pero, además, los cierres se han extendido a otros sectores, como la electrónica, con la marcha de Worten o la alimentación, con el reciente cierre de la pizzería Papa John's.
Han sido continuas gotas que han ido formando un aguacero de abatimiento entre los palentinos, que ha alcanzado un mayor nivel de desolación cuando se han ido acumulando a la nómina nombres históricos de la ciudad, negocios que cualquier vecino llega a sentir como propios, como una seña de identidad de su ciudad y que de repente les son arrebatados.
Y a este reguero, se ha sumado también en los últimos meses el sector de la hostelería, muy castigado durante la pandemia. Muchos han logrado levantar cabeza y afrontan la nueva situación con un cierto optimismo, aunque también con prevención, ante la ambigüedad que ofrecen los datos de la evolución sanitaria. Pero hay otros hosteleros que no han podido más, las cuentas no salen y han optado por renunciar definitivamente a su actividad. Han apagado los fogones y cortado los grifos de cerveza. Las verjas se mantienen echadas y florecen los carteles de traspaso, venta o alquiler.
Las circunstancias particulares son en todos los casos bien distintas, pero en todos se adivinan causas comunes, que también enraízan en otro de los problemas profundos que acumula la ciudad de Palencia, el envejecimiento de la población y la falta de relevo generacional.
Se produjo primero, por poner solo unos pocos ejemplos, el cierre de uno de los bares históricos y más reconocidos por su calidad gastronómica, la Casa Cantabria, en las proximidades de San Miguel. Uno de los más clásicos locales de Palencia que cerraba porque su dueño, Ramón Isla, decidía jubilarse después de 37 años al frente del bar, sin que sus hijos quisiesen continuar detrás de la barra.
Pero especialmente desconcertante para los palentinos y también para muchos de sus visitantes ha resultado el cierre de uno de sus restaurantes de mayor prestigio, Casa Lucio, ubicado en el corazón puro de la ciudad, junto a los Cuatro Cantones, en la céntrica calle Don Sancho. La dureza de la crisis de la covid, unida a otros factores como un alquiler elevado y a la decisión de su propietario, Lucio Pastor, de jubilarse, han llevado a que tampoco su hijo Borja, encargado en la última etapa de dirigir la cocina, haya decidido continuar con la tradición de este histórico negocio.
Dos casos diferentes, aunque con trasfondo común, a los que también se une la desaparición en las últimas semanas de la emblemática frutería ecológica de Miguel Espinosa, Miguelín, en la avenida Modesto Lafuente. Su jubilación primero y ahora la de su mujer, Lucía, han conducido a un nuevo cierre, a la desaparición de otro de esos nombres con mucha solera.
Pero la nómina es mucho más amplia, el listado de cierres recientes, especialmente en el sector de la hostelería es mucho más amplio, con las más variadas causas. En algunos casos, se trata de nombres también casi históricos o, por lo menos, de sobra conocidos en toda la ciudad, como el bar El Cordón o el Barsket. Otros, más modernos, como el Tas Tas, la Plaza Antigua o el Calle Mayor, 72; esto sin entrar en el particular mundillo del ocio nocturno, mucho más castigado por las restricciones de la pandemia que el resto del sector de la hostelería. Porque es en este ámbito de los discobares en el que quizá pueda encontrarse un mayor reguero de víctimas, con muchos locales que todavía no han logrado abrir o que cuyos dueños han desistido por completo.
Pero aun con todo este panorama desolador, todavía Palencia puede ofrecer tímidos rayos de esperanza, con algunos valientes que deciden aventurarse en el mundo de los negocios. Y es precisamente en el sector de la hostelería en el que mayor dinamismo puede encontrarse también, a pesar de los cierres, las restricciones y el decaimiento de los ciudadanos.
Porque al fin y al cabo, con los datos reales en la mano, esa parálisis de la actividad económica en la ciudad responde más a una imagen generalizada entre los propios palentinos, a un sentimiento de pesimismo compartido, que a una situación real. Según los registros de la Delegación Territorial de la Junta en Palencia, el número global de establecimientos de hostelería que se dieron de baja en toda la provincia, desde el 1 de enero de 2020 hasta el 25 de octubre de este año, ha sido de 82, una cifra que aunque pueda parecer abultada es muy similar a la de aquellos que solicitaron el alta suman 78, únicamente cuatro menos. Y en el caso concreto de los restaurantes, en ese periodo de tiempo, se abrieron 22, mientras que los cierres fueron 20. En cuanto a las cafeterías, los datos reflejan seis altas por seis bajas, y con respecto a los bares, los ceses de actividad fueron 56, frente a 48 solicitudes de inicio.
Y la situación no difiere sustancialmente si se atiende únicamente a los datos referidos a la ciudad de Palencia. Desde el 1 de enero de 2020 hasta finales del pasado mes de octubre, el número de restaurantes, por ejemplo, que han causado baja en la capital palentina ha sido de nueve, pero al mismo tiempo han abierto otros 11, con lo que el balance es positivo. Con respecto a las cafeterías, han cerrado cuatro, pero otras cuatro han abierto con esta misma licencia. La diferencia real se advierte en el caso de los bares, en donde sí hay más bajas que altas. Los cierres se elevan a 37, mientras que las nuevas altas en el sector se han situado en 23.
Pero estos datos no indican que se hayan habilitado nuevos establecimientos de hostelería en la ciudad, en la mayor parte son traspasos por la jubilación de los anteriores propietarios o alquileres de locales que llevaban algún tiempo cerrado y que se rehabilitan para una nueva etapa con nuevo propietario.
«La verdad es que el sector de la hostelería no es uno de los que preocupe especialmente en Palencia. Lo ha pasado muy mal, pero ahora se está recuperando y no estamos teniendo muchas demandas de ayuda y asesoramiento por cierres o despidos», asevera Teo Antolín, responsable de la Federación de Servicios a la Ciudadanía de Comisiones Obreras en Palencia. «Lo que verdaderamente nos preocupa con respecto a la hostelería es la dificultad que estamos encontrando para avanzar en la negociación del convenio colectivo, que está totalmente bloqueado, pero que es necesario reactivar ya, puesto que los efectos más perjudiciales de la pandemia ya han pasado», recalca el sindicalista.
Por su parte, desde las organizaciones profesionales del sector también se comparte la idea de que el pesimismo entre los ciudadanos es tanto o más preocupante que la situación económica real por la que atraviesan los hosteleros. «Las cosas van mal. Es indudable, y muchos lo han pasado fatal estos meses, pero la realidad es que no ha habido tantos cierres como se podía esperar. Y si algunos han cerrado, también es cierto que otros muchos han abierto. De hecho, estamos viendo muchos traspasos muy rápidos de los locales. Porque no todo ha sido la pandemia, las cosas no iban bien de antes, aunque esto lo ha agravado mucho más. Ahora bien, prácticamente todo el mundo ha empezado a trabajar otra vez y se puede salir a flote», explica Jaime Antolín, presidente de la Asociación General de Hostelería, dependiente de la CEOE en Palencia.
Este hostelero se muestra esperanzado en el deseo que muestran los palentinos de poder volver a disfrutar de la actividad social como antes del inicio de la pandemia, aunque reconoce que todavía no se ha alcanzando la alegría con la que antes se acudía a los bares. «Las cosas empiezan a funcionar y depende del tipo de negocio o de local que tengas, te puede ir mejor o peor. Ahora mismo, debemos estar funcionando al 60 o al 70% de lo que teníamos, porque aún le cuesta a mucha gente entra en los bares, los interiores siguen preocupando, pero si no ocurre nada malo esto también irá mejorando y pronto alcanzaremos el nivel de antes. Aunque, ojo, que tampoco era para tirar cohetes, que el sector ya venía tocado», señala.
Y de hecho, a pesar de la preocupante visión que tienen muchos palentinos de la actividad económica en la ciudad, Jaime Antolín considera que los momentos más graves para los hosteleros de Palencia están aún por llegar, puesto que aún no han vencido los plazos para la devolución de los créditos ICO con los que se intentaron blindar económicamente durante los más duros momentos de la pandemia. «Ya veremos qué pasa en primavera, a partir de marzo o de abril, cuando haya que devolver los créditos ICO, porque ya no van a dar más plazo. Muchos compañeros se han tenido que endeudar para poder asumir los gastos cuando no había ningún ingreso y ahora hay que devolverlo. A ver cómo hacen ahora para pagar si no se recupera por completo la actividad. Va a ser difícil y entonces será cuando se produzcan los cierres. Aunque esperemos que esto no llegue a suceder», manifestó Jaime Antolín.
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