![Palencia: Los vecinos de 80 pueblos no tienen una tienda de proximidad en la que comprar](https://s1.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202002/01/media/cortadas/tiendas-kafB-U1003411886375WF-984x608@El%20Norte.jpg)
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Por la calle, ni un alma. Roza el medio día y no hay un solo atisbo de vida. El silencio solo se rompe por el penetrante 'clac, clac, clac' que emiten dos urracas junto a la iglesia de San Hipólito el Real y entonces, de repente, un claxon rompe la quietud de un pueblo que parece dormido. Ese 'piiiii, piiiii, piiii' deja claro que aquí, en Támara de Campos, como en otros muchos pueblos de la provincia, todavía reside gente en invierno, pese a que pueda parecer lo contrario cuando uno pasea por la calle. Detrás de ese pitido está la única actividad comercial que se lleva a cabo en el municipio: la venta ambulante.
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El sonido procede en esta ocasión del camión del frutero, que de esta forma advierte su presencia a los vecinos, a los que vende sus productos puerta por puerta. «Como son mayores, a algunas se lo subo a casa. Hago un servicio completo a domicilio», reconoce el dueño de Frutas de Fátima, un encofrador que tuvo que reconvertirse en frutero debido la crisis del ladrillo. Esa reconversión profesional de este albañil en frutero ha sido una bendición para los vecinos de la zona, que cuando escuchan el claxon saben que llenarán la despensa aunque, eso sí, a un precio «un poco superior» que el de las ofertas de los supermercados de la capital. «Es una bendición que nos traiga las cosas a la puerta porque muchos ya somos mayores y nos cuesta salir cada vez más», asegura Mariluz González que, a sus 76 años, se abastece de lo que le llevan a casa sus hijos y de la venta ambulante. «El frutero viene los martes; el pescadero, también los martes y los viernes y el carnicero, solo los viernes», explica esta vecina de Támara que es solo uno más de los centenares de testimonios que se podrían recabar entre los 80 pueblos de la provincia de Palencia que no cuentan con ni una sola tienda en la que sus vecinos puedan hacer la compra.
Esa cifra de 80 municipios palentinos sin tiendas se puede extraer del estudio 'Diagnóstico del Abastecimiento Comercial de Producto Cotidiano en el Medio Rural', del III Plan de Comercio: estrategia para el Comercio de Castilla y León, elaborado por la Junta. En el citado estudio se señala que el 67% de los 191 municipios de Palencia tiene déficit comercial y esos números, que dichos así pueden sonar de lo más fríos, rebajan a cifras bajo cero el interés de vivir en el medio rural en la mayoría de los casos. Y es que, no tener ni un solo sitio cerca en el que comprar alimentos de primera necesidad convierte ciertas zonas de la provincia en lugares en los que el día a día se pone cuesta arriba. Pese a todo esto, hay algunos jóvenes rurales que no piensan salir del pueblo, como Mario Gutiérrez que, a sus 21 años, nunca ha visto una tienda en Támara de Campos, y no la echa de menos, aunque reconoce que para residir en una zona sin servicios como esta el coche es un elemento indispensable. «Me saqué el carné de conducir a la semana de cumplir los 18 y no lo hice antes porque no me dejaron sacármelo el mismo día de mi cumpleaños», explica.
Echarse a la carretera cuando uno tiene 21 años como Mario es sencillo, pero cuando se tienen 90, es mucho más complicado. Por esa razón, la nonagenaria jubilada Luisa agradece, y mucho, vivir en Piña de Campos, una pequeña localidad con 217 personas censadas en la que hay dos tiendas de alimentación. «Menos mal que estás aquí», repite Luisa a la tendera del pueblo, Elena, que abrió su tienda en 1989 y ha visto cómo la población residente en la localidad se ha ido diluyendo como un azucarillo. «Ahora la gente que queda es muy mayor y tratamos de hacerles le vida más fácil», reconoce Elena que a vecinas como Luisa –y a alguna más con problemas de movilidad– les sube hasta su casa los productos más pesados, como el agua o la leche. «Esto es como una ONG. Estamos para todo. Les llevo a casa compras de poco más de dos euros porque ellas no pueden con ello», recalca.
Uno de cada cuatro palentinos tiene más de 65 años. La provincia se ha ido convirtiendo poco a poco en una tierra con una media de edad muy alta, y ese 25% de mayores de 65 años es muy superior al 19,2% de la media nacional. Ese porcentaje se incrementa en el medio rural, donde no solo envejecen los clientes de las tiendas, también lo hacen los tenderos. Treinta años lleva Carmelo de la Fuente regentando la tienda de Santoyo y, después de mucho trabajar, le ha llegado la hora de la jubilación. «Yo he hecho de todo. He sido agricultor, obrero y albañil. La tienda incluso la llegué a hacer yo. Cogí un albañil y la hicimos entre los dos en dos o tres meses», recuerda Carmelo, que se despide de su tienda con buen sabor de boca. «Me hubiera dado pena si se hubiera cerrado, por la gente mayor. Pero el servicio va a seguir dándose, una chica va a coger el relevo y mi jubilación no va a ser un problema para nadie», explica el tendero para constatar que la responsabilidad social corporativa no se da solo en las grandes empresas.
La labor del comercio de proximidad en el medio rural está en muchas ocasiones ligada más al altruismo que al negocio. Y es que cuando el número de clientes potenciales de un establecimiento es tan bajo, ganar dinero es casi un quimera, una conclusión a a la que ha llegado Raquel Prieto después de quince años de trabajo en la única tienda Villaumbrales. Las cuentas dejaron de salir hace unos cuatro años pero Raquel siguió con el establecimiento abierto, pese a todo, con el cariño de sus paisanos como consuelo. Pero de amor no se come y los vecinos de Villaumbrales se quedaron sin una sola tienda en la que hacer la compra el mes pasado. «Llega un momento en el que se hace insostenible. Se va muriendo la gente mayor, que es la que compra en estas tiendas pequeñas, y los jóvenes que se quedan, que son pocos, ven el pueblo como una ciudad dormitorio y lo compran todo en Palencia. Nunca he conocido Villaumbrales sin una tienda y es muy triste llegar a esta situación», explica Raquel que, a sus 61 años ve lejana la jubilación y también la posibilidad de regresar al mercado laboral. «No me jubilo, pero no puedo estar perdiendo dinero. Todo me estaba dando la espalda», recalca.
La última dependienta de Villaumbrales no niega que los precios de su establecimiento eran más altos que en la capital, pero defiende que daba un servicio de calidad y proximidad. «Todo lo que te da una comodidad es más caro que lo que no te lo da. La gente se queja mucho de la despoblación y no nos lo van a dar todo hecho. Hay que hacer algo por los núcleos en los que vivimos y no todos hacemos por mantener lo que tenemos», afirma.
Historias como estas se repiten una detrás de otra en el medio rural, donde emprender un proyecto de vida cada vez es más complicado por la falta de servicios, no solo de las archiconocidas carencias en Sanidad o Educación, sino también en asuntos tan básicos como estos. Los pueblos languidecen y sus habitantes se han convertido en testigos de un éxodo que comenzó hace años y que en los últimos tiempos se ha visto acelerado. «Cada vez es más complicado vivir aquí», recalca Raquel Prieto que, tras perder su medio de vida a los 61 años, solo tiene clara una cosa: «me voy a dedicar a mis nietos en cuerpo y alma», asegura. Y es que, el futuro del medio rural pasa por los jóvenes, aunque tal vez cuando los nietos de Raquel lleguen a la edad adulta el pueblo puede ser ya solo un recuerdo, como lo será aquella tienda de Villaumbrales que tuvo que cerrar porque no salían las cuentas.
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