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Otro clavo en el ataúd de los quioscosJosé Luis Herrero Díez, propietario del quiosco ubicado en el número 30 de la avenida Casado del Alisal de la capital palentina, a pocos metros del hotel Castilla Vieja, ha echado este miércoles el cierre definitivo a su negocio. Se jubila después de veinte años y un mes detrás del mostrador, desde que en mayo de 2003 iniciase su aventura empresarial obligado por la exigua pensión que cobra por discapacidad.
«Me machacó una pierna una prensa hidráulica cuando tenía 38 años, y gracias a los médicos de Oviedo no acabé por perderla. Me dieron una pensión del 55% a los 43 o 44 años, estuve trabajando un año en el ONCE pero me cansé y buscando algo, me encontré con lo del quiosco. Así empecé», recuerda este palentino de Moslares de la Vega, que es dueño de la estructura y que incide en que el quiosco solo podría continuar abierto si se hiciera cargo del negocio un descendiente directo o un colaborador ayudante de carácter habitual debidamente acreditado «al que tendría que tener un año pagándole sueldo y Seguridad Social, y eso se me pone entre 25.000 y 30.000 euros». «He tenido compradores, pero no lo puedo traspasar», añade.
«El quiosco es mío, hice una compraventa pública del inmueble. Le pago al Ayuntamiento por ocupación de vía pública», agrega José Luis Herrero Díez, que incide en que aunque los quioscos han vivido mejores épocas, «todavía da para vivir».
«Al principio me fue muy bien pero ha bajado mucho. Lo peor son las pegas que nos pone el Ayuntamiento para vender esto. Mi quiosco es de los que más venden en Palencia», recalca. Un quiosco que, con su cierre, dejará al centro de Palencia más huérfano de estos negocios, pues solo quedan abiertos «el de San Lázaro, el que está frente al hostal Ávila, el del Salón, el del lateral cine Ortega y el de la plaza de León», enumera José Luis Herrero Díez.
«Solo me he dedicado a prensa, revistas y libros de las colecciones. Me fue muy bien hasta 2010, que empezó a ir para abajo, y la pandemia nos han rematado», asegura el dueño del quiosco de la avenida Casado del Alisal, que en estos veinte años abierto ha tenido siempre «muy buenos clientes» y jamás ha recibido la visita de los 'amigos de lo ajeno'. «Solo una vez unos chavales se fueron corriendo con una cajetilla de tabaco que no habían pagado, porque vendía tabaco hasta que se pusieron las máquinas», concluye.
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Martin Ruiz Egaña y Javier Bienzobas (gráficos)
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