Cierra otro clásico de Palencia, el bar Pastor

El propietario de este edificio, que se ubica en la esquina del Paseo del Padre Faustino Calvo, justo al otro lado del Puente Mayor, le notificó el pasado mes de diciembre a Alfredo Franco que tenía de plazo hasta el 29 de febrero para cerrar el negocio, una fecha que este hostelero no va a olvidar nunca, ya que conllevará previsiblemente su trayectoria en hostelería. «Se cierra porque se ha vendido el edificio y los nuevos propietarios no están interesados en que se mantenga el bar, en el que llevo cuarenta años, aunque previamente aquí siempre hubo una cantina», explica Alfredo Franco.

Lleva detrás de una barra desde que era chaval, pero confiesa estar cansado tras tantos años, por lo que ahora buscará un hueco en otro oficio menos sacrificado que el que deja atrás. Abierto de lunes a sábado de siete de la mañana a once de la noche, el bar Pastor es todo un clásico que se ha convertido en una segunda casa para muchos de sus clientes. Sus «parroquianos» se han ido enterando de la triste noticia de forma paulatina y por el propio Alfredo, quien ha querido comunicárselo de forma personal. Todos ellos lamentan este cierre, que trastoca de alguna forma su rutina ya que aquí han encontrado un segundo hogar al menos un ratito cada día. «Hay gente que lleva viniendo todos los días desde que yo empecé aquí. La gente se acostumbra a un sitio, en verano pongo una terraza que es muy apetecible y, bueno, vienen aquí, charlan, juegan a las cartas o leen el periódico y se entretienen», afirma.

Ubicado en un lugar tranquilo que no cuenta con más establecimientos hosteleros cerca, el bar Pastor es un sitio cómodo al que acudir a tomar un buen café y disfrutar de una conversación, sostienen sus clientes. La dedicación de Alfredo y la confianza que les ha otorgado durante estos años han sido también clave en el ambiente casero que se respira cuando se cruza su puerta.

En una de las mesas se reúnen a diario desde hace años tres amigos, José Manuel Lamoca, Fernando Manuel Román y José Javier de la Calle. Todos ellos coinciden en un sentimiento de pena, ya que una parte de su vida toca a su fin. «Es un bar muy tradicional, además es un edificio emblemático y se debiera mantener. Es una lástima, ahora tenemos que buscar otro sitio, es un bar en el que dan un café muy especial y que tiene una esencia diferente. Parece que estamos en el pueblo, es muy agradable», reconoce José Manuel Lamoca.

Una opinión que también comparte Fernando Manuel Román. «Aquí te sientes como en un entorno rural, pero en la ciudad y de esto, ya no queda nada. Es un lugar de reunión para los que salimos a diario a correr o andar y tenemos tiempo libre. Es parte ya de nuestra historia, bares de este estilo no quedan, ni aquí ni en muchas ciudades».

Ahora toca buscar otro lugar en el que reunirse, aunque ninguno será como el bar Pastor, por lo que estos días son los últimos en los que poder disfrutar de la hospitalidad de este hostelero, que cuenta con un trabajador a su cargo.

En este mismo edificio de singular construcción y particular fachada, que data de 1884, también vive un inquilino. Ella, al igual que Alfredo, también ha sido informada de la nueva situación del inmueble, aunque cuenta con un mes más para buscar otro lugar en el que vivir, hasta el 31 de marzo. «Yo he conocido este edificio totalmente habitado, hay cuatro viviendas y en todas ha vivido gente», señala el hostelero, temiendo una nueva construcción en la que no quede nada del bar Pastor.