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Cuando el acceso al alquiler es una cuestión cromática

Cuando el acceso al alquiler es una cuestión cromática

Inmigrantes de tres continentes diferentes coinciden en señalar que el hecho de ser extranjero condiciona la búsqueda de un hogar en Palencia

Marco Alonso

Palencia

Domingo, 23 de diciembre 2018

El precio medio de un piso en alquiler en Palencia capital es de 525 euros, según indican los datos aportados por la web enalquiler.com, por lo que los vecinos que viven en régimen de arrendamiento en la ciudad gastan una media de 6.300 euros al año en vivienda, lo que supone en torno a un tercio del salario bruto medio anual que cobra un palentino, que está situado en 18.469 euros, tal y como indica la Agencia Tributaria.

El Banco de España recomienda no destinar más del 35% de la renta disponible tanto a la hipoteca como al alquiler, por lo que la mayoría de los palentinos, esos que cobran unos 18.500 euros brutos al año, no deberían pasar estrecheces tras pagar la renta o la letra de la casa. No obstante, hay una serie de variables que no aparecen en las estadísticas y que influyen mucho en el precio de la vivienda: el color de la piel, la procedencia o simplemente el aspecto físico del futuro inquilino.

Hace unos años era habitual ver en los anuncios de alquiler de vivienda la frase 'no se admiten extranjeros', un requisito que ya no aparece (al menos relacionada con pisos en Palencia) en ninguno de los portales más importantes del país.

Que las discriminaciones por procedencia no aparezcan de forma explícita en los anuncios no libra a los futuros inquilinos de sufrirlas, tal y como aseguran Fátima y Mohamed, un matrimonio marroquí que vive en Palencia con cuatro de sus cinco hijos. Esta pareja de mediana edad lleva dos años buscando un piso sin conseguirlo, pese a contar con un presupuesto de 450 euros al mes y a no tener las pretensiones muy elevadas. «Queremos cambiar de piso y nos está costando mucho porque los dueños de las casas no confían en los extranjeros. Piensan que somos sucios, que no vamos a dejar el piso limpio o que no vamos a pagar, pero no todos somos así», explica Fátima, que tiene clara la razón por la que nadie quiere alquilarle un piso. «Si tuviéramos algún problema con los vecinos o con el dueño de nuestro piso de ahora, podrían juzgar y pensar que podríamos hacer lo mismo en el piso nuevo. Pero no piden referencias a nadie, la única que utilizan para no querer alquilarme un piso es el pañuelo que llevo en la cabeza», incide.

El caso de Fátima y el de Mohamed se repite hasta la saciedad en la población inmigrante que reside en la provincia, que asciende a 6.061 personas según los últimos datos ofrecidos por el Instituto Nacional de Estadística. Otro de esos vecinos a las que le ha costado lo indecible encontrar un lugar en el que poder vivir es Antonio Calvo, un dominicano con padre palentino que vive junto a dos de sus hermanos y a sus padres. La familia de Antonio rastreó el mercado inmobiliario sin descanso para encontrar una vivienda cuando se averió la caldera de la casa en la que vivían y su casero decidió no arreglarla. No obstante, esa búsqueda fue más complicada de lo que esperaban.

Antonio Calvo y Olga Klozova, en uno de los bancos de la plaza de los Juzgados. Antonio Quintero

La familia de Antonio pensó que la mejor manera de encontrar un piso era contactando directamente con particulares para, de esta forma, ahorrarse el desembolso de la comisión de las inmobiliarias, pero esta idea inicial no dio frutos. «Al principio no pensamos que fuéramos a tener ningún problema porque hay muchas casas vacías y el dinero no era un problema para nosotros, pero nos equivocamos», explica Antonio, que empezó a sospechar que las cosas no serían tan fáciles cuando observó que los dueños de los pisos se mostraban interesados por teléfono, pero todo cambiaba en el momento en el que le conocían en persona. «Nos llegaban a decir de forma telefónica que podíamos firmar el contrato el mismo día, pero cuando íbamos a ver la casa, surgían infinidad de excusas. Por ejemplo, nos decían que había más gente interesada antes que nosotros, pero luego seguíamos viendo el mismo anuncio días y días sin que nadie lo alquilase», recuerda.

Al ver que les resultó imposible alquilar directamente a un particular, Antonio y su familia optaron por acudir a agencias inmobiliarias. «Hemos visitado todas las que hay en Palencia y también nos dieron excusas de todos los tipos», explica este joven dominicano, que se vio obligado a mentir para encontrar un lugar en el que pudiera vivir su familia. «Somos muchos en casa y eso no suele gustar a los caseros, así que empezamos a decir que éramos menos, pero tampoco funcionó», añade.

Las excusas de particulares e inmobiliarias generaron suspicacias en la familia y todos sus miembros empezaron a pensar que los problemas tenían que ver con el color de la piel de la persona que iba a ver los inmuebles. «El que iba a visitar las casas era mi hermano, que era el que tenía más tiempo, pero es más negro que el carbón y al final tomamos la determinación de que dejase de ir él porque llegamos a pensar que teníamos menos posibilidades de que se la alquilaran a él», explica Antonio, que logró finalmente encontrar un piso. «Se nos acababa el contrato y creíamos que nos íbamos a quedar en la calle. Pero nos llamó una inmobiliaria, en la que uno de los socios es extranjero y conocía a un casero que ya había alquilado a otras personas de fuera, y gracias a esa intermediación pudimos encontrar casa el mismo día en el que se nos acababa el contrato», recuerda.

Todas esas justificaciones que daban unos y otros responden solo a un hecho, según Antonio. «Esto es puro racismo, pero los problemas siguen cuando consigues la casa. De hecho, tenemos un vecino que llega incluso a salirse del ascensor para no compartirlo con mi hermano, que es el más negro de todos», explica Antonio.

El testimonio de estos vecinos de Palencia habla de problemas para el acceso al alquiler, pero son varios los extranjeros que decidieron comprar una vivienda y a algunos de ellos, las cosas tampoco les salieron demasiado bien, como relata Olga Klozova, una checa con marido palentino que lleva 18 años en Palencia y que fue desahuciada de la vivienda que había comprado. «Me quedé sin trabajo, llegó la crisis y a mi marido le bajaron tanto la nómina que no podíamos pagar la hipoteca. Cogimos el piso porque en aquel momento podíamos pagarlo, pero todo salió mal y ahora es de la financiera», explica Olga, que actualmente vive de alquiler y espera una oportunidad laboral para salir de un bache en el que jamás pensó que acabaría cuando llegó a España hace 18 años con la maleta llena de ilusiones.

Esta checa de 55 años coincide con Fátima y Antonio en el análisis de que la sociedad palentina tiene un cierto recelo en su conjunto hacia el extranjero. «Los españoles se creen que a los que venimos de otros países nos regalan todo, pero es mentira. Me han llegado a decir que nos pagan la casa, el piso y todos los gastos solo por ser de otro país, pero eso no es verdad. Yo he llegado a pasar una Navidad en la que no tenía ni arroz para comer y a mí no me ha dado nadie nada», asegura Olga, que cree que los estereotipos que acompañan a los inmigrantes no se ajustan, en absoluto, a la realidad. «He tenido que escuchar muchas veces que yo soy mala porque robo trabajo, dinero o comida a los españoles. Eso es mentira y me duele muchísimo que me lo digan. Me siento fatal cuando me dicen esas cosas tan horribles, pero desgraciadamente las tengo que oír habitualmente», afirma.

El metro cuadrado de vivienda en alquiler tiene un coste medio de 4,86 euros en Palencia, tal y como refleja el índice inmobiliario de la web fotocasa, un coste que es 3,32 euros más barato que la media nacional, situada actualmente en 8,18 euros el metro cuadrado. No obstante, Palencia es la quinta provincia de Castilla y León con los alquileres más caros, una circunstancia que se agrava mucho más cuando los inquilinos cuentan con un perfil como el de los protagonistas de estas líneas, que ven cómo los prejuicios se convierten en un problema para conseguir algo tan básico como un hogar. «Por culpa de unos pocos, estamos pagando todos. Nosotros nos hemos encontrado gente muy buena en España y otros que no han sido tan buenos, pero eso no significa que los españoles sean buenos o malos, cada persona es de una manera», explica Mohamed, que llegó a España como turista en el año 1989 y ahora es un trabajador fijo asalariado que se está encontrando con numerosos impedimentos para alquilar un piso con calefacción en el que pueda vivir su familia, pese a que cuenta con un presupuesto de 450 euros. «Cuando se enteran de que eres inmigrante, creen que les vas a hacer algo malo en el piso y no te lo alquilan», reitera una y otra vez.

De esos 525 euros al mes que desembolsa un palentino de media por el alquiler de su vivienda, parece que lo de menos es si paga con un billete morado y dos azules o con diez billetes amarillos y dos azules. Lo que importa en muchos casos, por lo que dicen las personas que han participado en este reportaje, no es el color del dinero, sino el color de la piel. «Es una pena, pera la realidad que vivimos los extranjeros en Palencia es esta», concluye Antonio Calvo.

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