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Se entiende mejor el cierre de 1975 mirando a la historia y al origen de la Transición que adulando egos, partidos, personas o Facultades. La ... Universidad ha sido objeto de deseo y de desprecio del poder. Nació de la Iglesia medieval. Bolonia, Valladolid y Salamanca lucen escudos con capelos, mitras y llaves papales. Los privilegiados la hicieron también Pontificia. Imperio, Estado Moderno y Absolutismo la controlaron más. Como Cisneros en Alcalá, pusieron la Universidad a su servicio para controlar el saber, legitimar el poder y extenderlo tanto como el sol.
El racionalismo del XVIII creyó que pensamiento y Universidad eran humanos y autónomos, no bajo la Iglesia y el rey. Pero España no tuvo revolución francesa y su burguesía pactó con la Iglesia. El Estado liberal centralizó la Universidad, en pacto con la Iglesia, con la ley de Moyano, rector de nuestra Domus Sapientiae. Este centralismo levantó la primera movida estudiantil en la Noche de San Daniel de 1865.
La crisis del 98 y los nacionalismos tensaron la cuestión universitaria. Silió buscó en vano la autonomía. Las generaciones de La Edad de Plata de la Cultura española y la Residencia de Estudiantes se abrieron a Europa, con nueva pedagogía y libertad de enseñanza.
Toda dictadura oprimió la Universidad. La controló Primo de Rivera con el ministro vallisoletano Callejo. Las Repúblicas quisieron liberarla, Pi i Margall y Azaña buscaron su autonomía. Pero la guerra civil y la dictadura de Franco la aplastaron con duro control político, académico, económico y docente. Hicieron distrito extenso para controlar al País Vasco. Enseñanza e investigación fueron laboratorios falangistas y católicos para formar españoles adictos al caudillo. La universidad franquista murió tarde, pero agonizó 9 meses antes que Franco.
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Los estudiantes vivieron una fecunda crisis en el trienio de plomo (1973-75). Sin derechos fundamentales, con muertes terroristas y represoras, de Carrero Blanco a Puig Antich, pasando por el juicio 1001. Se movilizó una catarata de huelgas, mítines, encierros, manifestaciones y corridas ante los grises (Endasa, Fasa, Michelín y Sava). Acompañaron asociaciones de vecinos y reuniones de padres, escuelas de ciudadanía, para dar servicios a barrios marginados y defender a familias humildes.
Estos movimientos vocearon a su sociedad los valores raíces de la Transición necesarios para lograr el enseñar libre de una sociedad democrática. Usó la Universidad como cuna para gestar y difundir consensos sociales contra guerra civil, fascismo, militarismo, terrorismo, represión y censura dictatorial. Clamaron como vitales los valores de tolerancia, solidaridad, dignidad, paz, honestidad, memoria de libertad y sentido de Estado pro derechos fundamentales. Fue una generación joven, libre, culta, popular y no populista, participativa, solidaria, crítica, activista, rompedora, feminista, pacifista y ecologista. Abiertos a Europa, respiraron el aire fresco de Berkeley, Vietnam y del 68 de París.
Los estudiantes resucitaron la cultura vallisoletana con el amor florido hippy, teatro libre (Corsario, Urdiales) y cine-club (La Naranja Mecánica). Hubo humanistas cristianos en diálogo comunista con curas obreros, teólogos de la liberación, activistas dominicos y jesuitas, militantes de HOAC y JOC pasados a CCOO y UGT (Millán Santos, José Manuel González, Demetrio Madrid…)
No hubo Fachadolid, fueron radicales trotskystas, maoístas, Joven Guardia Roja y ORT. Pidieron partidos políticos, sindicatos de clase, elecciones municipales y libertad de prensa. Homenajearon a Neruda, Machado, Lorca… Los benefició la tolerancia de Delibes, Jiménez Lozano, Salcedo o Umbral en El Norte. Reclamaron amnistía para Cancho y sus compañeros reprimidos. Sembraron semilla de izquierda para la Junta Democrática, el regionalismo castellano y la alcaldía de Bolaños.
Exigieron una Universidad libre y autónoma, con un papel social y laboral de acogida para el pueblo y clases medias. Apoyaron la dignidad y contrato laboral del movimiento de PNNs. Solicitaron elección de claustro y rector, asociación y sindicato estudiantil y presencia de la mujer.
Esteruelas cerró Letras, Derecho, Medicina y Ciencias en febrero de 1975 para castigar la rebeldía estudiantil tras invadir Letras los grises contra la cantautora Serna y por tirar huevos al rector Del Sol. Eligió una Universidad media para reprimir sin mucho riesgo a todo estudiante rebelde español. Pero el cierre punitivo consiguió lo contrario, animó el movimiento estudiantil y consiguió que lo apoyaran Valladolid y España. Lo animaron periódicos, Ayuntamiento, Diputación, Cámara, iglesias, conventos y bares. Recibieron la solidaridad universitaria de Barcelona, Madrid, Valencia, Zaragoza y Sevilla.
Nació la Universidad Paralela como una solución espontánea de autonomía. Un despertar de estudiantes y algunos PNNs, sin apenas catedráticos (Gómez Bosque, Duque). Fue tolerada por los grises, ubicada en iglesias y cafeterías, sin radicales, organizada desde abajo, solidaria, autodidacta, con exámenes en setiembre. Una respuesta estudiantil bien acogida por la ciudad que ofreció sus espacios. Sembraron la Universidad demócrata y autónoma, hicieron nacer justo lo que reprimía la dictadura.
Esa libertad y autonomía fueron metas históricas de la Universidad. La Transición debió liberar el saber y emancipar la Alma Mater del poder religioso, político, económico o cultural. Hoy cabe preguntarse si de hecho la Universidad autonómica es del todo autónoma. Depende de un poder inmediato, directo, a veces nacionalista, es manejable, endogámica y tiene menos recursos.
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