Ángeles y niños de Ángel María de Pablos

Ángel María de Pablos Aguado nació en Valladolid en 1942. Casi, como él decía, nació en El Norte de Castilla, cuando su padre era redactor jefe y tenía su casa justo encima de la redacción. Desde la niñez, periodismo, literatura y vida, fundidos como una sola realidad, por lo que no es de extrañar que sus primeros artículos, con 14 años, los empezara a publicar en el decano de la prensa española. Hace unos pocos años, en 2020, los Premios Cossío reconocían en Ángel María, en su XXXIV edición, una trayectoria singular donde las haya, dentro del mundo periodístico. Redactor en El Norte y jefe de Deportes y de Cultura en 'El Mundo' de Valladolid, pero quizás muy especialmente comentarista de ciclismo en Televisión Española, cuya voz inconfundible, al lado de la de Emilio Tamargo, marca la banda sonora deportiva de varias generaciones. Una voz única, una imagen única y una pluma única, siempre dispuesta a darle a nuestra lengua el rigor y el vigor que le corresponden. Y de conferirle al deporte una trascendencia cultural que muy pocos han sabido darle. Siempre cerca, también, de la línea de su padre y de su maestro Miguel Delibes.

La Federación Española de Ciclismo le concedió en 1988 su Insignia de oro y brillantes. El Comité Organizador de los Juegos Olímpicos de Seúl, un diploma de honor. Y en 2011 recibió el premio Manuel Ricol por su recorrido en el mundo del ciclismo. Miembro de la Asociación de la Prensa Deportiva de Valladolid, fue el creador de la Federación de Asociaciones de la Prensa Deportiva de Castilla y León, y el organizador incansable de innumerables galas provinciales y regionales del Deporte. Por escrito dejó su 'Historia de la Vuelta Ciclista a España' o sus 'Ciento diez años de ciclismo en Valladolid'.

Una labor, la de periodista, que se desarrolló siempre en paralelo a su trabajo como poeta, que comenzó igualmente desde la edad más temprana, cuando jugaba con su padre a la métrica, componiendo versos y estrofas de todas las medidas imaginables. «Hay poetas ilustres -dijo- que dicen que la poesía no cuenta historias, sino sentimientos, y yo en mis versos cuento historias que también hablan de sentimientos». Historia e historias, pero sin duda también sensaciones y sentimientos se unen en los romances de Ángel María de Pablos, que son también un clásico vallisoletano en sí mismos. Más de cincuenta años escribiendo poemas que, leídos con su maravillosa voz, cobraban un vuelo todavía más alto. Un vuelo que perseguía otros vuelos, como los de sus admirados Fray Luis de León o, sobre todo, San Juan de la Cruz, cerca de quien escribió esa pequeña joya que es 'En alas del amor'.

'Los niños del basurero' o 'Medina en el corazón' son los títulos de algunos de sus libros de poemas, que escribió cerca de Valladolid, o de Medina del Campo, pero siempre buscando un horizonte más amplio. Y una comunicación directa, como buen periodista que era, con los lectores y con los espectadores de sus recitales. Los últimos, siempre como invitado de honor del grupo de los Poetas del Campo Grande. «Una poesía que no llegue no sirve para nada, su valor reside en la capacidad para remover sentimientos», dijo también. Verdaderamente inolvidables son algunos de sus romances contemporáneos, como 'El cerco de la Esperanza', que cuenta una gran redada policial en el barrio de Pajarillos contra el tráfico de drogas, o ese 'Cristo de las litronas', un poema sobre la Semana Santa que mueve a una compasión distinta y rotunda. Porque lo humano, lo maravillosamente pero también lo dolorosamente humano, forma sin duda parte de la mejor poesía de Ángel María de Pablos.

Hablando del personaje, y del amigo, no podemos olvidar tampoco su profunda implicación personal con el mundo del teatro y con el de la Semana Santa. Caballero del Turismo de Castilla y León, fue pregonero, con un texto profundamente lírico, de la Semana Santa de Valladolid en 2018. Como gran tarea se impuso el completar la 'Guía lírica de la Semana Santa en Valladolid', que inició su padre, y firmó, con música de Ernesto Monsalve, el himno de la Hermandad Universitaria del Santo Cristo de la Luz. Y eso a pesar de ser cofrade de las Siete Palabras, la hermandad que le fascinó desde niño, cuando la veía desde la ventana de su casa, en pleno Atrio de Santiago. Presidente de los Amigos del Teatro de Valladolid, que cada año entrega el premio de las Artes y las Letras que lleva su nombre, también lo fue del Ateneo de Valladolid.

Autor de otras obras como 'A la rueda, rueda', 'La palabra boca abajo' o 'La mirada reflejada: encuentros con el paisaje vallisoletano', a su muerte Ángel María de Pablos deja, sin embargo, una importante obra sin publicar. Su último anuncio público fue el de que estaba trabajando en un nuevo «romancero urbano» sobre las calles con historia de Valladolid, además de unos «cuentos vacceos», sobre los primeros pobladores célticos de la provincia. Como tantas veces ocurre entre los cuidadores, Ángel María de Pablos murió cuidando de su esposa y compañera de toda la vida, Aurora Escalona. Y confundiendo, como de alguna manera hizo siempre a lo largo de toda su vida, a los ángeles con los niños. Desde el propio vuelo de su nombre:

Un ángel es como un niño

hurgando entre la basura.

Un niño, en su desaliño,

es un ángel de alma pura,

un ángel barbilampiño

a pie y sin cabalgadura,

Un ángel de alas manchadas

y de esencias perfumadas.

Ángeles o niños, qué más da. Con ellos debe andar en estas horas.