Si algo envidio de las ciudades 'normales' es que la gente pueda vestir las llamadas 'prendas de entretiempo', esas chaquetas de ante que da gusto verlas, esas americanas preciosas hechas con tejidos que apenas pesan o esas chaquetas ambivalentes que pueden resultar perfectas para darte ... una vuelta por Puerto Chico, pero algo menos para pasear un lunes por la noche por la Plaza de San Juan, que, la verdad, pasé tanto frío viendo a la Sangre que casi se me congela la mía, que de preciosísima tiene poco. Y de anticongelante menos. Lamentablemente, en Valladolid esas prendas son solo un animal mitológico, como la burguesía ilustrada o los croissants decentes. Si vemos esa ropa en un escaparate de San Sebastián la compramos, sí, pero con la certeza de que no lo vamos a usar nunca. Y si un día cuadrara y tuviéramos la temperatura ideal, ya se habría pasado de moda. Y si no, resultaría que has engordado, o adelgazado y ya no te vale. Pero si todo eso también fallara y el clima fuera perfecto, resultaría que, cuando vas a buscarla, recuerdas que está guardada en una caja al fondo del trastero y a ver quién es el guapo que quita la bici, la cortina aquella fea y las cajas con los manuales de Derecho Constitucional II para llegar a ese tesoro de la térmica y la estética.
Publicidad
Aquí nada de eso vale: o hace mucho frío o hace mucho calor. Y en los escasos días en los que no hace ni lo uno ni lo otro, va y llueve. El único día que tradicionalmente hace bueno, lo que se dice bueno, es el Domingo de Ramos, que suele recibirnos con un sol radiante y un clima como de ciudad civilizada, de ciudad con pasado fenicio y pintor impresionista. Pero en estos campos góticos, setecientos metros por encima del nivel del hombre y setenta por debajo del nivel del águila, la cosa es muy diferente y, si hace sol, viene acompañado de viento. Y si hace sol y no hace viento es porque va a llover. Y si no pasa ni lo uno ni lo otro, resulta que esa perfección climática, ese sueño meteorológico dura apenas unas horas. Y en cuanto cae la tarde del domingo la cosa se va estropeando poco a poco, gradualmente, hasta que, por fin, llega a su cénit el Viernes Santo y la meseta nos saluda con un frío serio, ventoso y húmedo, un frío como de cuento popular ruso.
Y aunque ya nos lo sabemos y estamos acostumbrados, no soy capaz de recordar una Semana Santa como esta. Sí, es cierto que la de 2013 no estuvo mal. Por cierto, entonces también cayó del 24 al 31 de marzo. Pero ni siquiera aquella vez la cosa fue tan exagerada. Llovió mucho, pero fue una lluvia diferente, una lluvia vertical y tibia. Este año hemos batido todos los récords, hemos llegado a otro nivel de desagrado termodinámico y hemos logrado el más difícil todavía, es decir, pasar del calor asfixiante al frío polar pasando por la lluvia torrencial y oblicua, por el viento huracanado, por unos copos de nieve como cereales de los que desayunan en Oklahoma y hasta unas curiosas nubes altrostatus, que, la verdad, se ven cada vez menos. Mientras escribo estas líneas aun conservo la esperanza de que mañana podamos disfrutar de la procesión general, aunque sea en un formato reducido y de emergencia. Pero nos vamos a quedar con las ganas de ver muchas cosas, en mi caso especialmente a La Luz, Franciscanos y Nazareno, que son las que me llegan de un modo más profundo.
Y me da pena por los chavales, la verdad, que entre la pandemia y el clima se están perdiendo demasiadas procesiones y la intercadencia es la madre del desapego. Pero, sinceramente, no me da tanta pena por mí, que no sé qué me pasa, pero últimamente me siento más lejano a la Semana Santa, a las procesiones y al ambientillo general. Y lo vivo todo desde una distancia cada vez mayor. No sé si me estaré convirtiendo en un aburrido iconoclasta, pero estas cosas no me llegan como antes, no siento ya ese asombro, no llega la intensidad emocional ni soy capaz de alcanzar el recogimiento espiritual de antaño. Seguramente sea cosa mía, pero también es cierto que llevo mal el postureo que se observa, las cuitas que se intuyen, las rivalidades que se huelen. En cualquier caso, si hay Semana Santa es porque hay quién la hace posible y, desde luego, son ellos, que dedican su tiempo libre a esto. Y a cambio de nada. Solo por ello tienen mi agradecimiento. Pero la verdad es que a mí cada vez me apetece más ver las imágenes en sus templos, intentando llegar a un punto espiritual que no consigo alcanzar en la calle, entre tanta gente, tanta música y tanto accesorio prescindible. O bien vivirlo en casa, en silencio, leyendo e intentando comprender el Misterio. Es posible que esté saturado. O puede que solamente sea la edad. O quizá todo esto nos pase alguna vez a todos, pero solo algunos lo contamos.
Publicidad
No lo sé, pero, en cualquier caso, confiarlo todo a la apetencia es mediocre. Uno tiene que hacer lo que tiene que hacer, le apetezca o no. Porque la responsabilidad tiene mucho que ver con eso, con ser capaces de cumplir con nuestra obligación, aunque no tengamos ganas. Y la obligación de un padre es acompañar a su hija, educarla e insertarla en la sociedad de la que forma parte. Y esa sociedad tiene sus ritos, sus costumbres y sus tradiciones. Todo ello forma una Cultura, que, en este caso, parte de lo religioso, pero lo trasciende, lo supera para convertirse en una experiencia también artística, etnográfica y hasta sociológica, es decir, plenamente humana. Y centrada en el encuentro con el otro, que, por otra parte, es –o debería ser– la base de nuestra religión. Con esa parte me quedo y a ese intangible me aferro este año mientras espero que la próxima primavera venga con un tiempo nuevo, no solo en lo meteorológico sino también en la manera de vivir la Semana Santa, en la vivencia íntima, en la relajación de un ojo que, por unos días, no mire para contarlo sino para sentirlo; que aparque la crítica para entregarse a la experiencia y que sea capaz de detener la crónica escéptica para vivir en el agradecimiento más infantil e ingenuo. Mientras tanto, miraremos al cielo. Por un motivo u otro merecerá la pena.
0,99€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.